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CRÍTICAS - CINE

Una receta perfecta (The Food Club)

Si como invoca el título local para su estreno el cine fuera una receta, una fórmula preconcebida (¿o precocinada?) de antemano y con un destino placentero para el espectador (¿acaso una buena digestión?) este film de origen danés bordearía la perfección.

Veamos: tres mujeres en trance a la última curva afectiva de sus vidas concurren a un curso de comidas en Puglia, al sur de Italia, paisaje paradisíaco de aquellos. Una de ellas se acaba de enterar que su esposo le es infiel y le propuso el divorcio; la segunda, tal vez la más “liberal”, vive una relación tensa con su hija, en tanto, la otra, viuda, añora y recuerda al difunto.

Con esta receta donde se mezcla el paraíso de Puglia con la preparación de comidas, la propuesta de Barbara Topsoe-Rothenborg (tres largos para cine y el resto una prolífica carrera en televisión) fusiona dos ejes temáticos pautados (y, ya que estamos, digeridos) en otras películas.

Por un lado, un cine aristocrático y liberal de señoras de buen pasar económico: desde ese punto, Una receta perfecta se aproxima a El exótico Hotel Marigold (con Judi Dench y una pléyade de actores bien british) y a Bajo el sol de Toscana (un bodrio solo rescatable por la presencia y belleza imbatible de Diane Lane). En estas dos películas, como en la novedad procedente de Dinamarca, la mirada del afuera (el recién llegado) hacia ese nuevo paisaje y sus habitantes, aúna alguna escena simpática con un montón de momentos previsibles. 

Y, por el otro lado, la comida como centro operativo del relato que, en todo caso, tiene su inicial puntapié temático a fines de los 80 con la celebrada La fiesta de Babette (vaya… ¡de origen danés!) aun  cuando la película de Gabriel Axel autoriza una lectura religiosa en relación a la gastronomía que va mucho más allá de la exhibición de un manual de cocina clase A para turistas alegres y sorprendidos por “lo extraño”.

Es decir, la receta de este cine, si el cine fuera solo eso, alcanzaría la perfección: una mirada turística sobre un mundo desconocido con la respectiva degustación y preparación de comidas de ese lugar, por lo general, habitado por gente excesivamente amistosa.

Pero, por suerte, el cine no debería parecerse a un programa turístico de televisión con conductores “Fashion TV”. Y, en ese sentido, Una receta perfecta exhibe sus limitaciones y falta de vuelo narrativo por alejarse de los clisés contemplados en esta clase de films.

A una escena intimista de amistad entre las tres mujeres se le opone otra donde el lugar común gana la partida. A la mostración del trío femenino desde sus soledades (ocultas o no), interpretadas por un terceto actoral de buena química, le espera un par de secuencias de desgano estético donde la cámara, en efecto, parece la de un programa culinario-turístico concebido para la televisión. A los pocos instantes emotivos que transmiten los personajes protagonistas se le suma (o resta, en todo caso) la elección del clisé ortodoxo en relación a la banda de sonido de una película que transcurre en Italia. En efecto, en Una receta perfecta se canta se canta a viva voz “Funiculi, Funicula”. Ay, ay.

El cine, por lo tanto, no debería estar sometido a una receta preconcebida aun cuando un paisaje determinado y una comida italiana pretendan afirmar lo contrario.

(Dinamarca, 2020)

Dirección: Barbara Topsoe-Rothenborg. Guion: Anne-Marie Olesen. Elenco: Kirsten Olesen, Karoline Hamm, Stina Ekbland, Rasmus Botoft. Duración: 98 minutos.

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