A Sala Llena

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CRÍTICAS

Hambre por no llorar

Hambre
por no llorar

Dirección,
dramaturgia e idea original:
Ricky Pashkus. Coreografía: Liliana Beatriz Jurovietzky. Dirección musical: Esteban Rozenszain. Producción: Sebastián Santamaría. Música original: Esteban Rozenszain. Músicos: Luciano Buongiorno, Lionel Mohadeb, Esteban Rozenszain. Intérpretes: María Florencia Álvarez
Gramuglia, Cecilia Asenjo, Graciela Baccino, Claribel Ballaman, Gisel Barahona,
Bibiana Barraza, Marianela Bottarlini, Edith Chepica, Mirta Fiorina, Débora
García, Leonardo Garri, Federico Gomez, Nora González, Guadalupe González
Barros, Sofía Hidalgo, Jimena Juárez, Mariana Lazzarini, Camila Levin, Perla
Lima, Mariana Luna, Lais Macaria, Adriana Mazzotta, Tessa Neumann, Sofía Orsi,
Pablo Pochi, Elizabeth Quispe, Johan Ramírez Arroyo, Soledad Salazar, Jessica
Scioti, Antonella Trenti Sultani, Rocío Ailén Villanueva, Romina Znidar. Prensa: Hambre por no llorar.

Una
comida para degustar nuevamente

¿Que duele más el hambre del cuerpo o del alma?
A esta inteligente reflexión nos invita Hambre
por no llorar
, una comedia
musical que agrupa más de veinte intérpretes en escena, con música en vivo y
dirección de Ricky Pashkus.

En este espectáculo el público tiene un papel
interactivo, serán ellos los críticos que al final del concurso elegirán la
comida ganadora. Aquella que logra saciar tanto el hambre del cuerpo como del
alma.

En el transcurso de la obra se irán
presentando distintas comidas, tanto regionales como internacionales, entre ellas:
comida italiana, comida china, comida judía, comida nacional. De esta manera,
el musical logra enriquecerse con pluralidad gastronómica, dando al auditorio
un paseo por el corazón, los secretos de las distintas comidas y sus orígenes
culturales.

La cocina, como lugar de encuentro febril, reúne
a estos cocineros en su idea no poco pretensiosa de saciar el hambre del mundo.
Mientras tanto, se van tejiendo historias detrás de la cocina, entre bailes y
canciones.

Con respecto a la escenografía, la misma es
sencilla y un punto meritorio es la musicalización en vivo con guitarra y percusión,
dando el toque artesanal que dignifica a toda cocina. Una posible sugerencia
sería incluir también un piano en escena, en vez de dejar solo su sonido
grabado.

Por otro lado, los cocineros también
despliegan pasos de ballet, danza jazz y algunos toques de clown que producen
risas certeras y legitiman la pertenencia de la obra al género de comedia
musical. Algunas de las voces merecen ser destacadas, los intérpretes son grandes
profesionales que hacen altamente gratificantes las escenas musicales.

Como comedia musical, Hambre por no llorar, tiene el notable mérito de haber logrado que
más de veinte personas en escena, con muy poco entrenamiento actoral se
entreguen de cuerpo y alma de una manera prolija y armoniosa. Vale aclarar que
esta propuesta nace de un taller de teatro de sólo tres meses en el Centro
Cultural Rojas y muchos se sorprenden al enterarse de que no estaba destinada a
los grandes públicos.

Hambre
por no llorar

se presentó por última vez el jueves 22 de noviembre en el Centro Cultural
Rojas, haciendo un verdadero honor al día de la música.

Aquellos que nos quedamos con hambre de arte
deberemos esperar su re-lanzamiento para volver a verlos cocinar en escena, evento
que esperaremos con gusto, porque aquí también hay que destacar la increíble
dirección de Ricky Pashkus, quien nos muestra, una vez más, como un grupo de
actores puede andar con éxito sobre escena, aún sin una trayectoria concreta
pero haciendo las cosas con verdadero esfuerzo.

Funciones: Fuera de cartel.

Teatro: Centro Cultural
Rojas.

Entradas: $ 20


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