Tropezándose otra vez con la misma piedra…
Las sagas.
Una vez más la maquinaria hollywoodense nos ofrece nuevos productos publicitarios como si vendieran un cosmético, crean gran expectativa, inundan los medios gráficos, visuales y carterlería. No lejano a otros productos que también han funcionado como podría encasillarse a la saga del mago con anteojos, las maldiciones de Sarumán y tantas otras. En carácter de espectador vuelvo a caer en la asistencia a éstos “denominados” y “vendidos” como eventos muy esperados, para después reprocharme una y otra vez el por qué he caído nuevamente en ésta trampa. No han sido muchas las experiencias de secuelas que han presentado algún aspecto realmente innovador o inclusive resultar superiores a sus antecesoras. Eclipse, en la lastimosa tarea de tener que compararla con sus dos anteriores entregas no es ni más ni menos, es igual, un desastre de película.
¿De qué va Eclipse?
Bella y Edward continúan su romance entre tirones para uno u otro lado. Ella quiere ser convertida en vampiro por que no encaja en el mundo “normal”, no se considera una adolescente “normal” y debido a ello, desea ser convertida una vez celebrada su graduación. Ahora Edward impone una condición por que él es un hombre como los de antes, casarse, y menos aún pensarlo, mantener relaciones sexuales antes de hacerlo. Su personaje debería vestir gomina y frac.
Mientras, el pobre Jacob, devenido hombre lobo, tiene todavía la corazonada de poseer al menos una chance con Bella. El está convencido de que ella lo aceptará luego de escuchar decenas de minutos avalando su posición de por qué él es mejor para ella, mejor que Edward.
Uno es frío, el otro caliente. Uno vivo, el otro muerto. En cada encuentro se cruzarán empujones y discursos de enfrentamiento, pero en fin, la que tiene la palabra final, no es más que Bella, quien a ésta altura ya no sabe qué hacer salvo colocarlos a ambos en una licuadora y extraer a su candidato ideal.
A diferencia de las anteriores entregas, aquí se contrató al director David Slade, con un trabajo notable como Hard Candy, film que sirvió para prestar atención sobre Ellen Page (Juno), y otro no estrenado en carteleras porteñas, 30 Days of Night, otra de vampiros en la nieve. No obstante el prometedor profesional, sea por encargo o qué, no logró desvincular al producto de sus anteriores en materia cinematográfica, no pudo desligarse cual lo hiciera Cuarón con la saga de Harry Potter, imponiendo una marca autoral, lo que permite evaluar hasta dónde éstos proyectos ya vienen ofrecidos con un “know how”, de manual o como quieran denominarlos.
Sin ir muy lejos, Luna Nueva, al menos habia ofrecia una más acogedora estética y un más sombrío aspecto sobre algunos personajes, una revelación argumental con Jacob, cuyos abdominales tal cual tabla de planchar continúan intactos y explotados al máximo para suspiro de las adolescentes que han de ir a ver el film.
Pattinson no es un galán a la altura de Kristen Stewart, ésta última ha demostrado en Adventureland estar para interpretar otros géneros más versátiles y adultos que éstas franquicias vacías, no obstante como en muchos casos de actores que consiguen éste tipo de roles vistos mundialmente por millones de personas, esperemos que no juegue en contra hacia la carrera de ésta prometedora actriz a quien noté por primera vez en La Habitación del Pánico de David Fincher.
Por mi parte, la saga de Crepúculo bien podría terminarse aquí, dejar de tener que volver a resucitar el movimiento de fans dentro de los dos próximos años para ver Breaking Down Parte 1 y Parte 2, otro nuevo invento de seccionar novelas a manera de extensión (Harry Potter incluído…).
Jose Luis De Lorenzo