A Sala Llena

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La Rubia Dinamita

La Rubia Dinamita

Rush…
¿Qué
es un “rush”? ¿Qué significa? ¿Cuál es la traducción exacta de esa palabra al
español? ¿Existe un equivalente perfecto en nuestra lengua? El diccionario
inglés-español-español-inglés, le otorga los siguientes significados: prisa,
apuro, torrente, abalanzarse sobre, saltar, correr, ir de prisa, demanda,
avalancha, ráfaga… Pero, a menudo, también significa lo que en español
podríamos denominar “subidón”.  Y el
“subidón” está casi siempre ligado a las conductas y productos de tipo
adictivo. Si bien es un muy inteligente juego de palabras el que le da título
al próximo estreno de Ron Howard, es seguro afirmar sin peligro que esta cinta
se trata nada más y nada menos que de eso, en su estructura troncal: Dos tipos
que viven buscando el rush, el subidón. Y para eso, tienen que ir muy, pero muy
rápido.

Sé que están apurados por
saber si la película es buena, pero  no
nos adelantemos. Déjenme relatarles todo lo que aconteció en la privada de
prensa que me puso en frente, por fin, de tan esperada cinta.

Me levanté bien temprano y
me pegué  una ducha que me despertara
todos los sentidos. Por alguna razón, me sentía particularmente sensual esa
mañana. Supongo que los humores setentosos de la cinta, ya se me estaban
pegando por anticipado.  Debo aclararles
antes que nada (aunque ustedes, inteligentes e intuitivos lectores, ya deben
haberse dado cuenta hace rato) que soy una mujer en extremo sugestionable. Soy
como una especie de masa moldeable, que puede tomar la forma del estímulo que
va recibiendo, ya sea para bien o para mal. De esa manera, la energía que me
rodea tiene efecto innegable sobre mí. Y es por eso que he pasado toda mi vida,
construyendo fortalezas a mi alrededor, que me separen del mundo de una u otra
manera. Es que, verán, es extenuante andar por la vida tan en carne viva. Pero,
alguna de la veces, el estímulo es verdaderamente excitante, verdaderamente
provocativo y, qué puedo decirles, me resulta casi imposible resistírmele.

Me sequé a conciencia y
decidí minuciosamente mi vestuario: unos pantalones de botamanga ancha, unas
botas negras con plataforma y taco alto de madera, una camisa liviana leñadora
convenientemente desabotonada hasta el centro del pecho y mi maravillosa y
novísima campera de jean de Vitamina, bien ceñida al cuerpo. Si se preguntan
qué tiene de particular ese atuendo, la respuesta es lisa y llanamente, que me
hacía lucir como una rubia dinamita. O, por lo menos, así me hacía sentir. 

Desayuné frugalmente y me
encaminé al Cinermark de Palermo, en donde se realizaba la premiere. El día
estaba maravilloso y perfumado, y el sol calentaba tibiamente la piel,
endulzando las sensaciones, el aire y los pensamientos.

Taxi, esquina, entrada,
gente, periodistas, el equipo completo del show de la Fórmula 1, encuentro
grato con mi compañero Matías Orta, escaleras mecánicas y desayuno. De esa
manera se fueron conformando los acontecimientos introductorios de la velada.
Por mi parte, estaba enloquecida de entusiasmo, así que lo primero que hice,
fue tratar de encontrar a alguien con quien compartirlo.

Primero llamé a mi Chuchi y
después, como corresponde, a mi papá. Los dos (recontra tuercas) me dijeron lo
mismo: “PEDÍ AUTÓGRAFOS”. A lo que yo
contesté: “¡Ay, no voy a ser tan grasa!”,
haciéndome totalmente la superada. Por supuesto, el subtítulo imaginario de
aquella respuesta era: “Me voy a sentar
al lado de ellos y voy a escuchar absolutamente todo lo que tengan para decir
de la película y, si puedo, voy a entablar algún tipo de conversación que no me
deje en completo ridículo. Y después voy a ir por todos lados diciendo que me
senté al lado del Show de la Fórmula 1, ENTERO.”

Y así lo hice…

Entramos en la sala y nos
fuimos ubicando según nos conviniera. Yo me fui a la fila del fondo, con los
muchachos de Fox. El mismísimo Fernando Tornello estaba sentado en la punta,
así que con total desparpajo, fui y me ubiqué a su lado. Intercambié un par de
palabras con él y me llamé a silencio. Después de todo, no se trataba de lo que
yo pudiera decirle, si no de lo que yo debía escucharlo decir a él. Esperaba
poder monitorear sus reacciones durante la proyección, sin embargo, tuve
algunos problemas domando y manteniendo en control las mías. Pero, soy una
mujer y, por ende, vengo con el chip multitasker, así que algunas reacciones
del mentado periodista pude recolectar, en vivo y sin filtro alguno.

Durante la proyección, los
muchachos hablaban entre ellos cada tanto. Todos parecían mantener la
compostura, pero aun así, se los veía con la atención atenazada por el
desarrollo de la historia. En especial a uno de ellos, muy joven, que llevaba
una gorra amarilla y negra puesta y se mantenía alerta, excitado, sentado al
filo de la butaca. Cuando llegué, lo confundí con un corredor de TC. Tornello
mismo me sacó del error, ni bien le pregunté quién era. A pesar de que mi
pregunta había sido en extremo bobalicona, el tipo me respondió con genuina
cortesía.

Finalmente, las luces se
fueron apagando.  Yo ya en ese momento
comencé a sentir el embate solapado del pichiruchi. El pulso se me aceleraba,
las manos comenzaban a sentirse extrañas, el pecho me dolía, la respiración se
agitaba un poco, el cuerpo me entraba en esa especie de frenesí enloquecido que
precede al ataque de pánico. Por suerte, mi mente está más robusta últimamente,
así que lo mantuve bien a raya. Era demasiada excitación, demasiada
anticipación…  No me iba a levantar de la
butaca. De última, me sacarían en ambulancia. Me mastiqué una aspirineta para
prevenir el bobazo (zonceras que uno tiene ¿vio?) y me recosté en la butaca.
Había esperado mucho tiempo aquel momento. Tantas anécdotas, tantos
documentales, tantas entrevistas, tantas carreras… Quería ver qué había hecho
este director norteamericano que no tiene ni la más pálida idea sobre Fórmula
1, con aquellos dos terriblemente carismáticos rivales y personajes, Niki Lauda
y James Hunt.

¿Estaría el guion de Peter
Morgan, a la altura de las circunstancias? ¿Nos traerían otra vez a la vida a
aquellos dos guerreros del asfalto, con la audacia y la humanidad que se
merecían? ¿Podrían volver de carne, hueso, nafta y asfalto otra vez, a uno de
los duelos más grandes que ha tenido el automovilismo mundial?

Ahí estaba yo, esperando
todas esas respuestas. Y me parece que mis expertos compañeros de fila, se
estaban preguntando lo mismo.

Finalmente, la película
empezó. Lo primero que oímos, es la voz en off de Lauda. Después, lo vemos en
la pista, a punto de largar, mientras escuchamos de su propia boca, que a él se
lo conocerá siempre por ser tres veces campeón del mundo, por su rivalidad con
Hunt y por el accidente que está a punto de sucederle, por ir persiguiéndolo en
la pista “like an asshole”.

Se me llenaron los ojos de
lágrimas. Me revolví en la butaca y esperé…

Ustedes quieren saber qué
tan buena fue la película, pues bien, van a tener que esperar también. Lo único
que puedo adelantarles, es que los jeans de botamanga ancha, me iban como
anillo al dedo en aquel contexto maravilloso y salvaje.

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