A Sala Llena

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CRÍTICAS

La música del azar. Los muros imaginarios.

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Dirección y Adaptación teatral : Gabriela Izcovich. Música original: Lucas Fridman. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Asistencia de iluminación: Mariano Dobrysz. Asistente de Dirección, Producción ejecutiva y Fotografía: Marco Riccobene. Actúan: Alfredo Martín, Gerardo Maleh, Alejandro Vizzotti, Carlos Ponte, Agustín Pruzzo. Prensa: Tehagolaprensa

Una de las premisas de la modernidad fue la posibilidad de cada individuo de planificar su vida. Nuestra sociedad de basa en ese principio y para eso ha creado distintas instituciones, políticas, educativas, judiciales, carcelarias, clínicas, etc., para construir una ilusión que nos permita creer que controlamos nuestro futuro.

La música del azar es una obra sobre la pérdida del rumbo, el descontrol dentro de una contingencia constante. El azar es una música que va a la deriva, una incertidumbre existencial sobre la identidad que sumerge a los personajes en una perplejidad que los lleva a la pérdida de toda libertad.


Nashe es un bombero retirado que, abandonado por su esposa, compra un auto importado de alta gama con la herencia de su padre ausente y emprende un viaje sin rumbo hacía donde el azar lo conduzca. Debatiéndose entre la pena y el arrepentimiento por haber perdido contacto con su hija pequeña, experimenta la libertad en toda su dimensión. Despreocupado por el dinero y sin ataduras, pero con remordimientos por la vida perdida, con pesadumbre hacía los estímulos del mundo, pero anhelando establecer una amistad, Nashe, conoce a Jack, un joven jugador de póquer que escapa de una partida caótica que casi termina en un linchamiento. Encariñado con el joven, Nashe le ofrece financiar su próximo juego contra Flower y Stone, un par de millonarios que ganaron su fortuna jugando a la lotería y la dilapidan en excentricidades y juegos de azar. La partida que parece ganada desde antes de empezar, se convierte en pesadilla y los apostadores profesionales terminan pagando su deuda recién contraída en la construcción de un muro absurdo con unas piedras extraídas de un viejo castillo derruido en Irlanda en la propiedad de los ganadores.

El sinsentido de la vida se hace presente como el resultado de un azar en el que la vertiginosidad de los acontecimientos construye una cárcel mental de la que no se puede escapar. Retomando el concepto de deuda de El mercader de Venecia de Shakespeare, la obra de Paul Auster encadena a los personajes para quitarles una libertad que era una ilusión transitoria. 

El azar representa la apuesta de la libertad como única apuesta posible y el dinero se presenta como paradigma de esa libertad que se conquista con el poder económico y se pierde con el trabajo cotidiano.

Gabriela Izcovich propone un ambiente íntimo e introspectivo al poner a los personajes a reflexionar y deambular alrededor del público dentro de una puesta en escena brillante que utiliza las particularidades del teatro y maneja a la perfección la claridad conceptual de Auster. Logra generar una atmósfera de encierro y turbación ante la posibilidad de una pérdida total de la cordura. Por otro lado, las excelentes actuaciones, a la altura de dramaturgia, coronan la experiencia de un azar que nos devuelve una mirada cuestionadora de los anhelos y creencias de una sociedad que conduce inevitablemente hacía una esclavitud mental que sitia todas las premisas de la Ilustración.

Teatro: La Carbonera, Balcarce 998

Entradas: $90

Funciones: Viernes 21 hs, Sábados 19 hs

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