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CRÍTICAS - CINE

Post Tenebras Lux

Post Tenebras Lux (Mexico, Francia, Países Bajos, Alemania, 2012)

Dirección y
Guión:
Carlos Reygadas. Elenco:
Adolfo Jiménez Castro, Nathalia Acevedo, Willebaldo Torres, Eleazar Reygadas,
Rut Reygadas. Producción: Carlos
Reygadas, Jaime Romandia. Duración:
115 minutos.

Crítica previamente publicada con motivo de
exhibición en el 15° BAFICI:

http://www.asalallenaonline.com.ar/festivales-cine/bafici-2013/5029-post-tenebras-lux.html

Post Tenebras Lux es
extraordinaria, única, incómoda. Incómoda porque en ningún momento Reygadas
parece estar haciendo su film para el espectador. Las respuestas, claramente,
no son fáciles (la línea temporal y espacial se encuentra alterada) pero
tampoco lo es su visión con respecto a lo que sucede. En su trabajo más
personal hasta la fecha, Reygadas encuentra en su infancia y su adolescencia la
manera de plasmar el terror de una familia que vive en las afueras de la ciudad
de México.

Tanto los primeros ocho minutos como la última
media hora están recubiertos por una intensidad casi insoportable. En la
primera -magistral- secuencia, el director muestra a una niña (la propia hija
de Reygadas) caminando por un campo (cercano a la casa del realizador)
alrededor de vacas, caballos y perros. Apenas puede hablar mientras corre,
juega y observa la naturaleza -enorme, potente, amenazante-. Es inminente la
tormenta, que llega con la oscuridad, tapando por completo la insignificante
figura de la niña.

Cuando la oscuridad de hace presente -y sólo los
rayos iluminan la silueta de la niña-, se observa el el interior de una casa
(más precisamente, de la verdadera casa del cineasta). De repente, alguien abre
la puerta y entra: es el diablo, ni más ni menos, decorado con un halo de luz
roja fluorescente. Si, el diablo, quien carga una especie de caja de
herramientas y se introduce en la habitación del matrimonio protagonista. Con
la llegada del Mal, comienza el descenso a los infiernos de la familia. En
especial, de Juan, padre y esposo, quien demuestra en la siguiente escena el
odio ante un perro (el perro de Reygadas, para seguir con la identificación
extrema entre film y realizador), golpeándolo hasta la muerte.

Se mencionaba que Post Tenebras Lux es
una película incómoda. Reygadas nunca hace un film estéticamente accesible: las
secuencias en el exterior se caracterizan por sus bordes deformados, como si se
tratase de un caleidoscopio. Pero tampoco la primera escena en el campo se
conforma por un aura de preciosismo. Por el contrario, la amenazante tormenta
nos distrae del pasaje, nos intimida, nos preocupa con respecto a la figura de
la niña (tanto en la ficción como en la realidad). El director deposita sus
miedos -traidos de la infancia, de la adolescencia, de la madurez- y los
refrega en la cara del espectador.

La totalidad de la película, con su alteración
espacio-temporal, puede ser un gran sueño, o posiblemente, el repaso de una
vida a partir de la muerte. En lo personal, prefiero quedarme con la sensación
de que el realizador, observa su propia vida sin una lógica narrativa: recuerda
diálogos y hechos, secuencias del pasado y el futuro, pero también deseos y frustraciones.

Con frecuencia se relaciona a Reygadas con
Kafka, en Post Tenebras Lux podría compararse con algunos trabajos de
James Joyce. El film se desarrolla a partir de la grandeza, la ambición, la
necesidad de establecer un lenguaje nuevo y libre -propio del Ulises– y
el costado íntimo y autobiográfico de Retrato del artista adolescente.
Con respecto a las referencias audiovisuales, se puede ver a Post Tenebras
Lux
como el resultado de la combinación entre las obras de Von Trier,
Malick, Buñuel, Jodorowsky y Weerasethakul.

Sobre el final de la película, dos equipos de
rugby adolescente juegan en un campo. El mismo en donde la hija de la familia
corre al comienzo del film y en donde también se produce un hecho que no
conviene adelantar. El director, apasionado del rugby desde que era adolescente
(en el colegio Mount St Mary’s College), recuerda este deporte de la pasión, de
la fuerza, de la luz. De eso se trata el rugby: de los choques, la intensidad,
la unión. De la vida, en definitiva. En la última escena, un jugador arenga a
su equipo (“¡Hay que ganar!”) en el medio del partido. Pero, ¿se
trata únicamente de esto?, ¿de ganar un partido de rugby? Lo más probable es
que se trate de la arenga hacia una vida por delante. La misma vida que luego se
verá derrotada y sumergida en el Mal y la oscuridad.


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