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CRÍTICAS - CINE

Metegol, según Matías Orta

El cine argentino nunca fue ajeno a la animación. De hecho, El Apóstol, de 1917, es el primer largometraje animado en todo el mundo. Luego llegó Manuel García Ferré, con films que marcaron a generaciones, como Ico, El Caballito Valiente y Trapito. En las últimas décadas hubo intentos en el estilo de las producciones digitales provenientes del exterior, del que se destaca Cóndor Crux. Y también están las películas basadas en personajes populares, como Patoruzito y su secuela, Isidoro, Boogie, el Aceitoso y Gaturro.

Cuando se anunció que Juan José Campanella estaba preparando un film de animación, con Eduardo Sacheri otra vez como co-guionista (trabajaron juntos en la ganadora del Oscar El Secreto de sus Ojos, basada en una novela de Sacheri), en un film inspirado en el cuento de Roberto Fontanarrosa “Memorias de un wing derecho”, quedó claro que sería un producto a tener en cuenta. Y ahora Metegol ya es un hecho, vaya que la expectativa valió la pena.

En un pueblito perdido, Amadeo se la pasa jugando al metegol del bar en el que trabaja. Nunca se cansa de ganar partidos con su equipo, los de camiseta verde y amarilla, liderado por el Capi. Para él no es sólo un juego de mesa sino una religión, la vida. Pero esa vida cambiará cuando reaparece Ezequiel “Grosso” Remacho, una ahora estrella mundial de fútbol a la que alguna vez humilló. Grosso, tipo egocéntrico y malvado si los hay, volvió con intenciones de barrer con el pueblo para construir un parque temático en honor a su figura y, de paso, le pega a Amadeo donde más le duele: secuestra a Laura, amiga y amor secreto del protagonista. Cuando las cosas empeoran cada vez más, Capi y el resto del equipo de metegol cobran vida y ayudarán a Amadeo a recuperar a Laura y a tratar de salvar a sus vecinos.

El fútbol es una excusa para que Campanella y Sacheri nos cuenten otra historia de personajes antiheróicos pero luchadores, algo “chapados a la antigua”, dispuestos a arriesgarse en una proeza final. Se relaciona de manera más directa con los geniales cuentos de Sacheri; las gambetas y los goles son el marco de historias con elementos nostálgicos, donde todavía importan valores como la amistad y el honor. El guión no siempre es perfecto (algunas subtramas quedan en el aire), pero eso jamás atenta contra el resultado final, que podría ser definido como la mejor mezcla de Luna de Avellaneda y Toy Story. Si bien apunta al público infantil, a la película pueden disfrutarla espectadores de todas las edades. Campanella demuestra su talento para balancear el humor y la emoción, que esta vez se complementa con tecnología digital a la altura de las producciones de Pixar, Dreamworks Animation y otras empresas de Estados Unidos y Europa. De hecho, Sergio Pablos, uno de los culpables de Mi Villano Favorito, participó en la realización.

Además, Metegol recupera un subgénero olvidado por el cine nacional: las películas con fútbol. Décadas atrás estrenaban films de la talla de Pelota de Trapo, El Cura Lorenzo (sobre el fundador del club San Lorenzo de Almagro) y El Crack, ópera prima de José Martínez Suárez. Veremos si el film de Campanella es un puntapié para que el deporte más popular del país vuelva a ser más tenido en cuenta por los cineastas locales. Uno de los puntos fuertes de la película tiene que ver con las voces de los personajes. David Masajnik y Lucía Maciel se ocupan de Amadeo y de Laura, respectivamente, y Diego Ramos vuelve odioso al símil Cristiano Ronaldo que es Grosso. Pero quienes se roban el show son los jugadores del metegol del título: Capi (Pablo Rago), el canchero Beto (Fabián Gianola) y el hippie Loco (Horacio Fontova), del equipo de Amadeo, al que se les suma el Liso (Miguel Ángel Rodríguez), del vapuleado equipo contrario. Los jugadorsitos son una auténtica metáfora Campanellezca, ya que representan la tradición que se enfrenta a la modernidad y sus sponsors.

Metegol es el mejor largometraje animado nacional hecho hasta el momento, la confirmación de que Juan José Campanella sigue siendo el director argentino más importante en actividad (imbatible la dupla creativa que forma con Eduardo Sacheri), una nueva oportunidad de ver fútbol en un producto de animación —el mejor antecedente: el animé Los Campeones— y un ejemplo de cómo hacer un film que al mismo tiempo sea bien argentino y también universal. Es decir, un partido ganado por goleada.

calificacion_4

Por Matías Orta

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