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CRÍTICAS

La Omisión de la Familia Coleman

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Libro y Dirección: Claudio Tolcachit. Asistente de dirección: Macarena Trigo Diseño de Luces e Ilumninacion: Ricardo Sica. Fotografía: Giampaolo Samá. Producción Ejecutiva: Maxime Seugé – Jonathan Zak. Actúan: Jorge Castaño, Araceli Dvoskin, Diego Faturos, Tamara Kiper, Inda Lavalle, Miriam Odorico, Gonzalo Ruiz, Fernando Sala.Prensa: Marisol Cambré.

La Omisión de la Familia Coleman, luego de diez años en cartel y habiendo recorrido más de veinte países, llega al Paseo La Plaza. Conviene acercarse a la obra sabiendo que la misma se originó como un proceso creativo colectivo. Claudio Tolcachir, director y dramaturgo, encerró al elenco en un ph durante nueve meses para que fueran construyendo los personajes y sus vínculos familiares. A partir de lo que se fue gestando en esa convivencia escribió el texto de la obra y así nació la familia Coleman.

Una familia por demás disfuncional, cuyos integrantes se relacionan entre sí a través de una violencia que es el hilo conductor de una manera de ser, de permanecer. Un núcleo matriarcal, sostenido por la figura de la abuela, se encuentra al borde de la disolución. Son muchas las cosas que no se dicen en esta familia, verdades que se traslucen pero se callan, se “omiten”. La ausencia del padre es un ejemplo fundamental. La escenografía refleja la idea de abandono en la que viven los personajes, una casa con muebles rotos que nos sumergen en esa sensación de que en esta familia hay mucho que enmendar.

Una de las claves de la genialidad de esta obra se basa en la construcción de los personajes. Todos y cada uno de ellos encierran su propio encanto. El espectador no encontrará empatía con uno solo sino que podrá identificarse con todos en algún aspecto en particular. Los mismos son seres de carne y hueso, con sus virtudes y defectos, con una humanidad plena, que no se delimitan por ser buenos o malos, sino meramente humanos. Tenemos a la abuela, médula espinal de esta familia, el miembro de unión y contención del resto. También encontramos a su hija Meme, una madre con lo que podríamos definir un retraso madurativo, su rol materno está completamente desdibujado y nadie le presta demasiada atención. Sus cuatro hijos son por un lado, los mellizos Gabi y Damián, hijos de un mismo padre, hermanos que han generado un vínculo que los ampara. Ambos se entienden al punto de que no son necesarias las palabras para generar el entendimiento entre ellos. Damián, se recluye en la bebida y algunas actividades delictivas, mientras que Gabi, desde niña ha ocupado el rol de madre, con la responsabilidad como carga y de hecho es la única a la que vemos trabajar. Los otros dos hijos son de otro padre, Marito y Verónica. Marito, es una figura central. El miembro más extraño de todos. Impredecible, espontáneo, parece el más frágil del grupo, sin embargo es el que se anima a decir lo que todos callan y de algún modo es el que anticipará la tragedia por venir, que recaerá principalmente en él. La última de ellos, Verónica, la mayor, fue llevada por su progenitor de niña y es la que no ha convivido con el resto durante toda su vida. Verónica es como una mirada externa, que no logra entender la dinámica familiar. Los sostiene económicamente pero no está dispuesta a involucrarse emocionalmente con ninguno.

Los Coleman se encierran en su casa, construyen su propio mundo que los contiene pero que a la vez los aparta de ciertos rasgos de realidad y los confina a su propia soledad. A partir de una circunstancia, deberán abandonar momentáneamente el hogar y salir al mundo exterior, a encontrarse con la mirada del otro, que puede no entender los lazos que han conformado a través de los años, incluida Verónica, que se verá forzada a convivir con ellos durante unos días.  Esa salida será el último quiebre que termine por disolver estas relaciones tan atadas y a sus vez, endebles.

La organicidad con la que se mueven los personajes, con la que se suceden los hechos, es para destacar. En escena podemos encontrarnos con todos sus miembros. Durante la obra hay un hecho central en el que el espectador puede dirigir su atención pero, a su vez, son muchas las cosas que ocurren paralelamente. Con altas cuotas de humor, que disfrazan el patetismo y la soledad en la que se ve inmersa esta familia, y le confiere un aire de absurdo a todas las situaciones, Tolcachir y los grandes actores logran conmovernos con este drama. Consiguen implicarnos y nos adentran en esta familia inusual con la que todos en cierto punto podemos hermanar. Hay algo que está por estallar, lo vemos evidente a medida que trascurre la obra. Lo que no se dice, sale por los poros y termina explotando.  En su décimo año en escena, no hay que perder la oportunidad de entrar al universo Coleman y ser testigos de las desdichas de este insólito clan.

Teatro: Paseo La Plaza – Av Corrientes 1660 (CABA)

Entradas: $ 200.-

Funciones: Viernes 22 hs – Sábados 20 hs – Domingo 19 hs.

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