He seguido la carrera de Johnston a lo largo de muchos años. Digamos que ambos crecimos juntos. A medida que las películas de Johnston se estrenaban yo las fui viendo. Quizás la única excepción es Cielo de Octubre que la vi de casualidad un día en cable, pero aun así, debo reconocer que las propuestas siempre fueron de mi interés. Parte porque comparto esa utopía de viajar a mundos de fantasía (como sucede con Lucas y Spielberg), parte porque me críe leyendo y mirando obras de aventuras… Y Johnston, en ese sentido siempre fue fiel a un género… a excepción, nuevamente de Cielo de Octubre, una historia verídica, para la cual se apartó de los efectos especiales, aunque no se alejó del perfil soñador y aventurero que caracteriza a sus protagonistas.
En esta historia, donde sobresalía un joven y desconocido actor llamado Jake Gyllenhall se puede ver la historia de Johnston en realidad. No hay en Internet un página donde podamos conocer en profundidad la biografía de este subvalorado autor cinematográfico estadounidense, pero es cierto que su carrera comenzó en 1977 cuando George Luca le permitió ser uno de los tantos artistas que innovara en el terreno de los efectos especiales con La Guerra de las Galaxias. El talento de Johnston lo llevó a colaborar con las secuelas posteriores y con una pequeña obra llamada Los Cazadores del Arca Perdida (después dirigió algunos capítulos de El Joven Indiana Jones).
Un jugador titular de los estudios Industral Light and Magic, Johnston parece que empezó a interesarse tardíamente en la narración y dirección audiovisual. Así, mientras se preparaba la adaptación cinematográfica de Capitán América (bastante clase B), Johnston firmaba con Disney para realizar su primera película: una adaptación de El Increible Hombre Menguante, con historia y producción de los creadores de Re Animator (Brian Yuzna y mi amigo Stuart Gordon). La película se llamó Querida, Encogí a los Niños. En la historia cuatro adolescentes, dos de ellos, hijos de un inventor medio loco (Rick Moranis) quedaban encogidos por una de sus creaciones y perdidos en el patio de su casa, que prácticamente era una selva para ellos, enfrentándose a escorpiones y hormigas gigantes. Una de terror clase B adaptada para chicos. Johnston le imprimió emoción, romance, aventura a lo Julio Verne a la película, influencia de su relación con Lucas/Spielberg. El éxito de la película, generó una pobre secuela (Querida, Agrandé al Bebé), pero le dio luz verde para llevar a la pantalla grande a un héroe de cómic de los ’50: Rocketeer. A pesar de contar con un buen elenco: Bill Campbell (bueno, pero mal aprovechado actor), el gran Timothy Dalton (cuyo gran error en su carrera fue ser James Bond) y la maravillosa Jennifer Connelly, (primera vez que la veiamos como adulta), la película era bastante floja y olvidable. Yo la pasé bien de chico, pero era una más para ver un sábado a la tarde en un canal de aire. Lo más destacable era la presencia de un zeppellin. Fue un fracaso.
Pero Johnston siguió adelante con un película que sigo reinvindicando: Jumanji (en el medio hizo las secuencias con actores de El Espadachín Valiente, pero casi no cuenta). Y acá es donde empieza a aparecer el autor. Más allá de la aventura y los efectos, que Johnston nunca puso en primer término, se contaba la historia de un chico que se peleaba con sus padres y terminaba, accidentalmente, dentro de la selva de un juego. Pasaban 40 años y cuando salía, aun con mentalidad de chico, se debía enfrentar al hecho de que los padres había fallecido y él no había podido reconciliarse con ellos. En cierta forma, esto mismo pasaba en Querida… el distanciamiento en la relación padres-hijos llevaba a que los últimos se rebelaran, eran víctimas de un accidente científico y terminaran perdidos en otra jungla. Y así saltamos casi 10 años para encontrarnos con otro trabajo por encargo, que visto a la distancia parece contener muchos puntos en común con las obras anteriores: Jurassic Park 3. Spielberg dejo una papa caliente en las manos del director de Rocketeer. El destino podría haber sido lamentable, pero la película, dentro de todo era bastante entretenida. Obviamente las de Spielberg le llevan demasiada distancia, pero era una secuela más familiar. Nuevamente acá había un chico que se separaba de los padres porque ambos se estaban divorciando y escapaba con un amigo para hacer ala delta sobrevolando la Isla Sorna. El resto es conocido: cae, lo rodean dinosaurios y las padres se deben juntar para rescatarlo ayudados por Alan Grant (Sam Neill)
Otra vez se denota una preocupación de reconciliación. Va más allá de los valores familiares. Sino de una cuenta pendiente, que quizás Johnston tuvo con su propio padre. Vaya uno a saber. Y el ejemplo más claro y por tanto valioso para justificar la incorporación de Joe a la galería de autores subvalorados es: Cielo de Octubre.
Un chico aficionado a crear cohetes en miniatura (Johnston creaba maquetas para ILM) que soñaba con trabajar para la NASA (Johnston soñaba dirigir) pero tenía un impedimento: su padre (Chris Cooper, cuando no) que prefería que su hijo trabaje como él en las minas de carbón del pueblo. Cuando el mismo tiene un accidente, el protagonista debe reemplazarlo en la mina, pero finalmente hará realidad su sueño de trabajar en la NASA gracias a la voluntad y ayuda de los profesores, y amigos del secundario. Esta historia, cuya estructura es tan antigua como El Cantante de Jazz, fue real, y siento que si bien no pertenecía a Johnston este se vio suficientemente identificado para dirigirla. Otra vez, vemos a un padre posesivo (como en Jumanji) y un chico que se le rebela, aun cuando lo sigue amando.
Por eso, más allá de los sueños y aventuras el mundo de Johnston está teñido por la culpa de un padre y/o un hijo que necesitan reconciliarse. A veces entre tantos efectos especiales es difícil verle la emoción genuina a Hollywood, pero cuando ciertos directores llevan toda carrera generando lo mismo, vale la pena destacarlo.
Las últimas tres obras del director nuevamente resaltan la nostalgia por la aventura de la primera mitad del siglo XX y la relación padre – hijo. Océanos de Fuego, con Viggo Mortensen y un caballo corriendo una carrera en medio del Sahara tenía un tono épico y aventurero que se extrañaba. Acá la relación padre-hijo se reemplazaba por el sentimiento recíproco de amor que tenía el jinete y su compañero cuadrúpedo. Una obra menor pero pasatista. Más oscuro y visceral fue la problemática remake de El Hombre Lobo (2011) con Benicio del Toro y Anthony Hopkins en los roles de (oh casualidad) un padre y un hijo malditos. Un reencuentro, odios compartidos y una relación complicada donde para sobrevivir hombre/animal debe enfrentar a la sangre de su sangre. Esta vez, lejos de la reconciliación. Sin embargo, Johnston confirma que aun dentro del mundo visual efectista puede mantener una línea temática en toda su obra.
Sí, los efectos digitales, dirección de arte y todos los artilugios que presta Hollywood para el cine fantástico son usados sin excesos por este director. Pero hay que saberle prestar atención al mensaje subliminal, que desea dar. No solamente a sus homenajes cinefilos.
En Capitán América, nuevamente tenemos a un chico, Steven Rogers (futuro Capitán) que desea combatir en el frente en memoria de su padre, que murió en combate. Si bien el tema de la orfandad y la paternidad son un sello de Marvel podemos leer entrelíneas que más allá de la elección por llevar a cabo la historia de un personaje mítico, hubo una preocupación (conciente o inconsciente) por parte de Johnston de demostrar que todos sus personajes en realidad son uno. Y todos tienen esa misma búsqueda: la aprobación paternal, aun cuando este haya fallecido. Acá la relación padre hijo está dada por Rogers y el científico que lo elige para la misión, el Dr. Erskine (Stanley Tucci).
Sin embargo, al igual que Rocketeer, que paradójicamente sucede en la misma época y tiene una estética de serial similar, lo que más se distingue de la firma Johnston, es el espíritu de cine de aventura. La película tiene una historia que remite muy directamente a Los Cazadores del Arca Perdida e Indiana Jones y la Ultima Cruzada: un ejército nazi que investiga fenómenos paranormales y descubre una fuente de poder que puede llegar a poner a la raza aria como dominadora definitiva del mundo, más allá de la vida terrenal de Hitler.
Incluso desde el aspecto visual, hay claras reminiscencias a la fotografía spielbergiana y el mundo de La Guerra de las Galaxias: los miembros de Hydra se parecen mucho a los Troopers de la película de Lucas.
Más allá de eso, con esta obra, Johnston fue más frío y mecánico que sentimental. Sin duda, este perfil le queda un poco mejor.
No me gusta decir que un director es elegido por encargo para dirigir, y convertirse en un vendedor de sueños más. Creo que como Johnston está lleno de autores cuasi anónimos que merecen un reconocimiento, aun cuando hacen cine por encargo, y que logran manifestar cierta incertidumbre interna en la pantalla.
Desde acá le mando un pequeño homenaje a un realizador con el que crecí paralelamente y aprendí a apreciar con el tiempo. Sin duda, soy un hijo cinematográfico de Johnston y esta es mi manera de reconciliarme con su obra.