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CRÍTICAS

La Piel de Elisa

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La Piel de Elisa

Dirección: Ignacio Catoggio. Autora: Carole Frechette. Versión: Daniela Berlante. Escenografía: Sebastián Rosés. Vestuario: Fernando Moré. Iluminación: Diego Schiavini. Diseño Audiovisual: Mauro Andrizzi. Sonido: Sebastián Franco. Producción Ejecutiva: Rocío Fernández Sansone. Intérpretes: Lorena Damonte, Ignacio Catoggio. Prensa: Valentina González (VIG Comunicaciones).

Juego de Identidades

¿De quienes son los recuerdos? ¿Realmente vivimos de nuestros propios recuerdos o robamos recuerdos de otros?

La Piel de Elisa es básicamente una metáfora acerca del teatro, del trabajo del actor. Despersonalizarse, sentirse otro, vivir siendo otro, hasta que la identidad de uno mismo se mimetiza con el personaje, con esa persona inventada, ficcionalizada. ¿Pero que pasa cuando esa persona fue real, esa persona existió? Se vive del recuerdo vívido, ficcionalizado de algo real. ¿Cuánto es de imaginario? ¿Cuánto queda del actor? ¿Cómo se despega el actor del personaje?

Elisa no es actriz. Es una mujer sin recuerdos. Vive, actúa de recuerdos ajenos, recuerdos de amores pasados, desoladores, tristes. Aquel primer beso, la pérdida de la virginidad, el primer levante, la obsevación, el vouyerismo, los miedos a entablar una charla con aquella persona, la otra persona.

Al principio, las anécdotas son divertidas, los personajes con coloridos, atractivos, pero poco a poco se van mezclando, pierden su identidad, y por lo tanto vemos al personaje cero, aquel que perdió la memoria, que siente que vive en una piel que no es suya, que su verdadera piel se le cae, y por tanto debe vivir en otros cuerpos.

Basado en el texto de Carole Frechette, Ignacio Catoggio y Lorena Damonte llevan a escena un texto dificil, existencialista, abstracto, que no se puede llevar a un plano terrenal, sino más bien metafísico. Es fascinante la forma en que Damonte seduce al público desde el primer momento, con un juego de miradas, usando cada músculo de su cuerpo para expresar un recuerdo, y a la vez es admirable como ese recuerdo se transforma en el de otra persona. La transición de un personaje a otro, o mejor dicho de una anécdota a otra fluye con una armonía precisa. Damonte cambia postura, tono con apenas dos movimientos y vive en el pasado de otra alma sufrida.

Como si fuera un ciclo de nunca acabar, el personaje salta de un inconciente a otro, hasta que de repente, logra abrirse al público y desnudar su verdadera historia. En este momento, aparece otro personaje, capaz de aclarar a quién realmente vemos y por qué se comporta de esa manera.

El clima que logra Catoggio en complicidad con Damonte es realmente intenso. Lleva a crear una expectativa constante. Se genera un misterio, una tensión rodeada de densidad que produce que el espectador siga cautivado por el texto.

Sin embargo, en la segunda mitad de la obra, cuando empieza a cobra mayor relevancia, el personaje masculino, y se devela la identidad del personaje, se pierde un poco ese clima denso, aunque se gana en riqueza narrativa, en lograr exponer un conflicto que da pie a la reflexión. Hay una sensación de repetición, pero al mismo tiempo de cortar con un ciclo, de monotonía, pero a la vez cierta necesidad de cambio. Y surgen preguntas. ¿Sabemos quiénes somos realmente? ¿Cómo diferenciamos los recuerdos propios de aquellos que se fueron filtrando? ¿De que estamos compuestos?

Nuevamente, vuelvo a destacar la interpretación brillante, llena de matices, expresiva, donde voz y cuerpo se transforman constantemente, de Lorena Damonte. La joven actriz es el verdadero motor de la obra. Desde que se conecta por primera vez con el espectador, no logra despegarlo.

A partir de una potente puesta de luces y apoyada por un interesante montaje audiovisual a cargo de Mauro Andrizzi (Iraqui Short Films – En el Futuro), donde el interior de los sentimientos del personaje se expresa en forma simbólica con imágenes de la naturaleza, mezcladas con cierto caos que nos rodea, La Piel de Elisa es una obra que no da pie a una conclusión instantánea, es para dejarla resposar y reflexionar unos días.

Teatro: El Tinglado – Mario Bravo 948

Funciones: Jueves 20:30 Hs.

Entrada: $60

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