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CRÍTICAS - CINE

Piratas del Caribe: Navegando…, según Matías Orta

Piratas en el cine hubo muchos, desde el período mudo. Errol Flynn, Douglas Fairbanks y Tyrone Power fueron sólo algunos de ellos. Pero ninguno llama tanto la atención como Jack Sparrow. Es decir, el Capitán Jack Sparrow, el excéntrico personaje de Johnny Depp en Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (2003). Imposible no simpatizar por aquel bucanero políticamente incorrecto, con aires de rock star, pero audaz y bonachón. Un rol que consagró a Depp no como actor (ya tenía un prestigio muy bien ganado, a base de personajes jugados en películas arriesgadas) sino como estrella taquillera. Pronto llegaron las secuelas, que completan una especie de primera trilogía: Piratas del Caribe: El Cofre de la Muerte (2006) y Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo (2007).

Ahora llega la cuarta parte (o tal vez el inicio de una nueva trilogía), y Johnny sigue demostrando que como Sparrow es capaz de sostener él sólo una película. Y eso que esta vez su actuación (la película toda, en realidad) no es tan inspirada, si la comparamos con la de los otros films. Está lo que uno espera de Jack Sparrow, pero no mucho más.

Sí es interesante la química entre Depp y Penélope Cruz, la incorporación más notoria del elenco. Angélica es una mujer ruda, que primero golpe y después pregunta, pero en el fondo sigue lastimada por el abandono por parte de Jack. Cruz tuvo algunos inconvenientes durante el rodaje (debido a su embarazo, la filmaron con primeros planos y tuvo que ser doblada por su hermana Mónica para los planos generales), pero igual lleva muy bien su personaje y hasta por momentos le juega de igual a igual a Sparrow.

Siguiendo con los nuevos, Ian McShane da miedo como el sádico Barbanegra. Stephen Graham compone a otro chico malo, aunque de buen corazón y algo tonto. Esta vez, a falta de Orlando Bloom y Keyra Knightley, quienes aportan la subtrama romántica son Philip (Sam Claflin), un joven clérigo, y Syrena (Astrid Berges-Frisbey), una sirena usada para acceder a la Fuente de la Juventud. Muy gracioso el cameo de Judi Dench. Entre los que vuelven, Geoffrey Rush interpreta de taquito a un Barbosa convertido en empleado de la Corona Británica y con pata de palo. Y no podía faltar el más pirata de los piratas: Keith Richards, de nuevo como el padre y consejero de Jack.

Esta vez, Gore Verbinsky, director de las tres anteriores, es reemplazado por Rob Marshall, responsable de Chicago, Memorias de una Geisha y Nine. En su momento, el periodista Guillermo Hernández definió acertadamente a Verbinsky como una mezcla de Chris Columbus y Tim Burton con algo de Terry Gilliam. Y eso se notó principalmente en estos films, para darle ese tono ATP con elementos esotéricos y humor negro. Marshall es otra clase de cineasta. Incluso podríamos decir que, pese a casi ganar un Oscar, es difícil catalogarlo como autor o artesano. Pero al contar con casi todo el mismo equipó técnico que Gore, casi no hay diferencia desde el aspecto visual. Sí se nota que Marshall fue coreógrafo y trabaja principalmente con musicales: las secuencias de acción —como el escape de Sparrow del principio— están manejadas como pasos de ballet (en el buen sentido), y hasta hay un mini número musical, ¡al ritmo de tango!

Sin tener la magia de sus antecesoras, Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas es un entretenimiento piola y una buena excusa para ver a al Capitán Jack Sparrow de nuevo en acción.

Ah, y no se vayan de la sala apenas empiezan los créditos finales, porque se perderán una escena que, si bien no es ninguna gran cosa, da una pista de la próxima secuela, de la que ya hay un guión escrito.

 

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