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CRÍTICAS - CINE

El Principito (The Little Prince)

(Francia, 2015)

Dirección: Mark Osborne. Guión: Irena Brignull. Elenco: Mackenzie Foy, Rachel McAdams, Jeff Bridges, Riley Osborne, Benicio Del Toro, Marion Cotillard, Paul Giamatti, Albert Brooks, Ricky Gervais, James Franco. Producción: Dimitri Rassam, Aton Soumache y Alexis Vonarb. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 108 minutos.

Sobre la redundancia conceptual.

Resulta sumamente curioso el mecanismo mediante el cual las ironías del tiempo parecen reírse de los déficits de determinada era, balanceándolos décadas después pero a expensas de otro rubro. Mientras que hoy el séptimo arte cuenta con los recursos formales -vía CGI- para dar nueva vida a los clásicos “difíciles” de la literatura, algo inconcebible en el pasado, lo que viene faltando es precisamente el talento de antaño. Si bien El Principito (The Little Prince, 2015) tenía todo para convertirse en la adaptación definitiva de la obra maestra de Antoine de Saint-Exupéry, una vez más estamos ante otro intento fallido que parece más un homenaje muy leve al autor que una verdadera traslación de su trabajo a la pantalla grande.

Lamentablemente, a pesar de los años transcurridos desde su primera publicación en 1943, El Principito continúa siendo un muro inquebrantable que impide las exégesis desde otros lenguajes, y esto se debe a los mismos inconvenientes de siempre: la naturaleza abstracta del relato (las alegorías varían según la mirada de turno y las lecturas a veces son antagónicas), las ilustraciones del propio Saint-Exupéry (las cuales establecen un marco visual específico, podríamos decir casi “oficial”) y la visión extremadamente crítica que subyace en el libro (no sólo para con los adultos en general, sino también en lo que atañe a la razón instrumental, el egoísmo y la pobreza de espíritu de la mayoría de los mortales).

Así las cosas, el film animado de Mark Osborne, conocido por codirigir Kung Fu Panda (2008) junto a John Stevenson, se empantana en cada uno de los obstáculos históricos del opus y para colmo arrastra un tufillo muy común en nuestros días, el de la sobreexplicación a través de subtramas bobaliconas que pretenden pasar por “complementarias”, cayendo a fin de cuentas en el terreno de la tergiversación y/ o la redundancia conceptual: en la novela ya existía un intermediario que nos presentaba al pequeño protagonista y su asteroide, léase el narrador/ aviador, no obstante aquí decidieron contentar al público femenino con otro más, una nena insípida cuya mami es una fanática del control que ya planificó toda su vida.

Esta búsqueda desesperada del aggiornamiento fácil, que incluye además referencias orwellianas y una innecesaria secuencia final de aventuras, se siente fuera de lugar y hasta deja de lado pasajes fundamentales del libro en torno a la amistad y el cariño recíproco. Se percibe claramente el interés francés orientado a transformar a uno de los íconos de la cultura autóctona en un producto apto para el consumo global, sin embargo la escasez de ideas es sinónimo de mediocridad. En suma, el realizador posee buenas intenciones pero fracasa como tantos otros antes y desperdicia las voces de Jeff Bridges, Benicio Del Toro, Marion Cotillard, Paul Giamatti, Rachel McAdams, Albert Brooks y un largo etcétera…

calificacion_2

Por Emiliano Fernández

 

La pérdida de lo esencial.

Hace unas semanas, luego de ver las primeras imágenes de El Principito, la versión para la pantalla grande de Mark Osborne del clásico infantil, nos emocionamos por lo que parecía la promesa de una de las películas animadas del año. El combo era infalible: un excelente director, cuidadoso siempre del material con el que trabaja, los mejores animadores de la industria, Hans Zimmer y su genialidad musical, y claro, la estrella en cuestión, uno de los mejores libros para niños y adultos, una obra invaluable e inagotable, la gema literaria escrita por Antoine de Saint-Exupéry sobre aquel niño de rizos rubios y esa ingenuidad que ninguno de nosotros quiere perder. Sin embargo, al terminar la proyección queda un sinsabor, la sensación de que el opus original es demasiado perfecto y exacto, y que cualquier atisbo de intentar volverlo a contar, o contarlo de otra manera, o insertarlo en otra historia, será una causa perdida.

Es verdad que el director ha intentado mantener la historia lo más fiel posible, no se han alterado los pasajes más importantes ni se ha cambiado nada en la línea argumental, de hecho es imperioso reconocer que el trato que se le ha dado a la historia de El Principito, tanto la elección de una animación en stop motion, que la acerca a los geniales dibujos del libro, como la precisión del desarrollo narrativo, es justo y loable, pero lamentablemente no alcanza.

La historia central, contada con animación CGI, nos presenta a una niña intentando entrar a una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad; su madre -obsesionada con el tiempo y la rigurosidad- le exigirá total compromiso durante todo el verano de preparación, con un cronograma estricto que no incluye tiempo libre para jugar ni hacer amigos. Todo cambiará cuando la pequeña conozca a su vecino, un alocado aviador, con quien se hará gran amiga y recorrerá toda la historia de aquel Principito que amó a su rosa, domesticó a un zorro, sucumbió ante la serpiente, recorrrió los planetas más variados, y quien descubrió y nos hizo descubrir que al final, solo se ve bien con el corazón.

El cierre de esta historia, donde vemos un posible Principito adulto, es lo que nos devuelve a la realidad: volvemos a sentir que estamos viendo una película sobre una niña y su vecino, sobre la importancia de permanecer fieles a la inocencia de nuestra infancia, el no olvidar quienes fuimos y quienes queríamos ser, y es en ese momento donde tomamos conciencia y nos convertimos en testigos de un largometraje animado, donde se evapora la magia de la historia original, y donde queda solo un film con muy buenas intenciones, pero con un resultado que no termina de convencer.

La animación es perfecta, pero ya la hemos visto, los personajes están bien construidos, pero también los hemos visto en infinidades de películas animadas, lo único que hacía esencial a esta historia, es aquello que será imposible de volver a contar: Saint-Exupéry lo hizo de una manera tan formidable y exquisita que todo lo que venga después nos dejará tan solo con ganas de regresar a las páginas del clásico infantil y volver a emocionarnos con aquel aviador suplicando volver a ver a su amigo, El Principito.

calificacion_2

Por María Paula Putrueli

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