El actor Ignacio Rogers (en la foto, abrazado a Cecilia Roth) venía de hacer su ópera prima con El diablo blanco. Allí también participó Ezequiel Díaz. Ahora repiten roles en Las fiestas, una comedia dramática con Roth, Dolores Fonzi y Daniel Hendler. Esto nos contaron sobre el film.
Ambos venían de hacer El diablo blanco, una película de terror. Las fiestas es una comedia dramática. ¿Cómo surgió este proyecto?
Ignacio Rogers: Este proyecto es anterior a El diablo blanco. Empezamos a escribir con un grupo de amigos, donde están Ezequiel, Julieta Zilberberg y Esteban Lamothe. Fue con la idea de hacer algo juntos. Entonces apareció esta cosa de las relaciones familiares y empezamos a abordarlas. Cada uno aportó desde su visión personal, de su experiencia personal, sobre ese mundo de la familia. Así fue como se inició. En el medio apareció El diablo blanco y la hicimos. Cuando surgió la posibilidad de hacer Las fiestas, lo seguidmos desarrollando.
Ezequiel, contame sobre tu personaje, uno de estos hermanos en un momento crucial de su vida.
Ezequiel Díaz: Como nosotros somos actores, siempre pensamos en qué nos gustaría actuar. Empezamos a escribir esto en el 2010. Yo había conocido a una amiga mía llamada Topacio y me había inspirado algo. Me quedó algo relacionado a su energía, más allá de la cuestión de su sexualidad. Así como los chicos se armaron los alter egos de sus propios personajes, yo armé este personaje. En qué momento de su vida está y cómo interactúa con la realidad que está viviendo. Surgió desde una cuestión más lúdica.
¿Se respetó el guión o hubo margen para improvisar?
ED: Hubo muchas instancias. En un momento seguimos trabajando solos. Entonces ahí se modificó un montón de ese inicio. Cuando llegamos al rodaje, ya siendo los actores qué éramos, hubo lugar para eso que ya estaba planteado. Normalmente el mecanismo era que sucediera la escena…
IR: Y después improvisar. En los ensayos había más lugar para la improvisación, y en la filmación hacíamos la escena e improvisábamos después o un poco antes. No modificábamos demasiado lo del guión, pero algunas escenas daban más lugar para eso. La cena de Navidad, por ejemplo. Pero en general se filmó lo que se escribió, y se le agregó improvisación, de las cuales el 90% no está en la película. El 10% que está muchas veces son hallazgos.
ED: Esa improvisación sirvió para terminar de construirnos esa familia. Había que lograr esa naturalidad.
IR: Exacto.
ED: El vínculo entre nosotros debía parecer natural.
IR: La improvisación fue más una herramienta para lograr esa naturalidad que buscábamos.
¿Cómo fue el trabajo con el elenco?
ED: Yo ensayé mucho con Ceci, sobre todo. Un montón. Con Dolo ya habían trabajado mucho, y había un ida y vuelta constante. En el momento previo a la película, hubo mucho ensayo.
IR: Sí, para construir esta especie de código actoral que tiene la película. Se trabajó mucho para generar un código entre todos, que fuese funciona a la historia que queríamos contar.
ED: Y que nos ayudase a descubrir un tono. Cuando vimos que se corría de algo realista y funcionaba, vimos que había oro. Vimos que ese registro extraño tenía algo nuevo. Nos dejamos llevar por eso.
¿Es posible hablar de próximos proyectos, juntos o por separado?
ED: Seee. Ya somos como una dupla creativa.
IR: Ahora estoy escribiendo un guión que surge de una idea de Ezequiel. Un melodrama mezclado con cine catástrofe. Es una cosa bastante deforme y ambiciosa. Un melodrama donde va ganando terreno la catástrofe y la supervivencia. El desafío es hacer convivir esas dos cosas tan contrapuestas. Con una invasión de ratas (risas). Ese es uno de los tantos proyectos.
ED: Siempre tenemos varias cosas a la vez.
IR: Nunca se sabe cuál puede ser el próximo. También hay ideas para series y otras películas de terror y otras fuera del género.
Imagen: Festival Internacional de Cine de Mar del Plata