La carretera (The Road, EE. UU., 2009)
Dirección: John Hillcoat. Guión: John Penhall, basado en la novela de Cormac McCarthy. Producción: Paula Mae Schwartz, Steve Schwartz, Nick Wechsler. Elenco: Viggo Mortensen, Kodi Smit-McPhee, Charlize Theron, Robert Duvall, Guy Pearce. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 111 minutos.
“Pienso que la razón por la que estas películas empezaron a surgir tiene que ver con que nos dimos cuenta, por primera vez desde el 11-9, de que somos mortales. Vimos nuestra debilidad, vimos que no pudimos agarrar a Bin Laden, que no pudimos hacer nada. Entonces este tipo de cosas te hacen pensar que esta mierda realmente podría pasar, que realmente podemos caernos en pedazos”.
Esta cita pertenece Allen Hughes, co-director de El libro de los secretos, cuando el periodista Sebastián Tabany le preguntó por la moda de films postapocalípticos, entre los que se destaca La carretera.
Antes de ser una película, fue y sigue siendo la novela de Cormac McCarthy que ganó el Pulitzer en 2007. No es la primera vez que la obra de McCarthy es llevada a la pantalla grande. Espíritu salvaje fue dirigida por Billy Bob Thorton y protagonizada por Matt Damon y Penélope Cruz. Más recientemente, Sin lugar para los débiles (basada en No es país para viejos), a cargo de los hermanos Coen, ganó toda clase de premios, incluyendo el Oscar.
Si bien formó parte de la Competencia Oficial en Venecia y en Toronto, La carretera hubiera merecido mejor suerte en la entrega de premios de la Academia, ya que ni siquiera fue nominada en ningún rubro.
En La carretera, el mundo ha cambiado. Una guerra indeterminada lo convirtió en un cementerio de polvo, frío, horror y desolación. Un hombre (Viggo Mortensen) y su hijo (Kodi Smit-McPhee) recorren los Estados Unidos rumbo al mar. En el trayecto deberán recolectar comida, abrigo, y escapar de otros sobrevivientes, muchos de ellos devenidos en salvajes caníbales.
La película es, primero que todo, un drama. Un drama acerca de un padre y un hijo tratando de salir adelante en un mundo infestado de adversidades. Incluso el contexto podría haber sido otro que la esencia de la historia no cambiaría. Por supuesto, hay momentos de tensión extrema cuando los protagonistas se topan con los otros poco amigables sobrevivientes.
Viggo Mortensen tiene uno de los papeles de su carrera. Su personaje es una especie de guerrero estoico, un luchador que sigue adelante para proteger a su primogénito. Como pasaba luego de ver a Denzel Washington en la mencionada El libro…, es posible pensar que Viggo hubiera sido (o podría ser) el Robert Neville definitivo en alguna adaptación de Soy leyenda. El resto de elenco no desentona. Robert Duvall, Charlize Theron y Guy Pierce aparecen durante muy pocos minutos, pero sus actuaciones son vitales y contundentes. La revelación: Kodi Smit-McPhee. Un pequeño actor con un futuro interesante, ya que pronto lo veremos en la versión estadounidense de Criatura de la noche, aquel excelente film sueco estrenado el año pasado.
Ni el guionista John Penhall ni el director australiano John Hillcoat traicionan el material de McCarthy, ya que la película parece el libro filmado. Incluso aquí tampoco se explica por qué sucedió lo que sucedió. Hillcoat también cuenta la historia sin estridencias, poniendo énfasis en el padre y el hijo, en el mencionado drama. Es verdad que un director como Michael Bay la hubiera filmado fiel a su estilo, plagado de acción y explosiones. También es verdad que el Steven Spielberg de La guerra de los mundos o el Alfonso Cuarón de Niños del hombre hubieran hecho, con ese mismo material, una de las mejores películas de todos los tiempos. Con esta afirmación no se pretende desmerecer el trabajo de Hillcoat (de hecho, su desempeño detrás de cámara acaba de ser elogiado). Sin embargo, el uso de música incidental —a cargo de Nick Cave—, y de flashbacks y de voz en off, restan a la hora de plasmar la desolación absoluta. ¿Un comentario caprichoso por parte de un servidor? Es posible.
Lo cierto que, aún en medio de un Mundial, La Carretera merece ser vista. De paso, sirve para pensar en cómo este mundo podrido puede hundirse más y más si no hacemos algo al respecto.
Para Flor
Darwin en tonos grises.
Las películas post apocalípticas habitualmente rescatan la épica de su personaje central, tomemos un ejemplo cercano, el Robert Neville que interpreta Will Smith en Soy Leyenda la novela de Richard Matheson adaptada al cine con elegancia y poderío visual por Francis Lawrence en la cual se pone en juego la ilusión de su personaje de encontrar una cura y poder rescatar al mundo, los casos de héroes familiares como Dennis Quaid en El Día Después de Mañana o Tom Cruise en Guerra de los Mundos y defensores de su grupo de pertenencia como Cillian Murphy en Exterminio nos indican que el cine siempre busco a un protagonista masculino que rescate la epopeya para relatar una historia de lucha contra una situación adversa. Generalmente el personaje triunfa, convirtiéndose en paradigma de la esperanza ante momentos que parecen no tener salida. El australiano John Hillcoat definitivamente rompe ese modelo y en La Carretera nos entrega un panorama totalmente desalentador y desolador como su imponente fotografía gris lo indica (un enorme trabajo visual de Javier Aguirresarobe) donde Hillcoat eliminó la barrera de toda moral en un mundo ya sin salida alguna.
El momento cero de la narración remite al ultimo momento previo al Apocalipsis, un momento colorido, lleno de vida, con la rubia cabellera de Charlize Theron iluminada y Viggo Mortensen acariciando el pelaje de un caballo es la única gota de esperanza que muestra Hillcoat a lo largo del film, el Australiano quiere hacer una película triste y llena de muerte, pero quiere recordarnos que un mundo que el hombre amó existió alguna vez. Tras un plano de una puerta que se cierra a ese mundo, a esa vida, nos sumerge en el más profundo de los terrores, en el miedo a la nada misma.
Aquí los protagonistas son anónimos, la decisión del director de que no existan nombres no es en vano. Padre e Hijo sobrevivientes de la familia deambulan por los restos de una sociedad que ya no existe (vemos en un momento como caminan sobre dinero, ejemplo claro del fin de la sociedad) y solo pretenden ir hacia el sur y no sufrir mas del extremo hambre. Aquí el proteccionismo del padre hacia el hijo no pasa por la épica de los ejemplos de películas anteriormente mencionadas, aquí el sentimiento de defensa pasa por promesas de asesinatos y suicidios para no caer en manos de hordas de caníbales arrasados por el hambre. Es impactante el momento que con total naturalidad el padre le explica al hijo como debe suicidarse. El hambre devasta y rige el comportamiento de los protagonistas, Hillcoat decide filmar una película de una fisicidad extrema, expone los cuerpos de padre e hijo como piel y huesos (increíble el esfuerzo físico de los actores para encarar estos roles) y muestra la degradación corporal en la ausencia de limpieza y de cuidados mínimos.
La falta de alimentación supone una degradación completa de los deseos. Recién luego de encontrar un bunker lleno de comida y tener una buena cena el padre fantasea en su memoria con una escena sexual con su esposa muerta. Es imposible concebir el deseo estando famélico, el director australiano filma la pirámide de Maslow en estado puro.
La road movie avanza, los personajes buscan un mar que no saben si será o no azul, buscan salir del gris perpetuo pero sin esperanzas, sin certezas mas allá de que morirán inexorablemente, a pesar de diálogos entre padre e hijo sobre quienes son los buenos y los malos no hay ambigüedad moral posible: todos matan para sobrevivir al menos un tiempo mas y sobrevive el mas fuerte y el que pudo comer algo.
La visión final de angustia y muerte mantienen el registro de la puesta en escena, no hay momento feliz solo dolor físico, agudo y desencarnado y un sufrimiento perpetuo. A esta cita cinematográfica falta la épica, esta ausente y esa ausencia convierte a esta película en una interesante rareza dentro del género digna de ser mirada y pensada. Quizás el poder observar como el cine vuelve a sus fuentes y también el genero post apocalíptico puede convertirse en un registro casi documental sobre la supervivencia humana.
Por Carlos Rey