Francine, de Brian M. Cassidy , Melanie Shatzky (Canadá, 2012, 74´)
Se dice que este film es antipsicologisista, pero implícitamente se trata de lo contrario, sus directores logran narrar a la perfección como se va produciendo en una mujer una descompensación psicótica hasta llegar a un punto de extremo desorden subjetivo.
Francine (Melissa Leo), sale de prisión y se va a vivir sola, una mujer de unos cincuenta años, de muy pocas palabras, demasiado introvertida y con importantes inhibiciones a la hora de sostener lazos con los otros. Lo suyo, son los “bichos”, ama a los animales, los recluta en su casa y los cuida como a hijos, pero de a poco este vínculo se va tornando cada vez más patológico, hasta que llega a entablar conductas absolutamente delirantes.
A medida que Francine se relaciona más con los humanos y se establece en algunas ocasiones como objeto de deseo, se aferra en mayor grado a sus mascotas y termina desestabilizándose.
Con un estilo realista, calmo y minimalista el largometraje va construyendo y mostrando la sórdida y solitaria vida de este personaje en crisis. Esto también es gracias al monumental trabajo de Melissa Leo, que sabe darle a su papel una interpretación contenida y precisa, sin expresiones histriónicas, ni melodramáticas.
Francine relata una historia cruda y visceral, pero narrada con el cuidado y buen gusto cinematográfico necesario como para que se disfrute, aunque también duela, en su totalidad.