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CRÍTICAS - CINE

Las intemperies

Ambientada en Ushuaia, Las intemperies narra la relación de dos hermanos, Diego y Lorenzo. El primero vive como ermitaño después de que su hija falleció en un accidente. El segundo lo busca junto a Julián.

Para efectos de estos párrafos, entenderemos ambiente como ambientación: paisaje audiovisual donde cada elemento, natural o sintético, aporta matices acordes al desvalimiento presente desde el inicio de la obra. O sea, ambiente acá es técnica para crear lo contemplable antes de cualquier análisis.

Así, las intemperies en la obra de Guido de Paulo y Andy Riva están reforzadas por el diseño sonoro y la dirección de fotografía. Lo que los co-directores y Nicolás Purdía subrayan narrativamente en el guion con una lógica del tiempo interrumpida y pérdidas abruptas, la banda sonora y los tonos paisajísticos lo sugieren con delicadeza. 

El trabajo de Lucas Sobral, Francisco Seoane y Guillermo Romero sugiere pérdidas más profundas que las actorales. Para ellos estar desvalido implica retratar ambientes intermedios. La intemperie acá simboliza la medianía de sobrevivir la vida ermitaña de un hermano, y la ausencia física de una hija. 

Ahora, si la deriva evoca una “desigualdad temporal”, ¿cómo tonos verdes y azules pueden ser indicios de ello para esta obra? La pregunta redunda en los usuales sentidos que le damos a estos matices visuales.

Además, estar a la intemperie da una idea de estar a cielo descubierto, de ir hacia el desvalimiento. En la ópera prima estamos ya en estos terrenos, nombrándolos y, para remate, en plural. Cuando tomamos de arbitrario ejemplo los primeros tres minutos de la película, detallamos que cada plano es una variación sutil y desoladora de esas impresiones.

Durante ese plazo de tiempo, cada elemento visual se sitúa en medio de un entorno que lo sobrepasa en cantidad o tamaño. Y de todas maneras, los planos del rostro reflexivo, la hoja ocre y el auto desplazándose en la carretera destacan. Cada uno hila sentidos a partir de un contraste a medida que el montaje alterna naturaleza al aire libre y rostros, digamos naturaleza interior.

En esa dinámica entre lo que indica un rostro y lo que simboliza un paisaje, oír tan pronto la voz de los personajes distrae. Cada plano general expresa riqueza que de a poco la intención en la voz de los actores deja a un lado. 

Al final prevalecen al menos dos certezas. Primero, hablar interpela la ausencia, no solo la ocupa. Esto hacen los personajes principales en sus viajes y errancias. Luego, la doble interpretación de Alfonso Tort muestra una dualidad aprovechada: en una sola persona conviven la otredad familiar y la búsqueda de sí mismo en alguien más que se retira de la sociedad.

Dirección: Guido de Paulo, Andy Riva. Guion: Guido de Paulo, Nicolás Purdía, Andy Riva. Asistencia de dirección: Nicolás Purdía. Elenco: Alfonso Tort, Daniela Castillo Toro, Luis Amarillo, Julián Chalde. Director de sonido: Lucas Sobral. Música y director de sonido post: Francisco Seoane. Dirección de fotografía: Guillermo Romero. Vestuario: Florencia Savulsky. Montaje: Hernán Garbarino.

 

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