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CRÍTICAS - CINE

Loco Corazón

 

Loco Corazón (Crazy Heart, EEUU  2009)

Dirección y Guión: Scott Cooper basada en la novela de Thomas Cobb Producción: Robert Duvall, Scott Cooper, T-Bone Burnett, Judy Cairo, Rob Carliner, Elenco: Jeff Bridges, Maggie Gyllenhaal, Robert Duvall, Colin Farrell Distribuidora: Fox Duración: 112 minutos

 

A veces Hollywood retrocede en sus pasos. Parece que regresaron los tiempos en que se hacían películas, con la única intención de lograr que sus intérpretes, ganaran por fin, el Oscar que en otras oportunidades se le había negado. Y Loco Corazón, ópera prima de Scott Cooper, es ni más ni menos que un vehículo para que su protagonista absoluto, Jeff Bridges se llevara la preciada estatuilla. Y la consiguió.

Es que, a pesar de parecer una historia real, se trata de una ficción, seguramente inspirada en muchos cantantes countries similares a Bad Blake, que todos los integrantes de la película, especialmente, uno de los compositores de la banda sonora, el renombrado cantante country, T-Bone Burnett. La película fue escrita y pensada en Bridges, que además es productor ejecutivo. Bridges es la única razón por la que la película se estrena en cine.

Y solo por Bridges vale la pena. Es sabido que se trata de un actor multifacético, que se desenvuelve perfectamente, de manera creíble tanto en la comedia como en el drama. Que puede pasar de ser un elegante político (La Conspiración) o un pianista carismático (Los Fabulosos Baker Boys) a luchar en mundos ficticios (Tron) o seudo ficticios como cuando colaboró con Gilliam en Tideland o Pescador de Ilusiones… o ser simplemente “el tipo”, de El Gran Lebowsky de los hermanos Coen.

Se pone las botas de “Wild Bill Hickock” con  aspecto hippon, o es capaz de raparse completamente para enfrentarse a Iron Man. Y estos son solos los últimos ejemplos. Porque Bridges ha madurado, crecido actoralmente y envejecido con estilo, personalidad, y sobretodo sin pretensiones. Ha sabido aceptar roles menores y secundarios, así como protagónicos. Autores independientes e industriales. Cantar, bailar, pelear…

Hace 30 años atrás Bridges debutaba oficialmente (participó al año de vida en una película y más tarde en las series protagonizadas por su padre, el gran Lloyd). En 1971, fue el gran protagonista de La Ultima Película de Peter Bogdanovich, en un rol melancólico querible y creíble, un adolescente honesto, confundido, pero bienintencionado. Volvió a ser nominado como compañero de Clint Eastwood en Thunderbolt and Lightfoot, opera prima de Michael Cimino. Volvió a ser nominado como protagonista de Starman, de John Carpenter.

Tiene una mirada única, contempladora y asombrosa, únicamente compartida por su hermano Beau (otro gran actor pero con menor suerte para las películas).

Bad Blake, el personaje protagónico de Loco Corazón está creado para emocionarse, para ser vivido y conmover fácilmente, identificarse a la vez con la platea, tanto por su vulnerabilidad, su gracia y carisma, como por su perfil más oscuro como alcohólico. Se trata del típico cuento de redención de una estrella caída que le gusta tanto a los estadounidenses y a la Academia: una mezcla entre The Ram, el inolvidable luchador interpretado por Mickey Rourke (una verdadera estrella caída) y Nicolas Cage en Adiós a las Vegas. Quizás haya cierto remordimiento por no haberle dado el premio el año pasado a Rourke (igualmente competía fuertemente con Penn en otro personaje típicamente oscarizado), pero al igual que ambos, Bad Blake es ficticio, por lo cual no hay licencias en el medio.

Bad Blake es un cantante venido a menos. Fue tutor de Tommy Sweet (Farrell, por primera vez creíble y no sobreactuado en un rol), un cantante country que se ha hecho inmensamente popular. Llena estadios y tiene un equipo técnico gigante. En cambio, Bad Blake, que se da a entender que tuvo en algún momento popularidad, tiene que arreglarse cantando en bares, vagabundeando de un pueblo a otro, siempre en su vieja furgoneta y con la misma guitarra. Su pasión por la música es tan imponente como lo es la pasión por las mujeres y especialmente el alcohol, que lo tiene a mal traer en todo momento.

En el medio conoce a Jean (Gyllenhaal, natural, soberbia en un rol menor a comparación de otros que hizo) una madre soltera y aspirante a periodista. Previsiblemente lo que empieza siendo una amistad y buena química termina en una relación romántica que le hace replantear a Bad Blake, el hecho de que por el bien de su salud, la de ella, y su pequeño hijo, que enloquece a Blake, así como para inspirarse musicalmente, debe terminar con el alcohol.

La películas es la típica lucha del antihéroe contra su enfermedad interna, que por un lado, es como una marca de su arte, pero por otro (al igual que en El Luchador) será la cruz en su vida, sino la agarra a tiempo.

Se puede decir a favor del ex actor secundario Cooper, que trata de no caer en golpes de efecto demasiado bajos o demasiado lacrimógenos convirtiendo la película en una telenovela, pero tampoco evade los clisés y estereotipos del género, incluido un hijo adulto abandonado. Nada demasiado original o inspirado. Y se nota que fue pensada para televisión. La fotografía de Barry Markowitz se destaca a la hora retratar paisajes (realmente hermosos), así como algunos interiores oscuros, pero también tiene escenas de notables errores de continuidad lumínica que distraen del drama principal.

Una de las cualidades de la interpretación de Bridges es su naturalidad. A diferencia de otros actores que hacen una transformación completa cuando encaran un rol así, a Bridges no parece costarle para nada, ni cantar, ni bailar, ni amar, ni emborracharse. Esa simbiosis entre actor y personaje, sin perder el hilo, el punto de vista o amagar en caer en la sobreactuación es lo que generó la gran repercusión de Loco Corazón.

Sí, la banda sonora de Burnett y Ryan Bingham es otro punto atractivo para todo aquel que le guste la música country. Las canciones son pegadizas (recomiendo escuchar el soundtrack), uno siente realmente estar en un recital de Bridges y Farrell, que forman una gran pareja musical.

La química con Gyllenhaal es maravillosa también. Y Robert Duvall, hace casi un cameo como el “amigo” de Bad Blake. Un personaje que le sale bastante natural, muy alejado de los inolvidables que interpretara en el pasado para Coppola.

¿Bridges se merecía el reconocimiento? Sí, pero quedará en el gusto de cada uno determinar si supera a Renner, Firth, Freeman o Clooney.

Loco Corazón es una película sencilla y poco pretenciosa, hecha a la medida de Bridges. Un cuentito con moraleja obvia y subrayada (sobrio te va a ir mejor en la vida, cuestión de karma), creíble, mil veces visto, para ver relajado y olvidarse a los pocos minutos de salir de la sala. 

 

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Loco Corazón es una de las tantas películas que se enfocan en grandes personalidades llenas de humanidad, con sus conflictos irresueltos y virtudes incorruptibles. A Hollywood le encantan estos trabajos, a los que llaman “historias de redenciones”: seres que se equivocan miles de veces, caen a la par y vuelven a levantarse. Esto se comprueba con el Oscar otorgado hace días al protagonista Jeff Bridges, quien, a pesar de no lograr su mejor interpretación, alcanza esta victoria con un título de este tipo.

El actor, descendiente de una dinastía de artistas, encarna a Bad Blake, un cantante de música country que supo tener mucha fama y ahora ve que su carrera se estanca en lo profundo. Su representante lo incita a volver al ruedo de recitales y ser telonero de estrellas jóvenes, pero el se rehúsa. Es que para poder recomenzar de nuevo su trayectoria debe resolver problemas personales, algunos de ellos mucho más difíciles que cualquier inestabilidad laboral. Sumergido en problemas de salud que aquejan su cuerpo por el poco cuidado que tiene de el y su constante dependencia con el alcohol, el solista está encaminado en una vía trágica.

Un amigo le presenta a su sobrina, una periodista interesada en escribir una entrevista sobre la enigmática vida del protagonista. Maggie Gyllenhaal es la encargada de darle vida a Jean, la cronista que también tiene un viaje de desilusiones en su pasado. Sin prejuicios, deja que Blake se sostenga en ella hasta que la incesante adicción hace imposible la continuidad del romance. Es allí cuando comienza el ingrediente afrodisíaco que adoran los ejecutivos y celebridades pertenecientes a Los Ángeles. Cuando el errático toma conciencia de su situación y decide cambiar.

Éste marco, si lo adaptamos a otros tiempos y diversas circunstancias, lo hemos visto miles de veces. Podríamos destacar algunos antecesores recientes como la magnífica historia de El Luchador con Mickey Rourke, Ray con Jaime Foxx, Johnny & June: Pasión y Locura con Joaquin Phoenix, Million Dollar Baby con Clint Eastwood y Hilary Swank, y Vidas Cruzadas con Matt Dillon. Todas ellas tuvieron repercusión en las entregas de premios y les valieron estatuillas doradas a algunas de sus figuras.

Más allá de las actuaciones, lo más destacable son las canciones compuestas específicamente para el filme. De la autoría de T-Bone Burnett, uno de los mayores referentes del country, llega una lista de melodías que reflexionan sobre alegrías y tristezas, y rescatan la esencia de este estilo musical. A pesar de ser interpretadas por los mismos actores, la compaginación de sonido hace muy evidente que no lo hicieron en vivo, sino en la prolijidad de un estudio de grabación.

Bridges, un famoso cuya versatilidad y falta de vanidad le permitieron hacer cualquier rol y participar en diferentes géneros, resulta creíble como una persona a la deriva. Le agrega una sensibilidad locuaz, junto a su habilidad con el canto. Gyllenhaal, por su parte, nutre a su personaje con vulnerabilidad y gran pasión hacia quienes la rodean, ya sea su hijo o su desequilibrado amante. También aparecen Robert Duvall, una de esos mitos vivientes que con tan solo su presencia jerarquizan cualquier pantalla, y Colin Farrel, luciendo sedado en el papel del discípulo en pleno apogeo que perdió contacto con su mentor.

La opera prima de Scott Cooper se anima a adaptar un libro sobre una leyenda musical ficticia y sale airoso de la tarea. Quizás cumpliendo demasiado a rajatabla las reglas de manual para una historia pseudo-biográfica, no se da lugar a incursionar por caminos narrativos paralelos o no recorridos hasta el momento, aspecto que en lo posible serán perfeccionados en sus próximos proyectos.

Por Damian Hoffman 

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