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CRÍTICAS - CINE

El Precio de la Codicia, según Nuria Alvarez Silva

Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro

Antes de comenzar a redactar esta crítica, me siento en la obligación de sincerarme sobre dos puntos: primero, nunca fui adepta a las películas ambientadas en oficinas o sobre temáticas relacionadas con la economía, será quizás porque nunca me llevé bien con los números; segundo, luego de la experiencia vivida con Historias Cruzadas de Tate Taylor,

el hecho de que ésta también fuera la ópera prima como director de J.C. Chandor (también guionista) fue algo que me hizo temblar un poco, pero lo cierto es que me resultó llamativo semejante reparto. Una elección de varios actores con gran carácter y presencia como Kevin Spacey, esta vez muy lejos del deplorable jefe que interpretara en Swimming with Sharks de George Huang (renombrada como Las Reglas de Buddy en nuestro país), Stanley Tucci, en un pequeño pero preciso rol dentro del film, el siempre impecable Jeremy Irons, Demi Moore, Simon Baker y Paul Bettany para completar el cúmulo de grandes figuras. Entonces me senté sin saber exactamente qué esperar y con ciertos prejuicios al respecto también.

Peter Sulliva (interpretado por el también productor Zachary Quinto) se queda trabajando horas extras sobre un archivo que le fuera entregado esa misma mañana de manos de su ex jefe Eric Dale (Stanley Tucci), luego de que una ola de despidos en la firma lo dejara desempleado e incomunicado, irónicamente para perjuicio de la empresa luego. “Tengan cuidado” le advierte, y viendo el gesto que se dibuja en el rostro de Peter frente a su monitor, queda claro que algo no está bien. De ahí en más la película, nos interese más o menos su temática, atrapa al espectador con un relato simple pero que no pierde por un instante el suspenso y por el crecimiento del tono dramático hasta romper en un final abrupto pero adecuado.

Debo destacar que parte del buen resultado obtenido por el director está en las impecables interpretaciones, que bajo una muy buena dirección de actores, nos acercan a las miradas cruzadas, los nervios latentes, las decepciones y miedos que cada uno de los personajes atraviesan a lo largo de este viaje en caída inevitable. De alguna manera me quedó la sensación de haber visto dos historias: una que transita por el guión que abunda en cifras y estadísticas aún cuando nos habla de la vida íntima de sus personajes (por ejemplo, la divertida justificación de Will frente a sus dos atónitos empleados, de cómo se gastan más de dos millones de dólares en un año, ó el relato de Eric Dale en las escaleras de su casa sobre cómo un puente que construyera antaño le ahorraría a los ciudadanos miles de años de vida sentados en sus autos); y otra implícita en los rostros de sus protagonistas, la de la debacle moral, emocional, interna y silenciosa.

Aunque los contrastes entre las actuaciones son notables, tampoco se deslucen los actores más jóvenes como Zachary Quinto y Penn Badgley, actores con más trayectoria en televisión que en cine. Difícil tarea la de estos muchachos de competir frente a la cámara con un actor como Jeremy Irons, como John Tuld, el dueño de la firma que desde el instante en que aparece “en escena”, capta toda la atención y se convierte en una suerte de villano encantador. Para colmo nos hace un guiño cómplice y le pide a Peter que le explique su informe como si se tratara “de una niño de cuatro años o un Golden Retriever”, haciendo más comprensible la gravedad del asunto a la vez que el guión continúa afirmando lo que cuenta desde el comienzo, a cuanto más alto el escalafón mayor la ineptitud de quien lo ocupa.

La puesta en escena es prácticamente monocromática, en la que abundan los tonos grises, azules y negros, generando una atmósfera fría de este entorno donde se compran silencios con ascensos y morales con aumentos de sueldo. Ambientada en gran parte dentro de las oficinas de la compañía y con panorámicas de Wall Street, El Precio de la Codicia se convierte en un relato ficticio de una realidad que hoy tiene al mundo en alerta y a las grandes potencias en peligro financiero. Con simpleza y precisión Chandor debuta como un director prometedor y nos ofrece un filme con una temática actual que llega a asustar, porque nos guste o no la matemática domina el mundo, y en las manos erradas puede hacerlo estallar.

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