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CRÍTICAS - CINE

La Invención de Hugo Cabret, según Matías Orta

Quién mejor que un genio del cine como Martin Scorsese para homenajear a un pionero en la materia y, de paso, realizar la más hermosa declaración de amor al séptimo arte: La Invención de Hugo Cabret.

Basada en la novela de Brian Selznick (primo del legendario productor hollywoodense David O. Selznick), cuenta las andanzas de Hugo Cabret (Asa Butterfield), un huérfano que vive detrás de las paredes de la estación ferroviaria parisina, a comienzos de los ’30. Además de robar para sobrevivir, Hugo cuida los relojes, trata de reparar un autómata que le legó su padre (Jude Law) y observa a los comerciantes de la estación. Las circunstancias lo harán entablar relación con Georges (Ben Kingsley, excelente una vez más), un amargado juguetero que suele hacer trucos con cartas para nadie más que sí mismo. Gracias a Isabelle (Chlöe Grace Moretz, quien parece no tener techo), una niña criada por el extraño señor, descubrirá que se trata del mismísimo George Méliès.

Y aquí hacemos un paréntesis para el lector no-cinéfilo. ¿Quién es Georges Méliès? El cine fue inventado en 1895 por los hermanos Louis y Auguste Lumiére, con la finalidad de capturar momentos de la vida cotidiana. Pero fue Méliès el primero en explotar todas las posibilidades de la imagen en movimiento. Fiel a su vocación de mago e ilusionista, filmó cientos de películas repletas de fantasía, ciencia-ficción, delirios de todas clases y, sobre todo, sorpresa. Los efectos de trucaje y sobreimpresión fueron sus más grandes innovaciones, y se desempeñaba como director, actor, decorador, todo. Incluso creó su propio estudio Star Film, una auténtica fábrica de sueños. El público aplaudía y pedía más, pero la llegada de la Primera Guerra Mundial provocó la desaparición del creador y sus creaciones. Pero él no había muerto. O sí, metafóricamente: en su puesto como vendedor de juguetes, sin los recursos de antaño, ya no podía asombrar con sus proezas cinematográficas.

Pero los intrépidos Hugo e Isabelle se encargarán de que Méliès se reconcilie con su pasado y vuelva a tener el reconocimiento que se merece.

Una vez más, Scorsese demuestra por qué, junto con Spielberg y Cronenberg, es el director más glorioso y vigente surgido a fines de los ’60. Nunca para de evolucionar, como narrador, como cineasta. Y supo sacarle el jugo al 3D. A diferencia de James Cameron y Steven Spielberg, por nombrar quienes mejor vienen utilizando esta tecnología, aquí hoy hay selvas ni desiertos ni seres espaciales que permitan el lucimiento fácil de la tercera dimensión. Así y todo, el bueno de Martin le imprime a este cuento Dickensiano una destreza visual, prestándole especial atención a la profundidad de campo y a cada elemento de una escena, siempre al servicio de la historia. De esta manera, nos sumerge en el mundo de Hugo, tan real y tan mágico a la vez. Por supuesto, en esta tarea tampoco se quedan atrás los nuevos y soberbios trabajos del director de fotografía Robert Richardson y el diseñador Dante Ferreti.

La segunda mitad de la película —de hecho, toda la película—constituye la mejor clase de cine brindada desde el mismo cine, que conmueve e impacta incluso a los especialistas que en el tema. Y no sólo eso: también se nos muestra la alegría de crear, de asombrar y asombrarse, la pasión y el fruto de la pasión, y cómo esa pasión muere —o queda en un horrible stand by— cuando se presentan adversidades que nos obligan a tomar otros caminos. Le sucede a Georges M., y también a Hugo, cuando su padre y tu tío (Ray Winstone) mueren y se decide a reparar al autómata que lo conducirá a la posibilidad de una nueva y mejor vida.

Además de referencias, recreaciones y proyecciones de los primeros años del cine (incluyendo Viaje a la Luna, de 1902, la primera superproducción con viajes espaciales, siempre a cargo de Méliès), los protagonistas también disfrutan de los films de Harold Lloyd y Douglas Fairbanks. Y después, magistralmente, Scorsese sigue homenajeando a esos actores y escenas memorables a través de Hugo y quienes le rodean.

La Invención… no es la típica película de M.S., ya que no hay intensidad, no hay violencia, no hay cinismo ni pesimismo; está protagonizada por chicos, es esperanzadora… Sin embargo, es una de sus obras más personales. Hugo es el perfecto alter-ego del director, en su versión más amable pero más pura también. Aunque no vive torturado y no es tan incomprendido como muchos de los otros de los personajes sorseseanos, comparte otras características, como el hecho de que debe sobrevivir en un entorno desfavorable, que puede aplastarlo en cualquier momento. Además, Martin vuelve a demostrar su versatilidad para cualquier género, en especial biopics (o, al menos, películas protagonizadas por figuras históricas). Toro Salvaje continúa siendo la mejor biografía jamás filmada, y no se quedan muy atrás La Última Tentación de Cristo, Kundum y El Aviador, que también homenajeaba a la cinematografía de antaño. La Invensión… es un biopic de Georges Méliès dentro de una historia de aventuras juvenil, lo que da por resultado un producto muy particular, entretenido y muy humano.

Si bien está la historia central, el director nos cuenta pequeños relatos que nunca dejan de formar parte del Todo que es la película. Está el Inspector (un soberbio e impagable Sacha Baron Cohen) que cuando no vigila a Hugo ni reniega con su pierna averiada, intenta conquistar a Lisette (Emily Mortimer), la bonita vendedora de flores. Una situación similar a la del señor Frick (Richard Griffiths), que hace lo posible por cautivar a la elegante señora Emilie (Frances de la Tour). Y no olvidemos mencionar a Labisse (Christopher Lee, pura presencia, como de costumbre), el bibliotecario amigo de Isabelle, un caballero gustoso de regalar libros e incentivar el hambre por saber.

Inspiradora, imaginativa, emotiva, 100% cinematográfica, La Invención de Hugo Cabret consiguió 11 merecidas nominaciones al Oscar. Pero la gran favorita parece ser El Artista, que también se dedica a los primeros años del cine. No importa: Martin Scorsese puede quedarse tranquilo, ya que nos dio una nueva maravilla audiovisual, que lo ratifica como uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos.

calificacion_5

 

 

Matías Orta 

orta@asalallena.com.ar

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