El Muerto y Ser Feliz (España, Francia, Argentina 2012)
Dirección: Javier Rebollo. Guión: Javier Rebollo, Salvador Roselli, Lola Mayo. Producción: José Nolla, Damián París. Elenco: José Sacristán, Roxana Blanco, Valeria Alonso, Jorge Jellinek. Duración: 92 minutos.
Crítica publicada exclusivamente durante la cobertura del 60º Festival de Cine de San Sebastián
Responsable de títulos encumbrados en San Sebastián como Lo Que Sé de Lola o La Mujer Sin Piano, Rebollo pertenece, como Jaime Rosales, Pedro Aguilera o Isaki Lacuesta entre otros, a ese tipo de directores que experimentan con el lenguaje narrativo y fuerzan los límites de la representación consiguiendo por un lado que los festivales y los críticos más sesudos les adoren y por otro que la mayor parte del público no entienda nada de lo que hacen y les dé la espalda. Unas veces con razón y otras sin ella. Son esos autores (así con negrita y subrayado) que gritan desde la pantalla que lo son – o que aspiran a serlo, aun por la via más dura – para los que el clasicismo narrativo es poco menos que un anatema y que provocan encendidas polémicas entre defensores y detractores allá por donde pasan.
Me parecen saludables muy necesarios este tipo de autores para el cine español, lo he escrito en varias ocasiones – véase en esta misma revista mi reseña de Los Pasos Dobles, la sorprendente Concha de Oro del pasado año y toda la polémica que desató – y eso a pesar de que hay muchas, demasiadas ocasiones en las que estos experimentos me crispen los nervios y me provoquen ganas de gritarle a la pantalla. Pero entiendo igualmente que hay una parte de provocación en estos trabajos, un nada disimulado intento de epatar que, intuyo, seguro que a más de uno de estos autores les lleva a descojonarse en la intimidad de su casa con los intentos de interpretación y encendidos elogios que le dedican sus propios apologetas.
Dicho esto, El Muerto y Ser Feliz, extraña historia en la que Pepe Sacristán interpreta a un asesino que ya es incapaz de matar más que, a punto de fallecer por un cáncer inoperable se embarca en un extraño viaje a ninguna parte por la Argentina profunda en compañía de una mujer, Roxana Blanco, que también carga con sus propios problemas me pareció una película fallida y a ratos exasperante, pero que también contiene algunos destellos brillantes no solo en el terreno de ese humor surrealista y un punto absurdo que caracteriza a Rebollo, sino a nivel narrativo. La película es dominada por una omnipresente voz en off que, como si de una obra patrocinada por la ONCE (Organización Nacional de Ciegos) se tratara, va describiendo al espectador no solo los pensamientos de los personajes sino anticipando a veces aquello que va a suceder. Que luego vemos. No es nada nuevo. De hecho, Elisa K llevó a cabo un experimento narrativo muy similar aquí en Donostia hace unos años. Pero sigue siendo igual de desconcertante. Y las más de las veces, innecesario.
Uno puede quedarse con los buenos trabajos interpretativos (Sacristán y Blanco cumplen con lo que se espera de ellos incluso con cierto entusiasmo), con puntuales momentos de humor, con algún toque curioso que emparenta la peli con algunos otros insignes directores de la cuadra del productor Luis Miñarro (ojo a ese momento Apichatpong casi al final del relato) o con las reiteradas apariciones del crítico Jorge Jellinek (¿recuerdan La Vida Útil?) como un guiño cinéfilo, en general el resultado deja bastante que desear, uno se remueve en el asiento incómodo, se aburre de tanta reiteración inútil y de tanta impostura. Insisto: este cine también me parece necesario y fundamental para el cine español. Solo que a veces me parece un auténtico coñazo.
Por David Garrido Bazán
Crítica publicada exclusivamente durante la cobertura del 50º Festival de Cine de New York
Una novela de caballería
El Muerto y Ser Feliz, nueva obra del español Javier Rebollo, es una film raro, de aquellos que surgen de la unión de diversos componentes para concretar una historia que pareciera ser automatista e inconsciente.
El film narra el fatídico presente de Santos (José Sacristán), un supuesto matón a sueldo que ya en sus últimos años no le puede hacer daño a nadie. Encima es adicto a la morfina debido a sus tres tumores e irá huyendo de un lugar a otro buscando un destino que nunca encuentra. De casualidad, se subirá a su auto Érika (Roxana Blanco), una mujer de mediana edad que también se encuentra en una situación complicada, por lo que lo acompañará en un largo viaje sin rumbo a lo largo de miles de kilómetros por distintos puntos de Argentina.
La película esta narrada constantemente por una voz en off que va detallando cada hecho que transcurre, como una especie de ser superior que lo sabe todo y se lo enuncia al espectador. Aunque por momentos se torne un poco denso, resulta un interesante recurso narrativo.
El Muerto y Ser Feliz toma una esencia mítica acerca de su protagonista; nunca se sabe si lo que hizo Santos es cierto o si nunca sucedió, todo parece instantáneo. El personaje de Sacristán – que por cierto concreta una actuación sobresaliente – es una especie de antihéroe de una novela de caballería, bien al estilo de Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, y Érika – en este caso – cumpliría el papel de su Sancho Panza, del compañero que necesita para encontrar su aventura y su destino.
La obra de Rebollo también cuenta con importantes referencias a la Nouvelle Vague francesa, a partir del realismo de los films de Eric Rohmer o más precisamente al espectro de las primeras películas de Jean-Luc Goddard como Pierrot El Loco, denotando desde un maldito leit motiv que enuncia cada movimiento sospechoso, hasta las arduas persecuciones y la aparición de personajes extraños en el relato.
El Muerto y Ser Feliz cuenta con imponentes planos que retratan las diversas locaciones del film, como también es destacable el importante uso del sonido, que entre la voz en off, la de los personajes y lo ambiente, se produce una gran distribución dramática a partir de lo que se va escuchando.
En líneas generales, hay que decir que tras La Mujer Sin Piano, este nuevo film de Rebollo es una muy interesante obra, que a través de una sofisticada historia deja en su legado el mito de Santos en una intensa road movie que entre recursos cinematográficos y de novela de caballería expone un trabajo digno de ser visto.