Electrick Children, de Rebecca Thomas
Canción hacia una nueva vida
Electrick Children de Rebecca Thomas narra como Rachel (Julia Garner), una adolescente mormona de 15 años, quién dice estar embarazada producto de una acción divina tras escuchar un cassette con una canción de rock que encuentra en su casa. Su ultra conservadora familia se desespera con la situación, por lo que ella escapa hacia la ciudad en busca de un padre que se haga cargo de su inmaculada concepción.
El film parte de esta idea disparatada aunque totalmente verosímil a la psiquis social y cultural de Rachel y su familia, quienes viven en un pueblo de Utah y lejos de todo tipo de civilización y costumbres modernas. Ella escapa hacia Las Vegas junto a su hermano Hill (Liam Aiken), quién se esconde en la camioneta que ella se lleva, ya que iba a ser desterrado por su padre que lo acusa de ser el culpable del embarazo de la protagonista. El tema es que a partir de ese momento, ambos experimentan un cambio más que brusco en lo convencional de sus vidas.
La película de Thomas se maneja mediante el contraste, desde lo narrativo entre el drama y la comedia, como en lo argumental utilizando dicotomías claves para resolver la encrucijada del relato; desde la oposición de la manera de vida entre el campo y la ciudad a las personalidades sumisas de los hermanos de Utah en discrepancia al grupo que conocen en Las Vegas, los cuales son totalmente desacatados y lo ubican en un universo de rock y drogas. También es vital en la narración la temática religiosa, y tras Rachel ser una especie de Virgen María de los escritos bíblicos, antagónicamente sus padres hiper religiosos no le creen y tornan de ridícula su causa de estar embarazada por medio de una gracia divina, siendo muy destacado como la obra desencadena la ironía tanto sobre este tema como en los anteriores citados.
Encantadora por momentos y oscura por otros, Electrick Children es una interesante comedia dramática que atrapa constantemente a través de su gran guión, matizando complejos personajes y situaciones que parecen intrincadas, pero que luego se resuelven de gran manera, siendo atrayente el deje poético que se le aporta a la historia a través de un Ford Mustang que es de gran trascendencia en la narración y simboliza la pasión a lo largo del film. Otro tema a destacar es la funcional fotografía de Mattias Troelstrup, que entre tonos sepia y sugestivos claroscuros transmite un clima de incertidumbre y búsqueda entre las discrepancias que provoca la película.