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CRÍTICAS - CINE

Ella, según Martín Chiavarino

Una locura socialmente aceptable.

La soledad es una experiencia que nos colisiona contra nuestros sentimientos más profundos y desgarradores. Nos invita a conocer el abismo de nuestra propia personalidad y a dar un vistazo hacia el vacío y hacia el sinsentido de la existencia. Ella (Her, 2013), la nueva propuesta de Spike Jonze (Where the Wild Things Are, 2009; Adaptation, 2002; Being John Malkovich, 1999), es un film sobre la construcción de la identidad y sus contradicciones desde una mirada que mezcla un talante inocente con un humor catártico.

En un brillante mundo futurista, donde las personas se han adaptado a la flexibilidad laboral, los sistemas operativos navegan libremente y los problemas materiales han pasado a un segundo plano, Theodore (Joaquin Phoenix), un escritor de cartas íntimas, de carácter antisocial y semblante triste, en parte debido a su reciente separación, comienza una relación con un sistema operativo de avanzada que posee lo que los expertos en ciencias de la informática han denominado “inteligencia artificial”.

Theodore comienza a vivir con el sistema operativo, Samantha (Scarlett Johansson), una amistad que le permite abrir su corazón y experimentar un devenir amoroso que no involucra una relación carnal con un cuerpo. La brecha entre la concepción de la consciencia y el cuerpo como dos partes de un todo elaborada en la filosofía griega antigua y desarrollada por casi toda la filosofía occidental, se tensa hasta romperse, mientras el sistema operativo evoluciona con su lógica digital de asimilación de datos y el ser humano experimenta con sus limitados sentidos el  mundo a su alrededor.

La necesidad de sentirse único traiciona a Theodore y el descubrimiento de no ser nada más que un producto en serie dentro de una utopía gris no son más que detalles que acompañan a los primerísimos primeros planos que despojan a la imagen de la historia para desencajar a la humanidad de su ilusión de singularidad.

Ella indaga en las dos formas de construcción de la identidad: las relaciones sociales y la mirada hacia uno mismo. Estas dos caras de un mismo proceso de construcción social de la individualidad son llevadas hasta el absurdo al situarse en el futuro y en la relación entre un ser humano y un sistema operativo inteligente, en tanto que en un contexto diferente serían redundantes y aburridas.

La trama de la película es, por un lado, tan solo una forma de magnificar la relación de una clase media complaciente con sus artefactos electrónicos en lugar de concentrarse en los seres a su alrededor; y, por otro lado, una crítica hacía la dificultad psicológica de afrontar la necesidad de un otro deseante y la de asumirse a su vez como tal en un doble juego en el cual se desnudan los impedimentos inconscientes de una relación y la consiguiente imposibilidad de correspondencia entre los cuerpos.

calificacion_5

Por Martín Chiavarino

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