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CRÍTICAS - CINE

Misión Rescate (The Martian)

(Estados Unidos, 2015)

Dirección: Ridley Scott. Guión: Drew Goddard. Elenco: Matt Damon, Jessica Chastain, Kristen Wiig, Jeff Daniels, Michael Peña, Sean Bean, Kate Mara, Sebastian Stan, Chiwetel Ejiofor, Mackenzie Davis. Producción: Ridley Scott, Aditya Sood, Michael Schaefer, Simon Kinberg y Mark Huffam. Distribuidora: Fox. Duración: 141 minutos.

De Marte con humor.

El mayor mérito de Misión Rescate está en poder hibridar dos géneros: la ciencia ficción y la comedia. Hoy en día es complicado que cada uno por separado logren escapar de la mediocridad sin volverse conservadores o repetitivos en el uso de recurrencias y fórmulas gastadas. Tratándose de una transposición, es imposible no atribuirle la unión exitosa de dos géneros al autor del libro, Andy Weir (quién publicó on line el texto en fascículos), aun así Ridley Scott es el verdadero artífice porque logra llevar a otro lenguaje, con dinámicas propias, una historia fácil de etiquetar a priori e incluso de compararla con otras películas recientes: Interestelar, Gravedad y por sobre todas, Naufrago. Nada de esto último.

Mark Watney (Matt Damon) es dado por muerto luego de que una tormenta en suelo marciano obligara a sus compañeros a dejar el planeta. Mark recurre al ingenio y a sus aptitudes como botánico para crear, por ejemplo, una huerta orgánica de papas, a racionar comida y a sobrevivir a cualquier otro imprevisto. La diferencia con otras películas de “muerto que revive” es que Scott pone de base al montaje paralelo entre lo que sucede con Mark y el tiempo límite de los hombres y mujeres en la Tierra que planean la forma de traerlo con vida, barajando todas posibilidades suicidas, mientras que la tripulación que tuvo que dejarlo sigue en la órbita del espacio exterior sin saber de la noticia. Entre esos espacios juega el bueno del autor sin la necesidad de relamerse en la solemnidad ni mucho menos en el dramatismo más vetusto, es ahí que el humor y la comedia más simple se potencian como combustible de una historia, que sin esta variable, sucumbiría de la misma manera que otras películas que han intentado retratar historias de misiones fallidas en Marte. Así como Zemeckis en la mencionada Naufrago se las rebuscaba para que su protagonista no estuviera en silencio durante gran parte de la película, Scott utiliza las cámaras de la bitácora para que el astronauta relate cada uno de sus pasos en la espera del rescate, en forma de video blog.

Otro de los puntales de Misión Rescate (horrendo título local que quita la sustancia del original The Martian) es el elenco de secundarios, los cuales brindan pequeños duelos actorales, en especial Jeff Daniels, en el papel de un director de la NASA villanesco, y Sean Bean, el director de vuelos del organismo. Todo es parte de un engranaje infrecuente para el Hollywood actual, incluso Scott sorprende al incluir dramáticamente una playlist de música disco sin caer en la mirada irónica y antipática sobre ese estilo musical. La carrera contrarreloj por momentos parece ganarle al humor, presente desde los primeros diálogos, y es ahí que la tensión se maneja casi simétricamente entre Marte y la Tierra, en esta oscilación Scott prueba que los espacios en los que se desarrollan estas historias son accidentales, no así los tonos y las perspectivas. Nunca en toda la película se hacen planteos sobrenaturales ni otros más emparentados con el género de la ciencia ficción, mucho menos hay una filiación con el cine clase B de mitad de siglo pasado o de su revival que generó Tim Burton con ¡Marcianos al Ataque!.

Ridley Scott, como suerte de correlato invisible, hace un planteo sobre qué tan lejos estamos de que estas películas emplazadas en lugares inhóspitos puedan dejar de categorizarse dentro del sci-fi, porque más bien deberían ser llamadas películas de “sci-fact”. El tono visual, ya hablamos de lo temático y de lo genérico, es de un realismo inusitado para las producciones sobre el planeta rojo, es así que las locaciones rocosas pueden compararse con cualquier desierto terráqueo sin romper el verosímil, ya que la tormenta del inicio aporta la cuota necesaria a lo fantástico. En la misma sintonía que los últimos Scorsese, Miller y otros viejitos casi octogenarios, Ridley Scott se inscribe en la rebeldía casi punk. En su caso para corromper la falsa estabilidad de los géneros y dar rienda suelta al humor, algo que parece mala palabra, en especial para una crítica ultra conservadora, la cual seguro verá como una aberración este desplante del director de Blade Runner.

calificacion_5

Por José Tripodero

 

De los planetas de la Vía Láctea, ninguno es tan popular como Marte, y el cine es una muy buena prueba de ello. En los 50, mayormente, seres de ese planeta invadieron la Tierra (conocida metáfora del temor de los Estados Unidos a ataques por parte de la por entonces Unión Soviética, durante la Guerra Fría). Pero también el hombre viajó hacia aquel territorio, con diversa suerte. Robinson Crusoe en Marte, de 1964, es un interesante y poco recordado ejemplo. Paul Verhoeven ambientó allí buena parte de El Vengador del Futuro, y entre 2000 y 2001 llegaron Misión a Marte, de Brian de Palma; Planeta Rojo, con Val Kilmer, y la muy divertida Fantasmas de Marte, dirigida por John Carpenter. La escasa repercusión de estos últimos films en la taquilla (a los que se le puede sumar John Carter: Entre dos Mundos) impidieron más expediciones cinematográficas a aquel punto del Cosmos. Basada en la novela de Andy Weir, Misión Rescate es la nueva oportunidad, y de la mano del irregular aunque arriesgado Ridley Scott.

Tras una fuerte tormenta que casi lo mata, el astronauta Mark Watney (Matt Damon) queda varado en Marte. Sus colegas de la tripulación partieron, creyéndolo muerto, y la NASA hasta anuncia su deceso. Sin embargo, Mark posee los conocimientos y el ingenio para mantenerse con vida durante los meses -años, de hecho- que tardarían en volver por él; la voluntad y las ganas de solucionar su pequeño inconveniente son más poderosas que cualquier sentimiento de pesimismo. Mientras cultiva papas usando excrementos como materia fértil, logra comunicarse con la NASA, que comienza a asesorarlo mientras evalúan cómo traerlo de nuevo a la Tierra.

Teniendo en cuenta la carrera de Scott (al menos, en su faceta más épica y seria), se podía esperar una superproducción con altas dosis de solemnidad, en la línea de Náufrago, de Robert Zemeckis. Sin embargo, y lejos de renunciar a la historia de supervivencia, el tono es inusual y arriesgado. Tanto por el lado de Watney en Marte como por quienes tratan de salvarlo, predominan chistes, pasos de comedia y hasta bromas internas (una involucra a la trilogía de El Señor de los Anillos y a Sean Bean, quien actuó en La Comunidad del Anillo). Otra prueba del pulso descontracturado del film reside en la banda sonora, con temas disco de Donna Summer y ABBA, entre otros, y de Bowie (no el más evidente, pero anda por ahí). A pesar de todo, en ningún momento cae en el ridículo ni atenta contra la tensión y el interés, y contribuye a mostrar la humanidad de los personajes: los astronautas no son figuras inalcanzables que sólo saben estar concentrados y apretando botones. Y cuando llegan las escenas dramáticas, siguen siendo muy sólidas.

La actuación de Matt Damon contribuye a hacer verosímil el arriesgado estilo, que ya figuraba en el libro de Weir. Jeff Daniels interpreta al director de la NASA, que quiere salvar a Watney aunque no puede ir en contra del protocolo de la corporación. Jessica Chastain tienen las líneas más dramáticas, y aunque se la ve poco en pantalla, nunca deja de destacarse, lo mismo que Kristen Wiig, Chiwetel Ejiofor y Michael Peña.

Misión Rescate forma parte de las recientes aventuras espaciales que viene estrenando Hollywood desde hace unos años. Pero, a diferencia de Gravedad y de Interestelar, opta por un enfoque menos angustiante y lacrimógeno y sí más divertido. Scott vuelve a demostrar lo bien que le sienta la ciencia ficción, incluso en un estilo diferente del de Alien, Blade Runner (que originalmente incluía una secuencia en el espacio) y Prometeo, y deja en claro que, aunque uno termine abandonado en un planeta desierto, es preciso estar bien predispuesto, superar los inconvenientes -y hasta reírse un poco de eso para no enloquecer- y luchar, luchar por salir adelante.

calificacion_4

Por Matías Orta

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