Nada
del Amor me Produce Envidia
Dirección: Alejandro Tantanian. Texto: Santiago Loza. Escenografía
y vestuario: Graciela Galán. Musicalización:
Alejandro Tantanian. Sonido:
Guillermo Perulán. Luces: Omar
Possemato. Intérprete: Soledad
Silveyra. Prensa: Duche &
Zárate.
El grandioso texto de Santiago Loza, Nada del Amor me Produce Envidia, vuelve a las tablas, pero esta vez muy lejos
del off y sobre el escenario del Maipo, ahora es Soledad Silveyra la costurera
en cuestión.
Ella interactúa con el público contando esta
historia en primera persona, narrando su vida que flutúa entre el orgullo y la
tristeza. Es una mujer solitaria, nunca amada, que mira la vida pasar por un costado,
que no toma decisiones e incluso la simple idea la hace estremecer. Su tarea es
fundamental, necesaria y en ella se le va la vida, pasa las noches en vela
haciendo lo que para ella sí es amor: coser. El amor, como lo conocemos, para
esta mujer “es de esas cosas que siempre le pasa a los otros” y que no le
produce envidia…o sí. Del mismo modo que importante, el suyo también es un
lugar triste, como poca cosa. Hasta que aparecen en la historia Eva Perón y
Libertad Lamarque, dos humanoides, seres sobrenaturales, figuras idílicas a sus
ojos que, de cierto modo, le reclaman una decisión.
Nada
del Amor me Produce Envidia ya estuvo en cartel, pero se presentó en el circuito off
bajo la dirección de Diego Lerman y la interpretación de María Merlino. En esa
ocasión pensé que no habría mejor actriz que ella para la piel de esta humilde
modista que deslumbró y e hizo magia con su particular voz. No me retracto. Las
comparaciones, si las hay, son odiosas pero inevitables. Soledad Silveyra, si
bien superó ampliamente las expectativas y hace justicia, no alcanza la
grandeza del texto. Es correcta en su actuación y deja de lado la diva de
alfombra roja para entregarse al alma una simple costurera de barrio, tierna y
sensible, constantemente al borde de la emoción.
En esta versión de Nada del Amor… Tantanián apostó a la utilización de distintos recursos para el acompañamiento de un texto que, en
realidad, no necesita nada. Para empezar, hay una locución innecesaria, absurda
y que incluso parece subestimar al público. Luego una serie de imágenes
históricas o abstractas en una pantalla que cubre los límites del estrecho sub
escenario donde se desempeña Solita. Esta pantalla hará a las veces de telón
mientras ella entra, sale o se cambia de vestuario. La escenografía moderna y
despojada es ambiciosa en su concepto. Son recursos que no suman, sino que
desentonan y desconciertan, del mismo modo que el vestuario final y la música. Por otra parte, la historia e incluso el modo
en que Solita la lleva adelante, el modo en que se intenta relacionar con el
público merecen un ambiente íntimo como sus confesiones pero en la inmensa sala
del Maipo lo cálido de la confianza parece disolverse.
Santiago Loza construyó un texto superlativo,
auténtico, político y sensible que invita a un viaje a lo más íntimo de la sensibilidad de esta mujer
que no es nada sin su contexto, aunque a ella le de igual. Es un texto puntilloso, como ella, es delicado
en los detalles que no son casuales ni azarosos y en sus líneas está colmado de
símbolos de nuestra historia cercana que aún hoy se palpita.
Loza ya no es revelación sino que con cada
una de sus obras se confirma como un gran autor, una perla de la cultura
nacional.
Teatro:
Maipo- Esmeralda 444
Funciones: Lunes 20:30 hs.
Entradas: Desde $60