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CRÍTICAS - CINE

Mujeres con Pelotas

Mujeres con Pelotas (Argentina, 2013)

Dirección y Guión: Ginger Gentile y Gabriel Balanovsky. Producción: Gabriel Balanovsky. Distribuidora: Independiente. Duración: 65 minutos.

Porque tenemo’ aguante…

Presentada en la Sección Sportivo del 16 BAFICI, Mujeres con Pelotas expone las problemáticas que presenta el fútbol femenino en nuestro país, pero lo interesante es que sus protagonistas -las “Aliadas de la 31”- jamás son puestas en el lugar de víctimas sino que los directores se proponen registrar y denunciar a través de testimonios -de jugadoras,  periodistas deportivos, entrenadoras, relatores y árbitros- la marginalidad de la disciplina femenina, que algunos hombres del ambiente definen como “fútbol torpe”, una versión infantil del fútbol masculino y hasta “fútbol de hace 70 años”.

Pero realmente son los argumentos masculinos sobre esta cuestión de género los que atrasan siglos, porque la única diferencia entre un juego y otro radica en el período de preparación para realizarlo. Mientras los hombres comienzan a entrenarse a más temprana edad (siete u ocho años), a las mujeres les llega la posibilidad una vez alcanzada la adolescencia.

Las “mujeres con pelotas” del título luchan contra todas las adversidades: su posición social,  la discriminación, la alternancia de tareas domesticas con los entrenamientos, los prejuicios de sus padres al ver a sus hijas jugar a lo que ellos mismos tildan disciplina de “machonas”, para ganarse un lugar en un mundo machista. Pero lo llamativo de la película radica en su aproximación al machismo no como algo exclusivamente de hombres sino ligado al prejuicio generalizado, es decir, el machismo visto como una cuestión cultural y dentro de ella, la obligación de la mujer por tener que demostrar que sabe de futbol para luego ser respetada.

Los directores plantean todo tipo de cuestionamientos y posturas que toma la sociedad ante las mujeres que corren tras la pelota. Sobre su orientación sexual, su comportamiento, su cuerpo y el rol social que deben ocupar. Pero ellas no se sienten menos femeninas por jugar al fútbol a pesar de la mirada burlona y libidinosa de algunos hombres que mientras ellas corren en la cancha, comentan “qué buenos culos”.

El film hace de los testimonios un recurso clave para el abordaje de la actividad tabú y se vale del contraste entre las diversas voces para generar un efecto reflexivo. Estos comentarios incluyen los de algunos hinchas de fútbol que dicen no imaginarse a una mujer haciendo las jugadas que haría un hombre porque el fútbol es un deporte que requiere fuerza y perseverancia, como si esas cualidades no pudieran pertenecerle a una mujer, pasando por otro que cuando el director le pregunta si vio alguna vez un partido de futbol femenino, responde: “gracias a Dios no, cada uno tiene un rol en la vida, si tratas de cambiarlo vas contra la naturaleza”. Por otro lado, están los testimonios de las jugadoras, sus familias y su entrenadora Mónica, que cuenta acerca de todas las dificultades con las que deben lidiar a diario tanto de parte de los clubes -que les dan los peores horarios para entrenar- como de los dirigentes, e incluso soportar que estén regando la cancha o no tener luz en las prácticas.

Los directores retratan la paciencia, la espera y el amor por el juego con cámara en mano y sin mayores cuidados de la puesta en escena, pero, en términos futboleros, con “mucho huevo”. La película sostiene una mirada crítica y reflexiva sobre la discriminación hacia la mujer y los prejuicios impuestos por una sociedad de roles, auscultando un terreno inexplorado en el cine argentino.

Por Elena Marina D’Aquila

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