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CRÍTICAS

La Voz de la Sirena

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La Voz de la Sirena

Dirección y Adaptación: Leonor Manso. Dramaturgia: Alberto Muñoz. Diseño de Luces: Pedro Zambrelli. Diseño Sonoro: Omar Giammarco. Escenografía: Isabel Gual. Producción Ejecutiva: Carolina Cacciabe. Intérpretes: Claudia Tomas. Prensa: Silvina Pizarro.

Fuera de la Ley

No somos lo que vestimos. Un uniforme no puede definir nuestra identidad, nuestras vidas, así como tampoco esconder el pasado, los recuerdos que no queremos que vuelvan a nuestra mente.

Betty pertenece a la policía federal. Su madre ha fallecido recientemente, y por fin puede acudir aun uniformada al cementerio para verla, despedirse y contarle sobre los últimos acontecimientos de su vida.

Pero en las confesiones del presente se filtran recuerdos del pasado. Recuerdos que la llevan a Betty en reencarnarse en su madre, una cantante, una estrella que sufrió durante años el maltrato por parte de su esposo, un colchonero fanático del boxeo.

Betty decidió enfrentar la violencia, el abuso y la injusticia, se unió a las fuerzas policiales para no sufrir lo que pasó su madre, sin embargo terminó recibiendo la coraza de su padre.

Lo que queda es el rencor, la culpa y el arrepentimiento, de una mujer en apariencia fuerte, que debe demostrar todos los días, representar la ley, pero que internamente sufre y tiene el temor de repetir los errores de sus progenitores.

La Voz de la Sirena es un unipersonal melancólico, duro y triste. Alberto Muñoz, en su texto, va desnudando el alma del personaje; son capas que caen y muestran la fragilidad e inestabilidad psicológica de la protagonista.

Claudia Tomas va transformando el personaje sutilmente, mostrando diferentes facetas que justifican su depresión. Las anécdotas se convierten en más oscuras y menos divertidas, a medida que avanza el relato. De la inocencia y honestidad, pasamos a conocer otras facetas del personaje, que van más allá del reproche hacia los padres, y la educación que le dieron, tanto cuando estaban presentes como ausentes, en la crianza de Betty.

Tomas adapta su cuerpo, sus expresiones de acuerdo al cambio confesión, llegando a extremos, que derivan en una estado de tensión constante por parte del espectador.

El relato se vuelve inestable e imprevisible, lo que ayuda a mantener la atención del público y acompañar el deambular del personaje, que a pesar de estar en un cementerio, por momentos se traslada (y a nosotros junto con ella), a otros rincones, otras habitaciones, otros tiempos.

Crímenes, muertes y balas perdidas. Para hacer más liviano el relato, el texto está acompañado por canciones populares (tango, folclore, rock), que expresan el estado anímico que atraviesa el personaje. O sea, enfatizan en forma lírica, aquello que vemos y siente Betty, pero a la vez sirve como una pausa oportuna, un descanso antes de seguir escuchando esta charla que el personaje mantiene consigo misma y sus fantasmas.

La puesta en escena a cargo de Leonor Manso es precisa y nos pone en clima. El cementerio es un lugar lúgubre, pero no llega a ser aterrador. El constante pío de los pájaros permite que nos sintamos dentro de la escena, junto a la protagonista, que en la piel de Claudia Tomas consigue un equilibrio emotivo adecuado, ya que desde un principio se puede adivinar que el personaje no está bien, pero al mismo tiempo logra mantener el misterio acerca de cuál va a llegar a ser el extremo que el personaje toque, antes de retirarse del escenario.

Con dureza y emotividad, las palabras de esta sirena, quedan impregnadas aún largo rato terminada la función, y permiten reflexionar, y recapacitar, acerca de nuestras relaciones con los vivos… y con los muertos.

Teatro: Centro Cultural de la Cooperación – Corrientes 1543

Funciones: Sábados 23 Hs – Domingos 20:15.

Entrada: $70

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