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CRÍTICAS

El León en Invierno

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El León en Invierno

Dirección: Pompeyo Audivert. Dramaturgia: James Goldman. Versión: Fernando Masllorens, Federico González del Pino. Escenografía: Ana Audivert. Iluminación: Leandra Rodríguez. Vestuario: Julio Suárez. Música Original: Carmen Baliero. Intérpretes: Daniel Fanego, Leonor Manso, Sergio Surraco, Fabio Di Tomaso, María Alché, Manuel Fanego, Ignacio Rogers. Prensa: Tommy Pashkus.

Navidad en Familia y con Amigos

Abocándonos a la historia, el periodo que narra la clásica obra de James Goldman, El León en Invierno es acaso una de las más fascinantes en lo que respecta a enfrentamientos bélicos. Si bien 1183 fue un año pacífico, el conflicto que desencadenaría la situación que dramatiza Goldman, llevaría consecuentemente a la famosa Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia, ambas naciones, codiciando tierras que eran del otro.

El conflicto por supuesto se remonta a tiempos previos a los de Enrique II, en realidad, pero es la lucha por el trono y la herencia lo que llevaría posteriormente a una descarnada sucesión de guerras y enfrentamientos entre británicos y franceses que ocuparían no solamente un lugar privilegiado en los anales de historia universal, sino también en el teatro y los mitos populares.

Acaso el enfrentamiento entre Ricardo, “Corazón de León” y su hermano, el príncipe Juan “Sin Tierra” derivaría en la creación de una de las más grandes leyendas urbanas de la cultura sajona: Robin Hood. O el enfrentamiento entre reyes, desde fines del X hasta el siglo XV serviría de inspiración a William Shakespeare para resumir la historia de los Enriques y Ricardos en sus primeras notables obras. Y sin ir más lejos, en un momento dado de la obra, Enrique II cita como ejemplo de contraste de disputa familiar a Rey Lear, protagonista de una de las más célebres obras del autor de Romeo y Julieta.

Esta historia, comienza en Navidad, con la llegada al palacio británico de Felipe II (Ignacio Rogers), rey de Francia, que viene a reclamar tierras que le fueron quitadas a su padre, por parte del actual dueño de la corona inglesa, amenazando con una posible guerra. La única forma de evitar el conflicto es que la hermanastra de Felipe, Alix (María Alché), contrajera matrimonio con el heredero al trono. Enrique II (Daniel Fanego) planea dejarle la corona a su hijo menor, Juan (Manuel Fanego), su favorito, aunque prefiere que el matrimonio se contrajera en un futuro lejano, dado que Alix es su amante. El problema es que para darle todos los territorios necesita la aprobación de la reina Leonor, propietaria de Aquitania, una tierra rica y poderosa, que Leonor pretende dejar en manos del hijo mayor del matrimonio: Ricardo (Sergio Surraco), lo que lleva a una disputa entre hermanos por el “amor” de sus padres, y de estos mismos por demostrar quien tiene más poder de los dos, y quién es capaz de engañar mejor al otro. En el medio, está Godofredo (Fabio Di Tomaso), el hijo obviado, pero a la vez el más inteligente y traicionero de la familia, a raíz del rencor que tiene por la ignorancia de sus progenitores.

Pensada como un juego de ajedrez múltiple en la que cada personaje arma estrategias para asumir el poder, poniéndose y dejando caer las máscaras de la mentira y la hipocresía filial, Pompeyo Audivert convierte lo complejo en simple, y consigue una obra dinámica, divertida y a la vez tensionante apoyado en una puesta en escena que respeta el contexto histórico y es vistosa, especialmente en la realización del vestuario, pero al mismo tiempo esencial. Ningún artilugio decorativo, logra distraer al espectador de la potencia de un texto muy inteligente y atrapante, irónico y lleno de matices que analiza la frialdad, los prejuicios y el desamor de la época. Aunque en realidad, el hecho de que se trate de una familia monárquica pasa también a segundo plano, ya que en realidad, estamos hablando de una familia incomunicada que ha escondido sus sentimientos, y por culpa de la falta de atención a sus descendientes termina sufriendo el ataque y la amenaza de un parricidio. En cierta forma esta historia pudo haber sido inspiración para crear los personajes y el conflicto entre hermanos de la historia de El Padrino, de Mario Puzo. 

La cruenta batalla de odios y rencores lleva a que los personajes jueguen una carrera de inteligencia, hagan y deshagan fraternidades con el que era su antiguo enemigo y busquen consuelo en falsos amores.

La obra atraviesa y plantea situaciones edípicas entre Ricardo y su madre Leonor, consiguiendo una tensión sexual entre ambos que a la vez se ve traducida en un viejo sentimiento de Enrique por Leonor que tiene mayor intención por desnudar una cuantas verdades del pasado de ambos que de reconciliar una relación amorosa. Sin embargo, es innegable que ambos personajes son el uno para el otro, y utilizan las misma herramientas para manipular a los personajes que los rodean y conciliar sus planes.

El texto de Goldman manifiesta los prejuicios hacia el rol femenino y la homosexualidad latente, pero abierta entre monarcas y aspirantes del trono. Tampoco queda afuera, pero con menor profundidad, una sutil crítica al rol eclesiástico en las decisiones monárquicas, aunque solo como una mera excusa de liberación. Recordemos, que posteriormente, Ricardo iniciaría una tercera cruzada en busca del Santo Grial, que le permitiría al rechazado y estúpido Juan, tomar control de la corona británica (releer Robin Hood).

Pero más allá de estas cuestiones dramáticas, lo que realmente pesa en escena son las interpretaciones de un elenco soberbio liderado por Daniel Fanego y Leonor Manso, como los veteranos monarcas enemistados a muerte.

El baile de máscaras que ambos utilizan es realmente fascinante. Fanego cambia de estados emocionales en forma permanente, provocando odios y cariños de parte de la audiencia, que lo ve como un perfecto antihéroe con ambiciones y pretensiones de no dar el brazo a torcer, por su insana esposa y sus rebeldes hijos. El humor del actor, el cinismo y la ironía que utiliza como herramienta para llevar al personaje y manipular a los de más es de una fuerza indescriptible.

Pero Manso, en su retrato de reina, que debe enfrentarse con su familia y sus falsos testimonios, y manejarse en una fina división entre la locura permanente y una alternativa a su encierro, consigue una actuación honesta, lírica, poética, sensible y también irónica.

Se trata de un duelo de titanes de la actuación. Y hablando de enfrentamientos, también vale la pena destacar el excelente desenvolvimiento de los jóvenes Surraco, Di Tomasso y Fanego como los hijos del rey. Especialmente el primero consigue una presencia escénica en voz y cuerpo completamente sorprendente, capaz de hacerle frente a Daniel Fanego y conseguir provocarle un mínimo susto e intimidación al personaje del rey. Son menores, aunque con momentos muy interesantes y provocativas algunas intervenciones de Alché y Rogers.

Contagiada por el frío proveniente de la estación climática ficcional, la transposición del texto  de Goldman es una verdadera sorpresa. Gracias al espectacular ritmo impuesto por su director, las bellísimas interpretaciones de Manso y Fanego, y el apoyo de un sólido elenco secundario, El León en Invierno despierta un grato interés por el comportamiento de los reyes y una ávida curiosidad por reveer la historia. En este sentido no solamente, la adaptación de Masllorens y Del Pino consiguen adaptar el lenguaje llegando a una coloquialidad respetuosa con el texto original y un lenguaje contemporáneo.

Más allá de eso la ironía, tristeza y melancolía por esta familia disfuncional consigue generar empatía y simpatía gracias a una serie de engaños en los que el espectador juega un rol cómplice.

Entre soliloquios y coreografías somos testigos de un espectáculo completo, de una disputa que lleva casi mil años, y aún sigue atrapando… tanto al cineasta o realizador moderno como a juglares de 1183.

A fin de cuentas, los mejores chismes del año se siguen contando, en la mesa navideña.

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Un rey y una reina se enfrentan y no es la primera vez que lo hacen. El rey es Enrique II quien reúne a su familia porque necesita designar a su sucesor.  La reina, su esposa, es Leonor de Aquitania, a quien mantiene en prisión desde hace diez años.  Es la Navidad de 1183  en Inglaterra. Muchas cosas han cambiado durante ese tiempo ya que los tres hijos se han convertido en hombres y el rey vive abiertamente con su joven amante Alix.

Los conflictos son de toda índole en esta familia. Luchan por el poder, luchan por los territorios  y por los títulos pero por sobre todas las cosas luchan porque quieren obtener el reconocimiento del otro. Su lucha más encarnizada es la que entablan para ser amados. Los enfrentamientos son feroces: nada queda en pie y nada se respeta porque los agravios son muchos. Enrique y Leonor se insultan, se hieren, se alejan y luego vuelven para comprobar si todavía queda algo que puedan recuperar.

Dar vida a estos personajes no es tarea fácil aunque así lo parece para Leonor Manso y Daniel Fanego. Dos intérpretes que realmente son durante un par de horas Enrique II y Leonor de Aquitania. Son conmovedores los gestos mínimos de Leonor Manso cuando da vida a la otra Leonor,  mujer legendaria, apasionada, extraña para esa época. Y Daniel Fanego nos alerta desde el escenario con su rey despótico, caprichoso, irónico y a la vez vulnerable en sus afectos mas cercanos.

Los diálogos de James Goldman son duros pero certeros, nada está de más, nada es oscuro. Y por sobre todo aún en los momentos de mayor quiebre emocional queda un pequeño espacio para los recuerdos de mejores épocas. Sus criaturas sufren pero están vivas, están alertas.

Es un placer presenciar esta obra en la que todo el elenco se destaca bajo la dirección de Pompeyo Audivert y la escenografía y el vestuario complementan con tanta precisión esta puesta. Es realmente placentero ver a estos actores dando vida a un texto en el que las palabras y los gestos de a poco se diluyen hasta que solo queda en pie lo esencial.

Teatro: Regina/Tsu – Santa Fe 1235

Funciones:  Miércoles a Sábados 21 Hs Domingos 20 Hs

Entradas: Desde $130

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Por María Cristina Sedano Acosta

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