A Sala Llena

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DOSSIER

50º Aniversario de Doctor Who

Doctor Who – Bodas de Oro

El 23 de Noviembre de 1963 la BBC transmitía An Unearthly Child, el episodio piloto de una serie de Ciencia Ficción llamada Doctor Who. Con un piloto anterior fallido, un equipo técnico con figuras principiantes, un reparto sin estrellas y un rating bajo debido a que la atención de los televidentes se concentrada en la cobertura periodística del asesinato de Kennedy ocurrido el día anterior, parecía que esa emisión sería lo único que se vería de la serie del Señor del Tiempo. Sin embargo, la fe de un ejecutivo de la cadena y una productora que no estaba  dispuesta a rendirse tan rápido le brindaron una segunda oportunidad. 50 años después,  el mundo se detuvo para ver en vivo y en simultáneo, en cines y hogares, la entrega que conmemora el aniversario.

El fenómeno detrás del héroe de Gallifrey es difícil de explicar. Esperando en el hall de un cine de Palermo para ver el episodio me encontraba con un público tan ecléctico como apasionado. Las entradas se habían agotado en minutos, pero aquellos que pujaron por un ticket no representaban precisamente al geek que se esconde detrás de un monitor. Las remeras azul TARDIS eran vestidas por Ladies y Lords de todas las edades. Familias enteras vistiendo ropa haciendo juego. Vestidos de Daleks, cosplay y hasta calzas con motivos Whovianos adornaban una espera con una mística particular, que esconde su secreto detrás de una promesa milenaria.

No es novedad que la fidelidad del público (y del fanático) es comparable sólo con la que ostentan otros clásicos de la ciencia ficción como Viaja a las Estrellas o La Guerra de las Galaxias. Sin embargo, el análisis obliga a entender que la maquinaria de Marketing de estas dos opera a escalas con las que no puede competir la serie de la BBC. No obstante el público sigue creciendo, con cada nuevo Doctor nace una nueva generación de seguidores y el fanatismo cruza nuevas fronteras. Las explicaciones son variadas, están quienes creen que es la conexión con la realidad que vive la audiencia, otros lo asocian al encanto que supieron encontrar los actores que interpretaron al protagonista. Decididamente la serie tiene algo, y después de terminado el especial en esa sala 9 colmada de entusiasmo, no me cabe la menor duda que radica en esa promesa.

Hay libros enteros dedicados al acuerdo que existe entre el autor de un trabajo de ficción y su espectador. La sagrada “Suspensión Voluntaria de la Incredulidad”, la idea que se esconde en eso que Aristóteles denominó “Verosimil”. Ese pacto implícito que surge entre aquel que quiere narrar una historia y el que se somete a esa voluntad, con la esperanza que el viaje valga la pena. Ese aspecto es aquello que los escritores de Doctor Who dominaron como nadie. El verosímil de la serie tiene falencias, no hay motivos para negarlo. La serie ha utilizado cada recurso que existe en el libro de los trucos televisivos para mantener al espectador sentado frente al televisor, pero siempre valió la pena el viaje, y en ese principio se basó el sacramento que lo une con la audiencia.

El aniversario reunió a los últimos dos actores que interpretaron al Doctor. Trajo de vuelta a la que, posiblemente, sea la acompañante más querida de la más reciente etapa de la serie, y los juntó con un actor de jerarquía como lo es John Hurt. El guion estuvo a cargo de las sádicas, pero magistrales manos de Steven Moffat, y la cámara se movió bajo las órdenes de un creciente Nick Hurran. Millones de personas a lo largo y ancho del globo se sentaron confiando en ese grupo de personas, que prometían narrar la historia de un hombre que había roto una promesa. Una historia de guerra, pero también de redención, tan humana, y a la vez, tan extra-terrestre, como entender que un cuerpo con dos corazones puede, también, sufrir por duplicado.

La obra en sí es una épica de 77 minutos que no tiene nada que envidiarle a las superproducciones hollywoodenses. Contiene en cada fotograma tanto o más cine que cualquier película que esté en cartel actualmente, y viene a refrescar con irreverencia la moda de “reiniciar” las sagas para atrapar al público. Cada segundo del metraje destila ideas y fantasía, desde las enseñanzas de protocolo y ceremonial en la sala de cine, hasta la estética de los créditos finales.

50 años y 13 doctores han pasado, pero la fidelidad es indiscutible, y el culpable es el compromiso con la calidad un equipo creativo que no se cansa de demostrar que el medio siglo, o deca-lustro no le pesa, sino que es una motivación para seguir adelante. Del mismo modo, que aquel que viaja en la cabina telefónica, aún después de mil doscientos años, tiene aventuras por seguir y una promesa por cumplir antes de responder la pregunta que existe desde el origen del tiempo: Doctor Who?

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