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CRÍTICAS - CINE

El Ocaso de un Asesino, Según Rodolfo Weisskirch

 

Se le acabaron las millas

 

Le puede ir muy bien en los casinos de Las Vegas y de Europa, pero con el amor no tiene suerte hacer rato.

George Clooney es un galán descorazonado. Al menos en sus últimas interpretaciones.

Esta vez en El Ocaso de un Asesino, sino las puede tener… las mata.

El personaje de Jack hace recordar un poco al Ryan de Amor sin Escalas, un hombre taciturno, con un pasado oscuro, solitario, sin hogar fijo, experto en lo suyo, que desea que cada nuevo trabajo sea el último porque siempre termina perdiendo una mujer en el camino.

Rodeado de una típica villa italiana, se enamora de una prostituta hermosa, con la que se quiere escapar después de realizar una última misión, en la cual no va a tener que soltar disparos supuestamente sino solamente armar a una bella asesina.

Este segundo largometraje de Corbijn prometía desde el trailer y el afiche inicial, mostrarnos una perspectiva europizada de las películas de asesinos profesionales. En ese sentido, el director de Control  cumple, al menos en términos cinematográficos. Junto con el director de fotografía, aprovechan al máximo cada paisaje europeo (ya sea Suecia o Italia) para enfatizar la desolación de este personaje que solamente tiene que esperar… a que le llegue la hora.

Corbjin trabaja el personaje de Jack en varios niveles psicológicos y existenciales, pero sin ser redundante o explicativo. El sutil, fino y elegante trabajo de George Clooney es muy interesante para entender el funcionamiento de la mente de este hombre.

Corbjin trabaja con cuadros, no con planos. Trabaja con una simetría total completamente pictórica clásica, y aplica dicho clasicismo en la elección de las referencias cinematográficas que utiliza.

La película remite a los policiales negros de principios de los ’50 con un protagonista al que no le queda mucho tiempo de vida, y a la vez por la elección de los principales personajes que lo rodean, Clara (la prostituta) y el padre Benedetto, un cura bonachón, con un secreto a cuestas.

También se nutre, y muy bien a los policiales dramáticos europeos de los años ’60, especialmente los franceses como A Pleno Sol, de René Clement, donde por primera vez aparecía el personaje de Tom Ripley (Alain Delon), también reconocido en El Amigo Americano (de Wim Wenders con Dennis Hooper como Ripley).

Si bien, Jack no es un sociópata como Ripley, el hecho de ser “un americano” forma parte fundamental de la estética narrativa de la película, donde se hace hincapié en la utilización del termino “americano” según la cultura europea: un café americano, el tema “No parlo americano” (que salía en El Talentoso Sr. Ripley para seguir en los paralelismos con el personaje de esta película).

Y no falta tampoco la sensación de estar viendo un western crepuscular como A la Hora Señalada o Quién le Disparó a Liberty Valance, donde el “héroe”, debía esperar la llegada del villano en un pueblo pequeño y de paso, se enamoraba de la chica menos pensada antes de duelo final.

Esta vez, el villano es dejado a un segundo plano para centrarse en crear a este antihéroe.

Y en este sentido es donde encuentra más agujeros la película.

Si bien desde un punto de vista visual e interpretativo, el talento artístico de fondo es innegable, la imagen está trabajada en sentido plástico, e incluso los tiempos son diferentes al de los thrillers estadounidenses contemporáneos, pero no por esto es densa o aburrida (aun cuando no hay mucha acción, Corbijn maneja muy bien los climas de suspenso y da falsas pistas al personaje, y al espectador), a nivel narrativo, la historia es demasiado previsible y convencional.

Al hablar de Erase una Vez en el Oeste, Sergio Leone (quien tiene un homenaje justificado en el film) dijo: “Es una danza de la muerte: desde el principio sabemos que los personajes no van salir vivos”.

Ahora bien, la comparación es un poco banal: mientras que Leone sabía como rellenar el desarrollo de la película con lirismo auténtico, humor y escenas de acción soberbias, Corbjin se limita a dejar que el tiempo pase… y pase… Por lo tanto, cuando termina el film, uno dice… “Al final, todo terminó como pensaba”.

Nos quedaremos con los méritos de un director cinéfilo, excelente constructor de climas y encuadres, las soberbias interpretaciones de Clooney, Plácido (Clara), Bonacelli (el cura) y Leysen (Pavel, el jefe de Jack) antes que una historia tan remanida, con tantos lugares comunes.

Demasiada película para tan poco guión.

 

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