A Sala Llena

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Un cuentito de miedo, para la hora de dormir…

Un cuentito de miedo, para la hora de dormir…

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Acá estoy. Re dormida. Por estos días me ha dado por acostarme tarde y levantarme en consecuencia. No puedo abrir los ojos y me es imposible sacar el trasero de la silla, para ir a prepararme un mate cocido o algo que se me meta por la garganta, a ver si se me despegan los párpados. Estoy hecha un zombie y hace calor. Ando en patas, en medio del despelote de la casa y me bamboleo hacia los lados como E.T. borracho. Soy una especie de visión infernal y ni comencemos a hablar de mi aliento… En fin, tengo que arrancar y está costando.

La cama estaba maravillosa, hospitalaria, fresquita. Mis gatos habían formado una banana alrededor mío y dormían a pata ancha también, descociéndose en suspiros, y las sábanas me pesaban trescientos kilos en el cuerpo y me aplastaban contra el colchón. Aún ahora, frente a la computadora, charlando con ustedes, la almohada me atenaza la nuca con su presencia fantasmagórica. No puedo hacer mucho al respecto, salvo entablar esta conversación semanal, que tan bien me hace y que me llena el espíritu de alegría.

¿Han tenido esa sensación extraña, de que los persigue una película? Por estos días, a mí me persigue una.

He tomado la resolución de ver todo el cine que pueda y de todo tipo. Últimamente, solo me daba por películas clásicas y por estrenos rutilantes y pochocleros. Hacía demasiado tiempo que no ampliaba mi rango de visionado. Estaba en la cómoda, con mis películas de vampiros, mis escapadas al cine a ver estrenos rimbombantes, mis refritos eternos de Star Wars y el visionado periódico de alguna buena película en cable. Mi hermana me hizo ver que estaba demasiado achanchada, que debía volver a ver más cine y a encontrarme con esos films que están escondidos a los ojos del gran público. Esos que se escapan de la taquilla y las grandes premieres y que circulan por esa ruta paralela que, a decir verdad, muchas veces me da demasiada fiaca transitar, más que nada, por no abandonar la comodidad de los canales de HBO y los cines Multiplex.

Mi hermana me recomendó Luz Silenciosa y, por unos días, me obsesioné con la cinta. Pero no hubo forma. Ni la encontré en los videoclubs del barrio, ni pude verla en la red. Así que, me mandé  por Cuevana, para ver con qué me encontraba. Estuve como una hora mirando la lista de películas, hasta que me topé con la que ahora me persigue: Atormentado (Take Shelter) de Jeff Nichols.  Y por qué digo que me persigue; porque desde que la vi por primera vez, no paro de verla en cable y jamás la había visto antes en toda mi vida. Es como si hubiera abierto una lata llena de moscas. Una vez que la vi, las otras veces salieron a mi encuentro y se me estamparon en la cara y se me metieron por la boca. Raro, ¿no? Inclusive, mi amigo Rodolfo Weisskirch me comentó que, él mismo, se la había recomendado a mi hermana en mi propia cara hace unos días y que yo, como es muy probable, habría estado cortando polea. Al parecer, la película me anda zumbando alrededor de las orejas por algún tiempo ya, solo que yo no me había dado cuenta. Me gusta cuando eso pasa. Es como si el universo tuviera sentido. En mi imaginación, la cinta me andaba buscando, sabia y viva como es. Tal vez esté desquiciada, pero si hay algo de lo que no tengo dudas después de haber filmado un largometraje y varios cortos, es de que las películas tienen alma y vida propias y que siempre hacen lo que les da la regalada gana.

Atormentado no pisó los cines argentinos. Salió derechito en DVD, aun cuando le fue bastante bien en Cannes y tuvo un amplio espectro de críticas positivas a su estreno en 2011. Es un film pequeño, para mí no de horror, pero si de miedo. La va de un simple trabajador de clase media llamado Curtis, en el estado de Ohio, que vive una vida tranquila junto a su mujer y a su pequeña hijita sorda y, de buenas a primeras, comienza a tener unas pesadillas horribles. En sus sueños, se desata una horrorosa tormenta y, amigos, conocidos o mascotas, lo atacan a él y a su hijita, dejándolo completamente impotente. Curtis tiene una madre esquizofrénica así que, en primera medida, le achaca todo su desorden a eso. Teme por su sanidad mental y por el bienestar de su familia. Pero conforme van sucediéndose las pesadillas, comienza a estar convencido de que significan otra cosa: la profecía de un desastre inminente. La venida de una tormenta asesina para la que no están preparados y que pone la vida de los que ama en riesgo. Llevado de las narices por esa idea, comienza a construir un refugio subterráneo en el patio de su casa, lo que le trae toda clase de problemas con su esposa, su mejor amigo y, finalmente, le cuesta el trabajo.

Es una película pequeña, escueta, bien contada y sin elementos de más. De narración ajustada y actuaciones excelentes. Michael Shannon, el actor que interpreta a Curtis, brinda una performance introspectiva, sin artificios ni lugares comunes. De hecho, por momentos, hasta resulta amorosa su composición, ya que no escatima ni fragilidad, ni ternura. Y fue lo que más me gustó de todo el film. Poder observar a Curtis en el proceso de pérdida de la razón, y transitar con él esos estados, no desde un lugar distante, si no desde una perspectiva familiar, conocida, casi de empatía. La película acerca al espectador al proceso del protagonista de manera extremadamente humana, y lo pone en dolorosa cuenta de lo borrosa que es esa línea absurda que separa la cordura de la locura. Me identifiqué profundamente con Curtis, con sus pesadillas, con sus miedos, con sus certezas descabelladas, con sus deseos ocultos, con su ridiculez y con su impotencia. Curtis tiene esos sueños que nos persiguen largamente en la vigilia y que nos dejan, cuerpo y espíritu, invadidos por una extraña mezcla entre angustia y terror. Son esos sueños que no nos podemos terminar de sacudir y que, por alguna razón, nos parecen algo más: un presentimiento, una premonición, una profecía. Pobre Curtis… Yo todavía no sé si desearle que esté sano o que esté loco. Las dos opciones en la diégesis de la película, son una mierda.

Lo que sí sé, es que debo recomendárselas enfáticamente. Busquen y vean esta pequeña gran película. Y no se queden con Curtis, Jessica Chastain en el rol de la esposa, está maravillosa y la enorme Kathy Baker, en el papel de la madre esquizofrénica, es un derroche de virtuosismo. La mina necesita solo una escena, para incendiar la pantalla. Una gran actriz, con más prestigio que reconocimiento, que sigue actuando como solo lo hacen los grandes. Un ejemplo de oficio y amor a la profesión.

Qué puedo decirles, es una de esas películas que a mí me encantan. Pequeña, bien resuelta, bella, bien encarnada, profundamente humana y, sobre todo, muy bien narrada.

Un cuentito de miedo, para la hora de dormir.

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