Noche de Reyes
Dirección y Versión: Jorge Azurmendi. Escenografía y Vestuario: Alejandro Guiggi. Iluminación: Claudio del Bianco/ Manuel Garrido. Arreglos y dirección musical: Santiago Otero Ramos. Producción Ejecutiva: Maxi Bartfeld. Intérpretes: Laura Azcurra, Felipe Colombo, Germán Tripel, Melanie Lenoir, Belén Pasqualini, Luz Kerz, Rita Terranova (reemplazada por Ana Padilla), Divina Gloria. Prensa: Ayni Comunicación.
Con las Mejores Intenciones
No hay nada más dificil para un artista que tratar de remontar un función accidentada. El show debe continuar, dice una frase célebre en el mundo del espectáculo.
El sábado pasado, la función de Noche de Reyes, posiblemente debería haberse suspendido pero no fue así. La actriz Rita Terranova tuvo una descompensación antes de la presentación y se anunció al público que, a pesar de eso, se iba a desarrollar normalmente con Ana Padilla (su reemplazo) con texto en mano.
El hecho de realizar una función con texto en mano, de por sí, saca al espectador un poco de la diégesis narrativa, por lo tanto, la misma se convierte en una presentación semi montada. Por supuesto, dado que se hizo la advertencia previamente al comienzo del show, el espectador puede elegir quedarse o que le devuelvan el dinero y retirarse. Decidí quedarme y participar del juego.
Si bien fue inobjetable la interpretación de Ana Padilla, que aún con el texto presente desempeño su rol con gracia, simpatía y concentración, al punto que pasó prácticamente inadvertido que se trataba de un reemplazo, fueron varios miembros del resto del elenco que se mostraron un poco torpes y descolocados encima del escenario, como si el cambio de actriz les hubiese cambiado los movimientos y los viese obligados a improvisar en numerosos tramos.
Pero como se trata de por sí de una comedia de enredos y los personajes de por sí son bastante torpes por amor en sus comportamientos, aquello que sale mal, puede terminar aportando mayor humor. En ese sentido, parece que los actores se tomaron la función de forma relajada, salieron con ganas de divertirse y hacer lo mejor que se pueda dadas las circunstancias. Como se dice en el barrio: “la remaron bastante bien”.
Inspirada en la comedia de William Shakespeare, la adaptación de Azurmendi no se puede ubicar temporalmente. Se cuidan los modismos del lenguaje clásico, pero algunos vestuarios y la incorporación musical, remiten a la década del ’60.
Es la historia de dos reinos. El Duque de Orsino está enamorado de la Condesa Olivia, pero ella no quiere ser cortejada porque está de duelo por la muerte de su hermano. Al mismo tiempo, los hermanos Sebastián y Viola naufragan y, ambos respectivamente piensan que el otro ha muerto. Olivia desea entrar al ducado de Orsino, pero este no deja que ninguna mujer entre en el ducado hasta que Olivia no lo acepte como pretendiente, por lo que Viola se hace pasar por Cesáreo, el secretario el Duque, caracterizado, sin saberlo como su hermano Sebastián, quién al mismo tiempo desea la mano de Olivia. El Duque manda a Cesáreo a seducir a Olivia en su nombre, pero la Condesa se enamora del emisario. Al mismo tiempo dentro del condado de Olivia se representa un complot en contra del secretario de la condesa (también enamorado de ella) perpetrado por el borracho Toby y la jefa de servidumbre, María. En el medio, un bufón se encargará de jugar la ficha de comodín para todos los bandos.
Al igual que en otras obras del gran dramaturgo inglés, los roles sexuales se confunden continuamente, y la puesta de Arzemundi enfatiza esto, generando mayor confusión aún al poner a tres actrices a representar roles masculinos (Padilla, Kerz y Lenoir), incluido el bufón travestido.
Sin embargo, esto es un desafío para el espectador que debe armar las relaciones románticas.
Durante casi dos horas, se irán desenredando estos conflictos e incorporando oportunos números musicales, pertenecientes a musicales del hollywood dorado de los años ’30, ’40 y ’50. Temas de los hermanos Gershwin, Irving Berlin y especialmente Cole Porter se van sucediendo en las voces de Tripel, Lenoir, Azcurra, Kerz y Pasqualini, quiénes además de poseer una voz espectacular y destacarse en la pronunciación en inglés logran las mejores interpretaciones en escena.
Azcurra aporta gracia y vitalidad. Concentrada y absurda, lleva adelante muy ágilmente su rol. Sin duda, logra mayor verosimilitud en el terreno de la comedia que en el drama. Vale admitir que la actriz ha logrado salir del estereotipo televisivo y la apuesta por el teatro le aporta versatilidad. Pasqualini es la gran revelación del espectáculo. No solamente se consagra como la verdadera protagonista de la obra sino que se mueve y canta con un agilidad increíble desde un vestuario masculino. Entre los personajes secundarios, Melania Lenoir confirma nuevamente un talento magnífico. Habiendo apreciado sus interpretaciones protagónicas en Hedwig and the Angry Inch (junto a Tripel) y su Velma Kelly en Chicago, no debe sorprender su capacidad para asumir roles extremos, su trabajo corporal que esta vez adquiere una relevancia asombrosa y la incorporación de la técnica clown para interpretar al bufón.
El resto del elenco tiene un desempeño más irregular. Actores como Germán Tripel y Divina Gloria logran aceptables performances pero son relevados a un segundo plano. Ana Padilla hizo un destacable reemplazo, pero el resto no logra entender demasiado su lugar en el escenario, sus personajes carecen de cuerpo o definitivamente tuvieron una mala función.
Aún así, y con algunos desperfectos sonoros, se puede decir que la sólida estructura narrativa, la genialidad de Shakespeare de transgredir y criticar los protocolos sociales de los reinos y ducados, de oponerse a las reglas sociales, dignificando el rol de los criados y asistentes, dándoles posiciones escenciales en la narración, burlándose de la inteligencia de la aristocracia, sigue intacta.
En una época donde la transexualidad y las relaciones homosexuales estaban condenadas por el catolicismo, poner en escena hombres representando mujeres que se hacen pasar por hombres (no olvidemos que le prohibian a las mujeres actuar), era una jugada riesgosa, y Azurmendi, lo manifiesta fielmente.
Si bien algunas coreografías son torpes, los movimientos en el escenario inseguros, y no todos los chistes contagian al espectador, la gracia del dramaturgo inglés se mantiene.
Los números musicales aportan agilidad y ritmo, y el sencillo decorado no distrae de las acciones principales. Azurmendi decide apostar por una puesta minimalista e incluso el diseño del vestuario es simplemente escencial para agregar color a la obra. Esto juega a favor, para que las interpretaciones y el texto sean lo más relevante.
A pesar de ser una función accidentada, Noche de Reyes terminó siendo una propuesta entretenida, con gran vitalidad, divertida, alegre, fiel a las intenciones del gran William Shakespeare.
Teatro: El Cubo – Zelaya 3053
Funciones: Sábados 21 Hs.
Entrada: $90 y $70
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