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CRÍTICAS - CINE

La Leyenda de Tarzán, según Martín Chiavarino

La fuerza pública.

El realizador David Yates, responsable de las últimas películas de la saga de Harry Potter, fue el encargado -junto a los guionistas Adam Cozad y Craig Brewer- de la actualización de la popular historia de Tarzán y Jane, los míticos personajes creados por el escritor Edgar Rice Burroughs en 1912. Desde aquellos inicios más de doscientas obras han retomado de alguna manera las aventuras de Tarzán, el personaje criado por una tribu de feroces y temibles gorilas, los Mangani. La Leyenda de Tarzán se sitúa en este contexto tras el regreso de John Clayton (Alexander Skarsgård) y su esposa Jane (Margot Robbie) a su posición de Conde de Greystoke en Inglaterra.

La nueva versión del hijo de la jungla inicia con la carrera colonial europea para saquear los tesoros de África con la excusa de la extensión de la civilización, realizando una denuncia tan interesante como inesperada sobre la expropiación de los recursos, la esclavización de los habitantes y la destrucción de las culturas y el patrimonio. Tras la repartición de los territorios africanos en las Conferencias de Berlín por parte de las potencias europeas durante 1884 y 1885, el Rey Leopoldo II de Bélgica envía a Léon Rom (Christoph Waltz), su lugarteniente, para encontrar los diamantes de Opar en el Congo, retomando en parte el relato de la quinta novela de Tarzán escrita por Burroughs, Las Joyas de Opar, publicada en 1916.

El jefe Mbonga (Djimon Hounsou) le ofrece a Rom intercambiar las valiosas joyas que su rey necesita -para finalizar su conquista del territorio africano con un ejército de mercenarios que esperan ansiosos su paga para comenzar el genocidio- por Tarzán, a quien busca para vengarse. Para cumplir su imperial misión, Rom invita en nombre del rey belga a un reticente John Clayton al Congo para homenajearlo como “hijo de África”. Tras la negativa inicial, John es convencido de regresar a su selva natal por George Washington Williams (Samuel L. Jackson), un emisario norteamericano que sospecha de la utilización de mano de obra esclava en los ferrocarriles y las ciudades en construcción en la colonia belga.

Para recrear el ambiente de la época decimonónica, La Leyenda de Tarzán se apoya en la fotografía detallista de Henry Braham, en una gran labor del equipo de dirección artística y en un guión simple pero meticuloso que propone una nueva lucha entre un héroe legendario contra un villano codicioso e inescrupuloso. De esta manera, el film construye con profundidad y calidez la personalidad de cada uno de los protagonistas en una historia heroica de profundo contenido social, muy distante de las banales y melodramáticas aventuras de su creador.

Afortunadamente, lo que más llama la atención de la propuesta de Yates es la marcada mirada crítica sobre los procesos sociales e históricos, con un afán revisionista de la colonización africana por parte de los países europeos como una atrocidad y un crimen contra la humanidad en nombre de la monarquía y el capital como epítetos del poder y el dinero. En un momento muy particular de la terrible historia de la descolonización de los países africanos, en que los procesos democráticos se imponen a través de las luchas ciudadanas, la visión de una África de pie ante el invasor/ opresor no es menor y merece un gran saludo.

calificacion_4

Por Martín Chiavarino

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