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CRÍTICAS - CINE

La habitación de al lado

Una esponjosa, suave, rosada nieve cae sobre Nueva York, probablemente por los cambios climáticos globales, o porque Martha (Tilda Swinton), alguna vez una célebre corresponsal de guerra de publicaciones destacadas, ya no se curará del cáncer; el tratamiento experimental no funciona y morirá. Y puede ser porque el autor de La habitación de al lado, Pedro Almodóvar, es un director de España, donde no cae nieve. Una vez que decidió finalmente arriesgarse y hacer su primer film en inglés, lo hizo en un país y una ciudad donde uno puede admirarse de la nieve. Esta es en especial hermosa, como Martha, ya que entiendes que la ves por última vez.

Cada director intenta, conscientemente o no, hacer un film sobre dos temas principales: el amor y la muerte. Almodóvar filmó siempre acerca del amor; a veces parece que agotó esa temática en algún lugar de la etapa de Hable con ella. Sobre la muerte procedió primero de forma lúdica, en claves genéricas, por ejemplo en Matador. Se puso serio en Todo sobre mi madre y mucho más en Dolor y gloria. La habitación de al lado es un largometraje en el que no hay nada, salvo el miedo a la muerte inevitable y su superación milagrosa, no a través del estoicismo o el humor (esto en la película casi no se encuentra, lo que es atípico para el realizador) sino mediante la compasión y la empatía. La amarga elegía de la muerte se convierte en una callada oda a la amistad.

El film se basa en la novela Cuál es tu tormento, de la estadounidense Sigrid Nunez. Posee una prosa hermosa, irónica, sobria, pero hay más movimiento interno que sucesos externos. De hecho, Almodóvar tuvo que construir el background de la heroína: la narradora sin nombre se convirtió en una escritora de nombre, Ingrid (Julianne Moore), mientras que su colega moribunda y amiga es Martha. Él agregó nuevos diálogos, agregó material y reescribió el final.

Así, Martha decide renunciar a las últimas sesiones de la terapia y compró a traves de la darkweb una “tableta de eutanasia”. Ahora ella -como el protagonista de El sabor de la cereza, Abbas Kiarostami- necesita encontrar un asistente para la muerte. Con la hija tiene una relación fría y las amigas cercanas renuncian con horror. Entonces se dirige a Ingrid, con la cual se distanció hace largo tiempo. Esta no tiene nada que hacer; simplemente está en la habitación vecina. Ingrid vacila, pues ella le tiene pánico a la muerte; incluso escribió un libro sobre esa cuestión. A pesar de todo, acepta. Juntas se dirigen a una casa arrendada en medio del bosque, cerca de Woodstock; un lugar idílico. Allí les tocará dar los últimos pasos, los más importantes de ese camino.

Advirtiendo cuán pesado y enfermizo es el tema, Almodóvar (que parece compartir la fobia de Ingrid), se aparta de modo apocado de la línea general, mezclando el espacio de la pantalla con alusiones hermosas y paralelos culturales (“Gente al Sol”, de Edward Hopper; el relato “Los muertos”, de James Joyce; John Huston, Dora Carrington e incluso Buster Keaton) y la acción principal no ingeniosa, con regresos y flashbacks que confunden y aportan poco: los recuerdos de Martha en Irak y Bosnia, la historia del nacimiento de la hija y la muerte del padre.

Las heroínas cambian, si no de lugar, pues de papeles mientras viven en la casa-limbo. Condenadas al humillante rol de objeto de una preocupación ajena, Martha retoma la iniciativa de su propia muerte y regresa a su propia subjetividad. Ingrid, quien lleva la narración, resulta la acompañante de la amiga moribunda. Surge una cita visual de Persona, de Ingmar Bergman: vemos solo la mitad de las protagonistas acostadas, como si fuera una sola persona, pero inevitablemente dividida.

El film, como otro de Almodóvar, está entregado a las mujeres. No obstante, dos apariciones masculinas, no solo significantes desde el punto de vista del sujeto, destacan la escasa e incluso fría (¿No está acaso el asunto en la nieve?) narración. John Turturro interpreta al conferencista intelectual que condena al mundo en la máxima medida y predica el pronto fin del mundo. Por su parte, compone a quien fue amante de Marta y de Ingrid. Los habituales recursos del director están al revés: las mujeres pasan por crueles experiencias, los hombres suavizan su dolor.

Estilísticamente, La habitación de al lado es un film sobrio, sereno, casi minimalista, salvo por la conocida, momentánea y alarmante música de Alberto Iglesias. El anterior Almodóvar ofrece aquí acaso una inclinación a los tintes brillantes, por momentos escandalosos, pero siempre apropiados. La imagen más expresiva se convierte en la puerta roja, comúnmente medio abierta. En el día en que Martha decide tomar la píldora mortal, la puerta se cierra.

No es habitual reconocer esto, pero por primera vez Almodovar filmó una película en la que la maestría de la dirección es claramente menos destacada que el talento de las intérpretes. Es, sin discusión, una película de actores, en el sentido más noble de la palabra. Nunca Swinton actuó con tal entrega, indefensión y franqueza. Moore presenta una maravilla de otro nivel, pues a su personaje le toca hablar y actuar muy poco; por lo general ella escucha, pero lo hace con tal agudeza y atención que se convierte en un ideal mediador para el espectador.

Precisamente la presencia de Moore hace de La habitación de al lado un film no solo sobre la muerte, sino también sobre la naturaleza de la amistad, de la desinteresada relación entre las personas, que ofrecen una esperanza transparente, incluso en una situación sin salida. Y quitarle la esperanza a las personas, como Ingrid explica a su angustiado ex amante, no se puede.

A pesar del tema, el film no es en absoluto un drama de alimento espiritual. Al contrario, las emociones aquí están opacadas. A Almodovar le interesa el derecho de cada cual a una muerte digna, la que la misma condición del mundo trata de privar a Martha.

El nucleo ideal de La habitación de al lado es la cuestion etica y politica de la eutanasia. Perdida la posibilidad de tener su propia familia por su trabajo, Martha está asombrada de que la lucha perdida del ser humano con la muerte se ofrece hoy como una guerra. No es habitual reconocer la derrota; la sociedad exige de ti combatir valientemente hasta el mismo final. ¿Y si tú no quieres combatir, si tú tienes derecho a una muerte digna y piadosa? Por lo menos, ni Ingrid Nunez ni Pedro Almodovar se la rechazan a Martha.

(España, Estados Unidos, 2024)

Guion, dirección: Pedro Almodóvar. Elenco: Tilda Swinton, Julianne Moore, John Turturro, Alessandro Nivola, Juan Diego Botto. Producción: Agustín Almodóvar. Duración: 110 minutos.

https://www.youtube.com/watch?v=o30xJ_1VnFw

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