La edad de la inocencia.
El cine francés y sus historias siempre han tenido una cuota de desenvoltura sensual y de sensación de alta cultura para el público argentino. Mis Días Felices (Les Beaux Jours, 2013), la última película de la directora Marion Vernoux, cumple con ambas premisas. Caroline (Fanny Ardant) es una atractiva dentista recientemente jubilada sumida en un cuadro depresivo debido a la falta de incentivos, la jubilación prematura, la muerte de su mejor amiga y una relación más amistosa que sexual con su marido y colega Philippe (Patrick Chesnais). Cuando sus hijas le regalan un pase para los cursos en un instituto para la tercera edad y comienza una relación amorosa con el profesor de informática, deberá replantearse diversas cuestiones acerca de su actitud hacia la vida.
Mis Días Felices, nombre del instituto en el que Caroline se anota en diversos cursos, desde teatro e informática hasta cerámica, es una especie de escuela para reinsertar a los abuelos en este nuevo mundo que la jubilación les ha abierto. La adaptación de Fanny Chesnel junto a Vernoux de la novela de la primera Une Jeune Fille aux Cheveux Blancs, contiene una gran sensibilidad que puede ser apreciada no solo en los diálogos y en los primeros planos, donde más se luce la extraordinaria actuación de Ardant, sino también en la elección de las hermosas e introspectivas composiciones de piano de Quentin Sirjacq.
Dejando sutilmente una mención hacia las políticas de desmembramiento de la seguridad social llevadas a cabo por los distintos gobiernos en Francia, Vernoux cuestiona el rol de la tercera edad en la actualidad al adentrarse en la vida y las relaciones de personajes de más de sesenta años que comienzan realmente a vivir a partir de que abandonan sus obligaciones laborales y pueden o deben dedicarse a descubrir qué es lo que van a hacer de ahora en más. Esta especie de libertad aparente, que nunca antes había existido en la historia de la humanidad, crea para los personajes un limbo a partir del cual deben comenzar a pensarse de nuevo como sujetos. Allí donde termina el reino de la necesidad aparecería la historia de la libertad, parafraseando burdamente de alguna manera al filósofo alemán del siglo XVIII, Immanuel Kant.
La última película de Marion Vernoux logra de esta forma componer a través de una comprensión e indagación en los sentimientos y la sexualidad, una visión sobre los dilemas y las bifurcaciones de una tercera edad que cada vez se siente más joven, desenvuelta y libre, pero que en su nueva adolescencia no puede ver aún que sobre su condición pende amenazante la espada de Damocles.
Por Martín Chiavarino