(Argentina, 2013)
Dirección: Sandra Gugliotta. Guión: Sandra Gugliotta y Víctor Cruz. Elenco: Enrique Vázquez, Melisa Ortega, Mariana De la Fuente y Roberta Mazzoletti. Producción: Víctor Cruz. Distribuidora: Independiente. Duración: 68 minutos.
Lucha por clases.
La lucha estudiantil padece una mirada sesgada por parte de la sociedad. Los medios de comunicación sólo se interesan cuando hay una medida de protesta extrema, sumado al pensamiento del común popular: “los estudiantes sólo tienen que estudiar”, lo que da como resultado una redundancia feroz. En La Toma, Sandra Gugliotta (realizadora de esa pequeña gran película llamada Las Vidas Posibles) hace un recorte de la problemática política de las escuelas secundarias, posándose sobre el Comercial Nicolás Avellaneda, situado en la zona de Palermo. Lo más interesante de todo el documental es cómo se construye este eslabón perdido; la gesta organizativa de los estudiantes, con sus aciertos y errores entendibles. La ausencia de esta parte primordial en los debates sobre las tomas de colegios que se pretenden entablar en los medios de comunicación hace ver a los adolescentes como absolutos irresponsables.
La directora encarrila la historia sobre cuatro personajes fundamentales. En primera instancia, tenemos tres alumnas (Melisa, Roberta y Mariana), plenamente inmersas en el accionar y en la búsqueda para atraer y concientizar con el fin de sumar a los demás estudiantes. El cuarto -y para nada menor- personaje es el vicerrector Vázquez, quien aporta una mirada más calma y de apoyo a la lucha estudiantil. Otra de las cuestiones principales es la participación femenina en la militancia juvenil y por eso no es gratuito el segmento de una profesora gay de literatura que les explica a los atentos alumnos, un día después de la promulgación de la Ley de Matrimonio Igualitario, su experiencia personal sobre el tema. Esta escena también pone en evidencia que muchos adolescentes tienen un interés por la actualidad, más allá de la música de moda. Precisamente, los pocos momentos de rispidez se dan cuando las protagonistas pretenden, desde el centro de estudiantes, incorporar más compañeros a la lucha que se viene. Algunas alumnas, escépticas, plantean que la toma de la escuela es un recurso extremo. Esta puja toma otra dimensión cuando los que apoyan o se oponen a las decisiones de los estudiantes son los padres.
Si bien por momentos el documental maneja ciertas recurrencias de un reality show, como por ejemplo el seguimiento al vicerrector en su labor diaria, Gugliotta sabe que lo importante es pensar, desde un caso particular, una problemática que tiene diferentes actores. Sin embargo el foco mediático casi siempre apunta al estereotipo del adolescente indiferente o propenso a la destrucción por simple rebeldía. No se pretende santificar ni condenar la imagen de los estudiantes en este documental, se busca en cambio pensar sus contradicciones, característica inevitable de esta franja etaria.
Por José Tripodero