A Sala Llena

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DOSSIER

Fe de Etarras

Viendo con expectación desde América la voluntad de autodeterminación de Cataluña ante la ofendida España, y ante la Europa indolente, solo se puede esperar un nuevo y sorpresivo giro de guión. Un asunto que a la ciudadanía con DNI de España divide. Una división entre quién quiere la independencia, quién no quiere que se independicen y quién quiere que toda la población se quiera independientemente de su filiación política. La Grieta allá es territorial, con una frontera física dibujada en los mapas y desdibujada en los parlamentos, las tertulias políticas de la TV y las redes sociales donde se desatan pasiones y se vomita odio. Las banderas, con los mismos colores pero con distinta disposición de franjas, se las atan al cuello supermanes del patriotismo enfrentados a supervillanos en la otredad. Nacionalismo español contra el independentismo de una parte que dice no ser España.

El País Vasco, otra nacionalidad histórica como Cataluña, sufrió durante décadas la violencia de la banda terrorista ETA reclamando la independencia, y el gobierno español la combatió en ocasiones con terrorismo de estado. Desde el final de la dictadura de Franco 829 personas fueron asesinadas por la banda terrorista, siendo su última víctima en 2010. Pocas bromas.

A todo ello no es ajeno el guionista y director vasco Borja Cobeaga, que coescribió el guión de Ocho Apellidos Vascos (2014), el mayor éxito de taquilla en España hasta la fecha, y su secuela Ocho Apellidos Catalanes (2015), otro taquillazo. Dos filmes que se atrevían a hablar de las diferencias entre las nacionalidades que cohabitan dentro de un mismo estado con humor. Humor de trazo grueso, de estereotipos y exageración para consumo local.

De una manera más sutil Cobeaga dirigió su propio guión en Negociador (2014), comedia política que se inspiraba en las conversaciones mantenidas entre el Gobierno español y ETA durante la tregua de 2005, con Fernando Barea interpretando a un socialista vasco en la mesa de negociación con un etarra. Si la comedia es tragedia más tiempo, ¿ha pasado ya el tiempo suficiente para que nos riamos de esta tragedia?

El director donostiarra dirige y escribe al 50% con Diego San José Fe de Etarras. La acción transcurre en la España de 2010, volcada con el mundial de fútbol (que ganó La Roja), con un comando de ETA esperando la orden para atentar. Barea encarna al jefe en la sombra, del que Javier Cámara, veterano y cobarde terrorista que ni siquiera es vasco, espera su llamada. Se unen a él en el piso franco una joven pareja, Miren Ibarguren y Gorka Otxoa, que nunca han participado en atentados, y Julián López, un descerebrado español en busca de emociones fuertes.

Es la primera producción española para la plataforma digital Netflix y su estreno coincidió, astutamente, con el 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional de España (antes denominada de la Hispanidad).

Los gags se suceden, con los equívocos graciosetes y con los recursos fáciles que conducen la trama a un inesperado final. Borja Cobeaga y Diego San José, culpables del gran éxito de la ETB -televisión pública vasca – ¡Vaya semanita!, se mueven entre la comedia ligera y la negra con facilidad. Retratan a unos terroristas con cara de buenas personas, unos perfectos vecinos rodeados del fanatismo españolista, sublimado en la selección de fútbol al grito de “Yo soy español, español…” El acierto está en mostrar la defensa a ultranza del hecho diferencial vasco como algo ridículo frente a la España que se envuelve en su bandera para reafirmar su patriotismo, el comando no duda en colgar la más grande en el edificio donde se ocultan para no llamar la atención. El problema es la autoestima nacional.

El guión flojea con la historia romántica de la pareja que no sabe si huir a Uruguay o irse a vivir solos a otro piso en clandestinidad; con el vecino xenófobo depresivo; con la vecina a la que le reforman el baño como tapadera; con el trauma del etarra que huyó sin disparar un tiro… Líneas que no conducen a ningún lugar en concreto y que defraudan con un buen argumento de partida.

Zanjado todo de manera sorpresiva para redimir a los protagonistas, para no hacernos sentir mal por empatizar con gente tan mala. Pero reside un gran valor en Fe de Etarras: es cine que sirve como terapia, es una comedia que puede hacernos reír con algo que no tiene nada de gracia.

© José Lemur, 2017 | @joselemur

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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