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CRÍTICAS

Filosofía de Vida

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Filosofía de Vida

Versión y Dirección: Javier Daulte. Texto Original: Juan Villoro. Diseño de Escenografía: Alicia Leloutre. Diseño de Vestuario: Mariana Polski. Diseño de Iluminación: Eli Sirlin. Productores Generales: Pablo Kompel y Adrián Suar. Elenco: Alfredo Alcón, Rodolfo Bebán, Claudia Lapacó, Alexia Moyano, Marco Antonio Caponi. Prensa: SMW.

Filosofía de Vida muestra, a través de un triángulo amoroso estructurado en sucesivos encuentros personales (que de triviales pasan a develadores) y un interesante texto, una profunda disquisición en torno al amor, el deseo y las elecciones con las que construimos nuestro camino en la vida. En versión y dirección de Javier Daulte, esta acertada puesta en escena se caracteriza por una precisa puesta de luces y heterogéneas actuaciones entre las que en las casi dos horas de duración sobresalen los grandes momentos entre Alfredo Alcón y Claudia Lapacó.

En el marco de la filosofía cartesiana, Alfredo Alcón, en adelante El profesor, podría ubicarse como el Res Cogitans o las propiedades del pensamiento o la cosa que piensa.

Rodolfo Bebán, quien interpreta al Pato Bermúdez, podría simbolizar al Res Extensa: la sustancia, la concepción geométrica, aquello con atributos concretos como longitud, ancho y profundidad.

Claudia Lapacó, en la piel de Clara, podría pensarme como la síntesis del dualismo cartesiano, conformada por dos aristas que se evidencian según el partener que se le presente y que estalla cuando ambos se dirigen a ella simultáneamente, ya sea para increparla o elogiarla.

El profesor brilla en cada elucubración, pensamiento, imperativo, ironía, silencio. Clara establece con él un contrapunto perfecto ya sea cuando lo padece o sumándose a su sarcasmo. El triángulo filosófico-amoroso es logrado, quedando falta de profundidad la joven pareja que completa el elenco.

El trabajo de Javier Daulte logra resaltar el texto de Juan Villoro del cual se desprenden interesantes reflexiones sobre los lugares comunes a los que un intelectual puede arribar. En este sentido son muy efectivos los comentarios del tipo “me vas a matar de literalidad” y “no te pongas empírica”; y contundentes los insultos (reales y sin metáfora alguna) que se propinan cuando un personaje es agredido y responde fuera de toda forma y razón; colocando así, a través de los improperios, a quienes se piensan en un lugar superior al resto de los mortales en el mismo estamento que ellos.

Juan Villoro, versionado por Javier Daulte, propone una serie de relaciones marcadas por un violento juego amoroso y una competencia fraternal y cruel, enumerando con pericia diferentes conceptos filosóficos. Asumiendo el juego que propone el autor, podríamos decir de Filosofía de Vida que: establece un tiempo dinámico y un espacio funcional a él; los sujetos que componen el universo (de Daulte) son complejos (física y mentalmente) y divisibles (sólo mentalmente); y la causa de este universo (el de Daulte) está en proponer a la platea un grato y ameno momento valiéndose de la profundidad de aquellos pensadores que desde la antigua Grecia hasta la posmodernidad continúan siendo objeto de múltiples interpretaciones.

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Por Larisa Rivarola

Duelo de Payadores

En el siglo XIX, en Argentina, no era demasiado usual que los gauchos se enfrentaran entre ellos con duelos a punta de puñal. Generalmente eso lo dejaban para la mazorca, la policía o los terratenientes. Si un gaucho quería demostrar su hombría frente a otro, lo retaba a un duelo de payadas. Si ambos estaban enamorados de una misma mujer, por ejemplo, se calzaban la guitarra y empezaban a improvisar coplas. El que tenía mayor creatividad y labia era el que ganaba el corazón de la dama en cuestión, y si la cosa se ponía fiera, ahí sí que mostraban los dientes e iban a los taconazos, pero la tradición del duelo a punta de espada pertenecía más bien a los guapos del 900. Los gauchos podrían parecer salvajes, pero entre ellos se lastimaban con la palabra.

De esta misma forma podríamos describir a los próceres de la historia argentina o los políticos, que podían ser sanguinarios con sus enemigos, pero entre ellos preferían enfrentarse mediante cartas, declaraciones de guerra. Muy pocos se mataban unos con otros.

Y acaso, ¿si dos filósofos decidieran enfrentarse hoy en día, dos intelectuales universitarios, acaso, no usarían la misma herramienta? ¿No querrían herirse mutuamente mediante el poder de la palabra?

Esta es la base de Filosofía de Vida, la obra del mexicano Juan Villoro. Dos intelectuales profesores de filosofía, amigos en algún momento de sus vidas, que están a punto de enfrentarse, debatirse a duelo, por el amor de una mujer, que fue amante de uno primero, y esposa de otro después.

Para Pablo Kompel, Adrián Suar y Javier Daulte, dicho enfrentamiento debía ser protagonizado por dos intérpretes de altura, dos leyendas nacionales, dos gauchos, dos próceres de la cultura teatral y cinematográfica argentina. Martín Fierro contra Juan Moreira; San Martín contra Rosas; Alcón contra Bebán. Y como no podía ser de otra forma, la elección de Claudia Lapacó, ex mujer en la vida real del segundo hombre, es completamente coherente con el formato de la obra, en donde la información extra narrativa cobra enorme peso.

Porque vamos a ser honestos, el atractivo de esta puesta no es ni el texto ni la dirección de Daulte. Sí, obviamente que ambos son fundamentales, pero el peso cae definitivamente sobre los personajes y sus intérpretes.

La historia es tan clásica, tan vista, tan efectiva que se podría haber hecho en el teatro off y hubiese pasado desapercibida, y de hecho tampoco es demasiado atractiva. Recientemente, pude apreciar La Última Sesión de Freud, donde dos eminencias de la escritura como C.S. Lewis, defensor de las santas escrituras, y el padre del psicoanálisis se enfrentaban en un duelo moral por descifrar la existencia de Dios en medio de la Segunda Guerra Mundial. En Filosofía de Vida, en cambio, la filosofía solamente es un mecanismo para que los protagonistas se expresen con mayor o menor ironía y se enfrenten en un duelo intelectual, pero con un fin puramente orgulloso. Como dice el personaje de Clara (Lapacó): “ver quien la tiene más grande”.

Lo que es demasiado grande es el Teatro Metropolitan, cuyo gigantesco escenario y monumental decorado no permiten que la obra tenga un clima más intimista y cercano para los actores, los personajes y la relación de los mismos con el espectador. Claro, que con tales figuras, cualquier teatro queda chico, sin embargo, yo soy de los que piensan que una obra no debe tener más elementos de los que necesita y Filosofía de Vida tiene demasiados excesos. No quiero criticar el decorado de Alicia Leloutre, el cuál es imponente, pero da la sensación de que la obra no lo necesita. Tampoco los cambios lumínicos de Eli Serlin. O sea, cada área da lo mejor de sí, pero excede al contenido textual de la obra, y no solamente no aportan a enfatizar el clima o la ironía, sino que además terminan distrayendo al espectador del conflicto central. Y no solamente hay exceso técnico, sino también de personajes. La aparición de la sobrina del Profesor (Alcón) y de su cochero, no aportan demasiado tampoco al conflicto. Sus intervenciones, al principio amenazan en convertir a la obra en una comedia de enredos, pero finalmente, los personajes quedan desdibujados, la subtrama romántica se resuelve en forma tan súbita y previsible al mismo tiempo, que queda aislada del resto de las acciones, y las interpretaciones de fórmula de los carilindos Alexia Moyano y Marco Antonio Caponi quedan desdibujadas ante unos personajes tan obvios y superficiales. Además, como comparten sus escenas con “los grandes”, los noveles intérpretes no logran tener suficiente peso aun para destacarse por sí solos, quedan relevados a meros acompañantes de escena.

Pero estos parecen ser los requisitos que solicita el teatro comercial. La pura fórmula que pueda atraer a un público veterano, pero tampoco desprestigie a otro más joven. Y para los actores el gran desafío que tiene este tipo de teatro no es solamente mantenerse físicamente impecable para lograr aguantar cuatro o cinco funciones semanales en obras que suelen tener una duración generalmente mayor a la del teatro off, sino también les demanda un gran esfuerzo vocal, para poder llegar sin necesidad de usar un micrófono a la última fila de la sala, que a veces, como es el caso del Metropolitan es inmensa tiene butacas en ascenso y además un techo gigante que permite contradictoriamente que se genere un eco que no siempre beneficia al actor. En este sentido queda demasiado expuesto que Claudia Lapacó y Alexia Moyano incrementan el volumen de sus voces para que se escuchen a la perfección, mientras que Rodolfo Bebán y Marco Antonio Caponi, tienen un timbre más bajo y no siempre se escucha con precisión cada palabra que pronuncian. Y acá me detengo, hago una pausa.

Es asombroso Alfredo Alcón. Desde que sube hasta que baja el telón, es el intérprete que está mas tiempo sobre el escenario. Actúa prácticamente toda la obra desde una silla de ruedas, tiene un timbre de voz perfecto, donde no necesita elevar el volumen para hacerse escuchar, su modulación es equilibrada, precisa, se comprende cada palabra que enuncia sin el más mínimo esfuerzo, no está recitando tampoco. El trabajo que hace el protagonista de la mayoría de las películas de Leopoldo Torre Nilsson es realmente notable. La emoción, el humor que contagia al espectador es tan genuino, tan palpable y transparente, que cuesta mucho negar, que toda la obra cobra vitalidad y evita los lugares comunes gracias al maravilloso profesor que interpreta, con un cinismo, una ingenuidad y una ironía que son los pilares de la obra. Es realmente su gran trabajo – y eso que no soy admirador de todas las interpretaciones que hizo en el pasado, de hecho he criticado muchas de ellas – en todo nivel representativo lo que elevan la calidad de la puesta. Y ahí entra el mérito de Daulte como director de actores. Hay que saber y poder dirigir un actor octogenario como Alfredo Alcón. Esta energía se transmite también a Lapacó que consigue una interpretación ágil, divertida, delicada e inteligente como Clara. Ambos intérpretes demuestran verdadera maestría y experiencia sobre el escenario. Los años no vienen solos y a ambos se les notan, pero no en un sentido físico – están impecables – sino por su templanza sobre el escenario. Beban, cumpliendo un rol menor – a comparación – como el Pato Bermúdez, némesis del profesor, logra destacarse en el enfrentamiento final, en la última payada, cuando ambos quedan solos y se desnudan para ver quien la tiene más grande.

Filosofía de Vida es una obra dinámica, divertida y efectiva, pero que realmente cobra dimensión gracias a las notables interpretaciones del trío protagónico conformado por Lapacó, Juan Moreira Bebán y José de San Alcón.

Teatro: Metropolitan 2 – Corrientes 1343

Funciones: Jueves y Domingos 20.30 hs.; Viernes y Sábados 21 hs.

Entrada: $120, $150 y $180

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Por Rodolfo Weisskirch

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