A Sala Llena

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Navidad, Navidad, llegó Navidad…

Navidad, Navidad, llegó Navidad…

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¿Y, qué me cuentan? Otra Navidad juntos. ¡Qué maravilla! No puedo ni comenzar a describir lo feliz que me hace volver a sentarme a la máquina por estas fechas. Me atrevo a decir que, las columnas de Navidad, son mis favoritas. En ellas puedo fatigarlos con descripciones de comidas, con sugerencias de regalos, con chistes sobre la familia, con cuentos sobre los adornos del arbolito, con anécdotas sobre tortas horneadas que huelen a naranja… Puedo contarles acerca de la receta de galletas de jengibre, o sobre cómo hacer un Vittel Thoné para el reviente y hasta puedo citar a Dickens con la cara más dura que una piedra. Puedo sumergirme una y otra vez en películas que adoro y en rituales que me son muy queridos. Si, para mí, mi columna en Navidad es tan mágica como la Navidad misma.

Me imagino cómo andarán ustedes. Meta correr de acá para allá organizando el morfi, armando el árbol, poniendo luces a troche y moche,  viendo quién viene este año a la casa, comprando los regalitos para los chicos y para los no tan chicos, tratando de cubrir todos los detalles sin dejar el pellejo en el intento para , por fin, poder disfrutar un poco de este ritual tan nuestro. Es que la Navidad requiere de muchísimo trabajo. Hay que dejar a todo el mundo contento porque, para la familia argenta, no es moco de pavo juntarse a celebrar. Además, muchos de nosotros nos vemos las caras todos juntos solo para estas festividades, así que hay que sacar a como dé lugar, lo mejor de ellas.

Como siempre les cuento, a mí me gusta mucho ponerme en modo ama de casa por estos días. Me encanta adornar los ambientes, hornear cositas ricas, cocinar la cena de Noche Buena o el almuerzo de Navidad, planear algunos juegos, comprar el papel para envolver los regalos, crear alguna forma peculiar de etiqueta para los festejos, poner mensajitos debajo de los platos… Podríamos decir que es como si Papá Noel me vomitara encima cada año y me pasara el virus del papanoelísmo. Me convierto en una burguesita salvaje y feliz, que se deja colonizar tanto por el marketing, como por el merchandaising navideño. Disfruto de todos los rituales y me comprometo con ellos, dedicándoles tiempo y cariño. Probablemente sea la única época del año, en la que de verdad me involucro con la liturgia. Pero, si tengo que decir qué es lo que más me gusta de estas épocas, seguramente resaltaría más que nada el hecho de que, además de sumergirme en la tradición, puedo crear la mía nuevita y reluciente. Y, por supuesto, como todos ustedes ya saben, cuando hablo de mis propias tradiciones, de lo que más hablo es de sentarme en mi casa, con mi budín inglés y mi chocolatada, a mirar películas de Navidad.

La cinta de la que hoy quiero que hablemos es una bastante peculiar. De lejos no dice mucho pero es ideal para sentarse con el mate a verla en una de estas tardes de feriado. Con un elenco rutilante, La Joya de la Familia se estrenó en 2005 y, debo decir, es una comedia sólida, que envuelve al espectador en un ánimo muy particular y, casi sin que éste lo note, va volviéndose más y más densa, conforme van desatándose los acontecimientos. El relato está tan bien estructurado, que termina por dar un golpe emocional intenso, sin trucos lacrimógenos, ni golpes bajos innecesarios. Y así cobra una profundidad final, que resignifica bastante las cosas.

El argumento se apoya en la pareja compuesta por Meredith Morton y Everett Stone, dos treintañeros largos que hace rato están juntos. Everett ha decidido proponerle matrimonio a Meredith con un diamante de su abuela, que está en posesión de su madre. Es por eso que la lleva a pasar la Navidad a la casa de sus padres, con su numerosa y no tan amigable parentela. La familia Stone (la película en inglés se llama The Family Stone en claro juego de palabras) no se termina de tragar a Meredith y le hace la vida bastante complicada desde el vamos. Encolumnados detrás del personaje más fuerte de la película, que es la madre, interpretada de manera maravillosa por la brillante Diane Keaton, todos van haciéndole pasar momentos de mierda, apoyados en la creciente inseguridad de la invitada y la falta de “bolas” de su novio. Eso, sumado a que Meredith es más bien conservadora y un poco distante, comienza a hacer la convivencia casi imposible y a dejar entrever que Meredith y Everett  quizás no son, finalmente, el uno para el otro. Como corresponde a este tipo de estructuras narrativas, eventualmente las cosas se salen del todo de control y las parejas terminan desarmándose, armándose, mezclándose y revolviéndose, hasta que un secreto mal guardado sale a la luz y trastoca todas las trivialidades, dándole a la vida entera una nueva perspectiva.

Escrita y dirigida por Thomas Bezucha, este film bien podría ser una interesante pieza teatral. Me animo a decir que, quien quisiera comprar los derechos y montarla, tendría una pequeña mina de oro en sus manos. La estructura es perfecta y no tiene aristas por donde entrarle. Es una unidad bien sellada, que se acomoda al género de manera perfecta pero que, a la vez, conmueve y moviliza de manera elegante. Cada interpretación actoral es un pequeño deleite y la historia deja que los personajes se luzcan de manera natural y colorida, sin que nadie se venga demasiado adelante o quede rezagado. Una gran composición coral en todo su esplendor que, además, tiene el clima navideño bien metido en las venas volviéndolo un motor poderoso del conflicto y un gran catalizador de la historia. Sin duda es una gran opción para ir metiéndose en el ánimo de la Navidad y para disfrutar regodeándose en las siestas de lluvia calurosa de estos días.

No sé qué andarán planeando ustedes ni a dónde huirán con todo y paquetes en estas fiestas. Pero desde aquí me gustaría desearles que la pasen fenómeno y que atesoren a sus seres queridos. Que coman rico y que chupen espumantes generosos, que se llenen de buenos deseos y que el espíritu de la Navidad se les reavive en el pecho, que tengan a mano a alguien amado y puedan besarlo a las doce, que les regalen exactamente lo que quieren, que sean felices y que, sobre todo, tengan una buena película para acovacharse y ver, sentaditos y contentos, con el Pan Dulce quemándoles los dedos.

FELIZ NAVIDAD

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