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Libreta de apuntes (16) | Jean Vigo

Libreta de apuntes (16) | Jean Vigo

Poco se habla de Jean Vigo. Solo vivió 29 años. Solo nos dejó 200 minutos de cine: A propósito de Niza (un documental de 25 minutos), Taris, roi de l’eau (un corto sobre un campeón de natación) y sus dos obras más conocidas: Cero en conducta y L’Atalante.

Se habla poco de Vigo, pero yo creo que inventó mucho de lo que después vendría. Jean Vigo fue la Nouvelle Vague, pero 30 años antes. 

Tuvo la iluminación y lucidez que permiten los comienzos, aunque casi nadie aprovechó los comienzos como él. Su carrera como cineasta, interrumpida bruscamente por su muerte prematura, fue por eso todo comienzo y juventud. No podemos imaginar un Vigo maduro. Pero también filmó en la juventud del cine como arte, en una época en la que todavía se descreía de sus posibilidades y se lo miraba con desconfianza. Tal vez haya sido el primer cineasta que llegó al cine creyendo en el cine. No como otros de su generación que entraron como por curiosidad, luego de destacarse en otra cosa o como una segunda opción. Jean Vigo nunca quiso ser otra cosa que cineasta. El cine no fue un reemplazo de algo más.

Como todo gran artista siempre estuvo entre las cosas, no por sobre las cosas. Entre la realidad y la ficción, entre el silencio y el ruido, entre la prosa y la poesía, entre el sufrimiento y el éxtasis. Pero siempre flotando en ese entre, siempre yendo más allá.

Cero en conducta es experimentación y ternura. Nunca grave, nada de darse importancia.

Vigo era un poeta que jugaba. Buscaba el gesto rebelde que se atenuaba con la risa.

Su mirada se hacía más rebelde con la risa.

El de Cero en conducta es un realismo corrido. Son documentos de vida, vemos el fluir de las cosas frente a nosotros. Pero de pronto, aparece el arrebato fantástico: unos dibujitos que se mueven. En Vigo la sorpresa es felicidad.

Nadie antes había filmado a los niños de esa manera. Muchos les deben mucho a esta pequeña película. Su influencia llega, entre otras, a otras tres obras maestras: Los 400 golpes, Los enanos también nacen pequeños, Los olvidados.

Se burló de la autoridad en el cuerpo de un enano. Pero más provocadora era la idea de que tal vez solo la niñez sea el territorio de la libertad. Ese era su tema: la libertad. Tal vez su padre anarquista le legó esa llama. En el cine de Vigo se expande su obsesión por destruir para construir. Llegar a la felicidad a través del caos.

Creó ese tipo de imágenes que no se pueden olvidar. Que no significan nada, pero que tal vez por eso pueden significarlo todo. Esa cama vertical, por ejemplo. La idea de algo fuera de lugar. Un sinsentido que nos inquieta y entonces nos interesa.

Después hizo L´Atalante. Dicen que la filmó desde una silla de ruedas, ya muy enfermo, sabiendo que iba a morir pronto. Sin embargo, no creo que haya película más viva. Está Michel Simon, esa fuerza de la naturaleza. Su cuerpo es cine. Es lo real, pero desde el exceso. Aemás, tenía otra virtud que todavía hoy cuesta encontrar: era un actor que no parecía un actor.

Pero el corazón de la película es esa pareja que parece flotar entre las cosas como en un sueño. Pero, al mismo tiempo, se hacen carne y vida. Es una historia de amor, pero no hay melodrama. No hay distancia irónica. Nos hablan como si estuvieran al lado de nosotros.

Vigo amaba los contrastes. El casamiento está filmado como si fuera un funeral. El barco, que le da título a la película, aparece como promesa de libertad, pero también será el que provoque el encierro.

L´Atalante es la primera gran película sobre el matrimonio. Pero Vigo es aún más preciso: es una película sobre la convivencia. Cuenta con precisión y amor esa intimidad compleja y confusa de los primeros días de una pareja. Es una película romántica, muy romántica, pero a la vez crítica del amor romántico. 

Manos que se tocan, sensación de cercanía. Una película de roces, una película con piel.

Eso era nuevo. Y lo sigue siendo. Es la idea del cine como un diario personal. Vigo trajo lo íntimo al cine; la verdad de los cuerpos, pero también del agua, de la niebla.

También la sabiduría del que sabe que no todo debe ser controlado. De pronto, la narración se suspende. Solo se observa. El devenir de las hechos se detiene. Los personajes bajan a la ciudad. No van a ningún lado. Deambulan. Se pierden. Es la Nouvelle Vague, es Antonioni. Pero mucho antes.

Y ese perderse se nos ofrece como una revelación. Porque son Juliette y Jules que descubren la ciudad. Y somos nosotros que descubrimos de nuevo el cine.

Y después esos abrazos en sueños. Me hacen pensar que tal vez el abrazo, en el cine, es más potente que los besos. Tal vez lo mismo pasa en la vida. Recordamos el primer beso con alguien, pero más la emoción del primer abrazo.

Vigo fue el primer realista del cine francés. Porque no nos quería explicar nada.

Juliette desea a otro hombre. No hay juicio. No está ni bien ni mal.

Como a Ophuls, a Fassbiner y a Sirk, a Vigo le gustaban los espejos. El agua es un espejo. Por eso al cine le va tan bien el agua. Van Gogh decía que no podía pintar el agua, que había algo que se le escapaba, que no podía trasnmitir la sensación visual del agua. Al contrario, la camara de cine ama al agua. En ese baile de sueño, cuando Jean se arroja al río, se atraviesa el espejo. El cine tal vez sea atravesar el espejo para revelarnos eso que somos.

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