(Estados Unidos, 2014)
Dirección: David Dobkin. Guión: Nick Schenk y Bill Dubuque. Elenco: Robert Downey Jr., Robert Duvall, Vera Farmiga, Billy Bob Thornton, Vincent D’Onofrio, Jeremy Strong, Dax Shepard. Producción: David Dobkin, Susan Downey y David Gambino. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 141 minutos.
Choque de lugares comunes.
Desde el título, El Juez, tiene un planteamiento genérico, como si no hubiera escape a la menor de las inflexiones, ni siquiera las más ligeras que podrían pensarse para desarrollar la premisa de un abogado de la gran ciudad (Robert Downey, Jr.) en camino a su pueblo natal para asistir al funeral de su madre y enfrentarse con los demonios de su niñez y adolescencia, casi todos generados por su padre, un juez septuagenario (Robert Duvall), quien en la noche del entierro atropella a un hombre al que condenó años atrás.
La continuidad de situaciones no es más que un desenvolvimiento de pase de facturas, de achaques, rencores y muchos otros motivos de los dramas familiares, género al cual Hollywood inocula sus modos particulares, sin distanciarse considerablemente de las estructuras narrativas básicas. Lamentablemente el director David Dobkin (Los Rompebodas) se aferra con fiereza a las recetas tradicionales, sin aprovechar -por ejemplo- los componentes actorales, quizás los más fuertes (al menos en una primera mirada superficial) por tratarse del hombre del momento para la industria del cine estadounidense, Robert Downey Jr., y de una leyenda de los últimos cuarenta años, Robert Duvall. También por tratarse de un choque de estilos: mientras el protagonista de la saga Iron Man derrocha histrionismo, el actor de El Padrino lo confronta con sutileza. Ni siquiera el séquito interesante de secundarios como Vincent D’Onofrio, Vera Farmiga y Billy Bob Thornton (el más desperdiciado de todos) permiten descarrillar mínimamente de la prolijidad de la historia.
El Juez ni siquiera aprovecha la iconografía del film de juicios, porque le importa simplemente desplegar los clichés de las familias fracturadas y es así que el caso judicial se pierde en escenas desganadas, como si fueran puentes para llegar rápidamente a las tensiones “puertas adentro” de los personajes. El cine clásico de Hollywood (con el que dialoga este film) si se caracterizó por algo fue por contar historias que a su vez tuvieran un correlato, el cual operaba de manera invisible, como acompañante silente. Dobkin invierte este procedimiento, la historia que tendría que progresar tácitamente se hace carne de manera grosera y empuja a la marginalidad narrativa a la otra. Tampoco las subtramas (en especial la de Downey Jr. y Farmiga) apuntalan a la historia principal, sino que aportan más lugares comunes. Si no había un escalafón más subterráneo a las transposiciones de los mamotretos literarios de John Grisham, El Juez lo ha creado.
Por José Tripodero
Trapitos al sol.
Un subgénero algo olvidado por la maquinaria hollywoodense como el de las películas de juicios vuelve -aunque a medias- en el nuevo filme de David Dobkin, El Juez. El director, acostumbrado a la comedia y que viene de ponerse tras las cámaras en películas como Si Fueras Yo o Los Rompebodas, aquí cambia completamente de registro y nos brinda un dramón familiar con toques de “trial film”. Nos cuenta la historia de un exitoso abogado de Chicago (Robert Downey Jr.), enemistado con su padre, que debe volver a su ciudad natal en Indiana para defender a su padre (Robert Duvall), un eminente juez de gran trayectoria, en un juicio. Sin embargo, lo que finalmente importa no es el veredicto del jurado sobre el acusado, sino el del viejo juez sobre su propio hijo.
El caso que convoca al abogado, un arrollamiento y muerte que involucra a un potencial enemigo del juez, sirve aquí como un importante elemento de intriga. Pese a que todo indica que el viejo es culpable, el juez no sabe -o no cuenta- qué fue lo que sucedió. Una serie de tópicos van apareciendo en el tapete: el honor, el legado, la honestidad, la ley como única igualdad de los hombres y todo eso se mezcla entre la historia “legal” y el pasado familiar, todas aquellas viejas heridas que dejaron más que algunas cicatrices.
El apartado actoral es, sin la menor duda, lo mejor del film. En especial cuando se dan los tan mentados “duelos” entre los dos protagonistas. Las acaloradas discusiones, los diálogos hirientes, pero también los pocos momentos de acercamiento entre estas dos almas dolidas, devienen en escenas logradas, capaces de conmover aún en las situaciones en donde es más fácil caer en la chabacanería o la cursilería.
El guión encamina correctamente la historia, intercalando la temática judicial con la familiar, pero en especial por la manera en que va diseminando la información y develando los misterios, pequeñas dosis de verdad que ayudan que ambas progresiones dramáticas se desenvuelvan. Sin embargo, los guionistas Nick Schenk (Gran Torino) y Bill Dubuque fallan enormemente al decidir que esas dos vías narrativas confluyan literalmente en una sola, como si el tribunal se convirtiera en el living de una casa o en el consultorio del terapeuta. El otro desacierto es la constante intromisión de personajes secundarios (con un elenco que incluye a Vera Farmiga, Billy Bob Thornton y Vincent D’Onofrio) e historias divergentes desaprovechadas que solo sirven para sumar minutos innecesarios al metraje y desviar la atención del conflicto principal.
En conclusión, El Juez es una película dispar, tan lejos de ser memorable como de algunas de las poco inspiradas obras dirigidas por el director en el pasado. Ya sea que los espectadores valoren más sus defectos que sus aciertos o viceversa, lo que indefectiblemente vale la pena es ver en pantalla nuevamente a Robert Duvall, haciendo un papel que le cae como anillo al dedo.
Por Juan Ferré