Música en vivo: Helder Rivera. Texto: Diego Aramburo. Dirección: Diego Aramburo y Teatro de los Andes. Asistente de dirección y dramaturgia: Giulia D’Amico. Escenografía: Gonzalo Callejas. Diseño de iluminacion: Gonzalo Callejas y Lucas Achirico. Vestuario: Alice Guimaraes, Danuta Zarzyka. Actúan: Lucas Achirico, Gonzalo Callejas, Alice Guimaraes. Prensa: TNC
¿Quién es Hamlet? ¿Acaso no todos somos en parte Hamlet? En esta relectura de Hamlet, no solo está en juego el imaginario cultural sobre el personaje atravesado por una amplia gama de otros textos que han modificado el original, sino la pregunta esencial sobre la identidad. Hamlet como un hombre contemporáneo ha perdido la idea de sí mismo y no sabe cómo reaccionar ante los cambios.
La puesta es muy dinámica y cuenta con una gran economía de recursos y signos que mutan permanentemente. La mesa, única escenografía además de unas telas negras que se mueven con “el viento”, funciona como puerta, ataúd o altar. La comunicación entre el mundo del macrocosmos y el del microcosmos se hace mediante una invocación ritual del demonio en lengua autóctona. El padre de los andes desafía la historia y confiesa: “fui un hijo de puta, pero fui tu padre”. Y Hamlet debe cargar con su cruz.
El aspecto procesual y las referencias metateatrales no dejan de estar presentes. Cuando Hamlet piensa en estrategias para desenmascarar a su tío, reflexiona y a la vez parodia el hecho del teatro como transformador inmediato de la realidad y se decide representar una lucha libre entre cholitas: “la atrapa ratones” vs “Luciana, fuerza bruta”, la buena y la mala. Es un momento lleno de gags y coreografías impregnado de cultura andina y muy bien logrado.
El uso del micrófono permite generar cierto distanciamiento y una teatralidad remarcada, por eso es utilizado por el personaje de Claudio quien finge permanentemente, por ejemplo cuando da su discurso en la fiesta de casamiento, pero también sirve como amplificador que posibilita matices. El elemento que más predomina es el agua y es usado de distintas maneras, por ejemplo para representar la borrachera pero también en relación a lo femenino/Ofelia. Uno de los lenguajes más importantes en la obra es la música interpretada en vivo que manifiesta la crisis de identidad que atraviesa Hamlet que puede pensarse como una tensión entre la tradición y la globalización en Bolivia sintetizada en la presencia de un bajo eléctrico y un charango.
Esta reescritura del clásico (¿acaso no todas?) configura un puente entre el mundo isabelino y el boliviano. Shakespeare no vivió las crisis del capitalismo ni conoció a la derecha boliviana, pero la nueva experiencia histórica ha llevado a este grupo a plantear, entre otras cosas, una nueva relación con el padre en su obra (y por qué no con el padre de la obra, el mismo Shakespeare). Hamlet de los andes se come a su propio padre, lo muerde y despedaza como la tribu que describe Freud en “Tótem y tabú”. Asimismo el grupo parece despedazar el texto original para poseerlo, obtener sus poderes y crear sus propias reglas.
“Me miro a la cara y me voy, el resto es silencio”. Me constituyo como sujeto con una identidad pero el resto es incierto. Así ¿termina? esta nueva mirada en la que finalmente el “ser o no ser” se trata de un reconocerse, se trata de hacerse cargo o no.
Teatro: Nacional Cervantes (Av. Córdoba 1155)
Funciones: Única función, el pasado Domingo 7 de septiembre en el marco del Festival de Teatro Latinoamericano.