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CRÍTICAS - CINE

Oz, el Poderoso, según Matías Orta

Si hablamos de El Mago de Oz, nos estamos refiriendo a la novela de L. Frank Baum pero, sobre todo, al clásico de Victor Fleming, paradigma del género de fantasía y una de las piedras angulares de la cultura pop. Desde su estreno en 1939, esta joya causó tanto impacto que raramente otros artistas volvieron a ese universo. Hubo una versión animada, una suerte de secuela (Return to Oz, de 1985), una versión libre con artistas negros (El Mago), además de toneladas de homenajes y parodias. Pero es Sam Raimi con Oz, el Poderoso quien vuelve oficialmente a aquel universo recorrido por Dorothy (una inolvidable Judy Garland), el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León. Esta vez, el asunto viene en clave de precuela.

Principios del siglo XX. Oscar (James Franco) es un ilusionista de feria ambulante, soberbio, mujeriego, que al escapar de un forzudo enojado (un tal… Baum) escapa en un globo aerostático. Justo surge un tornado que lo trasporta al reino fantástico de Oz. Un reino sin rey, ya que el monarca original fue asesinado y, según las profecías, un mago llegaría para tomar su lugar y recuperar la paz en un mundo atemorizado por una malvada bruja. Aunque al principio sólo le interesa el trono por la riqueza y el poder, Oscar deberá abandonar su egoísmo y jugarse por los bondadosos seres que lo reclaman como un salvador.

La película no es un musical como la de Fleming, pero Raimi toma ciertos elementos y vuelve a usar algunos recursos cinematográficos. Al principio, cuando Oscar está en nuestra realidad, la imagen está en blanco y negro, y el formato es 1.33. Cuando ingresa en Oz, la pantalla se ensancha y todo se vuelve colorido. Desde el tráiler, la estética remite a la Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton. Aunque esta no es su película que más se corresponde con su estilo, Raimi se las ingenió para no quedar tan pegado al estilo burtonesco y le imprimió un poco de su acostumbrada energía a algunas secuencias, especialmente las de acción y sustos. Allí se vislumbra algo de la saga de Evil Dead y de Arrástrame al Infierno, claro que con un tono ATP. También son inevitables los homenajes a la obra del ’39; algunos permiten hacer una conexión lógica con los acontecimientos que vendrán (detalles de determinados personajes), pero otros no terminan de entenderse y se quedan en el camino.

Pese a no tener las mismas características de Robert Downey Jr. —el primer elegido para el rol de Oscar—, James Franco cae bien parado y logra interpretar un personaje a veces querible, a veces odioso, pero de buen corazón. Zach Braff suma humor a su doble papel de Frank, asistente de Oscar en el mundo real, y Finley, el simio alado que sirve al protagonista en Oz. Gran actor y director, Braff; merece más participación en cine. Pero quienes más llaman la atención son las brujas y quienes las encarnan. Rachel Weisz es Evanora, la verdadera villana de la historia; Michelle William hace de Glinda, la hechicera buena acusada de matar al rey; y Mila Kunis le pone el cuerpo a Theodora, el personaje más complejo del film. Las tres lucen más preciosas que de costumbre y, si bien demostraron ser grandes actrices, aquí no se desempeñan tan bien como uno esperaba.

Más cerca de una película del montón que de un nuevo clásico indiscutido (difícilmente el grupo Pink Floyd haga un disco compuesto por temas que sincronicen con cada secuencia, como sucedió entre El Lado Oscuro de la Luna y El Mago de Oz original), Oz, el Poderoso tiene la suficiente garra como para dejarse ver, y provoca ganas de ir a un mundo más allá de nuestra imaginación… o por lo menos, diferente y mejor que la realidad.

calificacion_3

Por Matías Orta

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