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CRÍTICAS - CINE

La Cueva de los Sueños Olvidados 3D, según Rodolfo Weisskirch

Antropología Cinematográfica

Desde sus primeras obras, Werner Herzog siempre se ha fascinado por indagar e investigar en la relación del hombre y su naturaleza. Naturaleza externa e interna. Herzog lleva a sus personajes a estados extremos de desconfianza y alienamiento para que se descubran a ellos mismos como salvajes en medio del ambiente natural. Herzog se ha internado en selvas, bosques, desiertos, glaciares, y ya sea usando formato documental o ficción ha retratado los sueños e impulsos del ser humano en un contexto primitivo.

Tras haber filmado dos interesantes experiencias de ficción en Estados Unidos como Un Mal Policía en Nueva Orleans y My Son, My Son What have Ye Done (inédita, producida por David Lynch) Herzog regresó al registro documental y se metió dentro de la cueva Chauvet- Pont- de Arc.

Pero como es propio de su personalidad cinematográfica, no estamos ante un documental más de The History Channel. Si Herzog se mete en una cueva, deja bien en claro que no va a reflexionar solamente sobre la superficie de la roca, sino sobre lo que está viendo y a quienes está entrevistando.

En 1994 cuatro exploradores descubrieron una cueva en Francia que contenía las pinturas rupestres más antiguas que haya visto el hombre. Hoy, en día la cueva solamente puede ser visitada por científicos, geólogos, paleontólogos e historiadores. El documental permite la primera forma de dar a conocer la cueva al ojo de las persona que no podría nunca llegar a tener acceso.

La cueva Chauvet, registra pinturas de artistas que vivieron hace 32.000 años sobre la faz de la tierra y documentaban sobre la superficie de la caverna, en la cuál no residían porque era peligrosas, sus observaciones sobre los movimientos de la fauna que rodeaba la misma: mamuts, rinocerontes lanudos y otros animales extintos del paleolítico. Lo más interesante es que los dibujaban en movimiento. En vez de cuatro patas, tenían ocho, lo que significaba que lo que representaban era al animal corriendo o embistiendo. Además, los hacían en superficies ahuecadas o cóncavas. O sea, esto le daba volumen, cuerpo a los dibujos. Sí, hace 32 mil años, los artistas de la cueva Chauvet realizaban documentales instructivos en 3 dimensiones.

¿Puede haber acaso una razón más justificada para realizar un documental tridimensional que la de hablar sobre los primeros directores de cine documental tridimensional?

No. Herzog usa el 3D en forma narrativa y es conciente que lo que está haciendo es continuar un trabajó que comenzó en los albores de la humanidad.

Además ser cuidadosa, inteligente, atrapante visual y narrativamente, La Cueva de los Sueños Olvidados, deja de lado lo histórico para abocarse a la antropología artística. Reconocer que varias de las pinturas fueron hechas por una misma persona solamente porque se puede notar un dedo maltrecho en una de las firmas del autor. La atmósfera que logra el director de Fitzcarraldo es fantástica, uno siente la claustrofobia, rodeado de la oscuridad, va en la búsqueda de la luz y trata visualizar las pinturas, donde el pelaje de los caballos resalta de la roca e incluso de la pantalla. La cámara tridimensional permite que continuamente seamos parte del paisaje.

Pero más allá de lo estrictamente visual, Herzog impone su identidad al entrevistar a los científicos y buscar la empatía artística de los mismos con la cueva en cuestión. Los datos técnicos no son de interés del director. Aporta la creación tridimensional virtual de la cueva, pero Herzog es un humanista que se interesa por el hombre detrás del científico. Reflexiona en tono burlón sobre su interlocutor, ironiza acerca de la pedantería de uno de sus protagonistas por tratar de usar una lanza e imitar la forma en que los habitantes del paleolítico habrían usado la misma para cazar y defenderse de la fauna.

El documental tiene mayor fluidez y es rico cuando Herzog explora la cueva, charla con los científicos sobre las pinturas y reflexiona acerca de las hipótesis que se hacen sobre las misma. Cuando sale de la cueva y se centra en los objetos que se han encontrado dentro (la lanza, una flauta), el ritmo y el interés decaen un poco. Esto se debe a que toma una estética más convencional. Justamente, esos son los momentos que le sirven al para aportar su ironía (como ya había hecho en The Grizzly Man).

Para el final, Herzog deja una interesante pregunta con mensaje ecológico al espectador.

Interesante, bella, inteligente, divertida y admirable, la nueva obra del director de Aguirre apunta directamente a los sentidos y debería ser motivo de estudio para futuras generaciones. Quizás algún día, dentro de 32 mil años se halle una copia de La Cueva de los Sueños Olvidados, junto a las pinturas de los primeros documentalistas tridimensionales.

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