A Sala Llena

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CRÍTICAS - CINE

El dictador (The Dictator)

¿Embajador internacional de la Nueva Comedia Americana?

Uno de los temas que estuvo debatiéndose justamente en el curso que A SALA LLENA organizó este mes tiene que ver con los interrogantes surgidos a partir de la aparición de trabajos de directores como Apatow, Mottola, McKay o la factoría de Knoxville en MTV. Al empezar a desmenuzar un poco, nos transportamos a la década de aparición de apellidos como Waters, Michaels (SNL) y los hermanos Farrelly.

¿Semejanzas? ¿diferencias? Miles. Los nuevos ¿innovaron? ¿llevaron la comedia un paso más allá? ¿tienen mayores libertades a la hora de transgredir? Preguntas, preguntas y más preguntas, no todas con una respuesta certera.

Si sobre certezas hablamos, debo decir que no creo que haya surgido un movimiento como la Nueva Comedia Americana. El contexto sociopolítico y cultural de cada época ha marcado, según las exigencias y necesidades de cada uno de esos realizadores, la impronta de “hacer algo”, y ese “algo” captó la esencia de transgredir. Waters realmente fue más allá: comer mierda desde el trasero de un perro como hizo Divine no era algo que se viera con frecuencia. Hoy el panorama es otro; el camino que abrieron tipos como Waters sirvió para que podamos ver toda la mierda desparramada que queramos en capítulos televisivos como Jackass, en pruebas a lo Telemach o en bromas armadas que a veces terminan interesando más por averiguar si fueron reales o consensuadas que por el contenido mismo que albergan. Eso no es innovar sino querer pecar de transgresores de la forma más simplista posible: “nos vamos a un extremo, hacemos lo que queremos, nos cagamos en todos (metafórica y literalmente hablando) y bueno, de repente, ganamos millones”.

Al llegar Larry Charles se origina una bifurcación en la línea que trazaron Apatow y Mottola: ellos dialogan constantemente como lo hacen las nuevas generaciones -hablan de pijas, perras, putos, negros, coger (con la utilización de estas mismas palabras políticamente incorrectas)- mientras que Charles también lo hace pero en un contexto de ridiculización del personaje principal de sus films -siempre interpretado por Sacha Baron Cohen-. Aquí, el dictador Aladeen, absolutamente convencido de sus ideales, brinda en sus discursos connotaciones que hacen alusión al machismo, los sistemas dictatoriales que oprimen sociedades, la constante disminución de la mujer frente al hombre y el poder, y a todo esto le suma gags de carácter grosero. Ahora bien, ¿cómo medir el nivel de grosería? ¿es válida la fórmula directamente proporcional “a mayor grosería, mayor transgresión”? El Dictador queda lejos en esta carrera -a diferencia de lo que Borat y sobre todo Brüno significaron-. Aladeen se rectifica, con moraleja final incluida, sobre la democracia: hace una comparación clarísima entre democracia y dictadura, y acierta en el blanco político de los Estados Unidos: el petróleo, las finanzas, los medios televisivos.

Pero acá no estamos frente a lo mismo que Sacha Baron Cohen hizo en los films anteriores. En esas películas el cómico no se reía con vos sino de vos (en ésta escasean gags comprometidamente zarpados), y predominaba la sensación de formato reality. Si pensamos en la hipotética situación de que su personaje hubiese sido interpretado por Adam Sandler, el film tendría exactamente el mismo resultado. Con esto quiero decir que Sacha en el papel de Aladeen es una sombra de lo que fuera su interpretación en Brüno. Aquí, con el objetivo de captar un mayor caudal de audiencia, tranzó con el contenido y, en cierta forma, comenzó a perder la imagen inicial que tuvimos de él y con la cual pasó a tener notoriedad. Quizás el anuncio del lanzamiento, dentro de cuatro semanas en formato digital, con el destacado de “banned and unrated” (prohibido y no calificado) o “lo que no pudiste ver en cines”, con casi 20 minutos de más, pueda ser la solución a este dilema.

Por otro lado, con El Dictador Charles se adjudica una derrota. Si bien trabajar junto a Sacha lo ayuda a diferenciarse de los directores anteriormente mencionados -a quienes consideraríamos integrantes de un nuevo movimiento en relación al género-, la falta de audacia en gags comprometidos, la decisión de no mostrar siquiera un seno femenino, el caer en chistes sobre las diferencias hombre-mujer y no depilación, o el hecho de darle una patada a un menor demuestran -vaya a saber uno por qué- el nivel al que se bajó. ¿Esto es nueva comedia?

¿Qué es la Nueva Comedia Americana? ¿nació? ¿murió? ¿surgió siquiera alguna vez?


Nota: para aquellos que quieran asistir a ver una excelente comedia, bien zarpada si las hay, agenden este miércoles 18 de julio a las 21hs en Humboldt 1855, proyección HD de Brüno + charla debate a cargo del crítico Juan Manuel Domínguez.

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