El Décimo Infierno (Argentina, 2012)
Dirección y Guión: Mempo Giardelli, Juan Pablo Méndez. Elenco: Patricio Contreras, Aymará Rovera, Luis Edgardo Argarañás. Producción: Aníbal Martinez, Julián Matta. Duración: 83 minutos.
Todos los fuegos, el fuego.
Una historia interesante es un buen comienzo para un filme, aunque eso no necesariamente nos lleve al mejor puerto una vez que llegamos al producto final. Mempo Giardinelli, escritor chaqueño ganador de varios premios a lo largo de su carrera, dirige aquí junto con el director colombiano Juan Pablo Méndez Restrepo una película basada en su propia novela de nombre homónimo, que ambos adaptaron. Alfredo (Patricio Contreras) y Griselda (Aymará Rovera) son amantes. Ninguno de los se siente culpable: ni ella por engañar a su marido, ni él por traicionar a su socio y mejor amigo, Antonio, el esposo de Griselda. Una voz en off nos insinúa que el calor del norte del país te puede volver loco. Y así, sin demasiados prolegómenos, Alfredo y Griselda se proponen matar a Antonio y escapar. Pero a pesar de que el asesinato sucede con cierta naturalidad, el escape se va tornando complejo a medida que avanza el relato.
Podemos encontrar en esta historia el germen de Crimen y Castigo, aquella clásica novela de Dostoyevski: el filme no nos cuenta casi nada de los personajes y en menos de cinco minutos ya están planeando un asesinato que no parece tener demasiados motivos. “Nunca entendí por qué Antonio se bancaba ser cornudo”, repite Alfredo un par de veces y, con el apoyo incondicional de su amante, lo matan sin mediar mayores consideraciones al respecto.
Pensada como telefilm, El Décimo Infierno es una película algo deslucida desde la calidad de sus imágenes, lavada, opaca, poco cuidada. Hay un trabajo de montaje muy interesante, con una edición por momentos muy veloz y muchas imágenes intercaladas en pocos segundos. El regodeo de los directores en los planos detalle, en las tomas cercanas y, en particular, en imágenes del fuego puede insinuarse como una metáfora del infierno al que los personajes se van aproximando, pero también puede cansar en su repetición. Los cigarrillos que fuman los protagonistas se vuelven casi un fetiche y hay incontables escenas de Alfredo o Griselda encendiendo alguno, del papel quemándose con cada pitada, del humo que cubre sus caras.
El relato avanza como una road movie, en donde los personajes viajan en un auto por las rutas del norte y el litoral argentino buscando la liberación. Alfredo y Griselda se aman de manera enfermiza, sin espantarse de lo monstruoso del otro, sin temerse. Se desean constantemente y hay entre ellos una atracción poderosa que se refleja en las numerosas escenas de sexo (ya sea en pantalla o insinuadas) que plantea el relato, que los directores filman sin demasiada intensidad, sin demasiada imaginación.
Si hay algo que caracteriza a El Décimo Infierno es su irregularidad: así como tiene escenas deslucidas, también las hay bellas; sale airosa de las secuencias violentas (y eso que son muchas), pero aburre con su exceso de planos cortos; su montaje es trabajoso, pero alcanza para salvar el relato; sus intérpretes logran escenas de gran intensidad, pero también tienen algunas escenas en donde no pueden explotar tan bien su talento. Y sin embargo, a pesar de todo, la historia de Giardinelli es intrigante y los caminos que emprenden sus personajes hasta el décimo infierno nos atrapan y nos preocupan. Me cuesta no pensar que algún realizador más experimentado podría haber hecho un filme un poco más cuidado desde lo estético, aunque no siempre tenemos la oportunidad de ver a un escritor dirigir su propia novela para la gran pantalla.
