(Reino Unido/ Francia, 2015)
Dirección y Guión: Mark Burton y Richard Starzak. Elenco: Justin Fletcher, John Sparkes, Omid Djalili, Richard Webber, Kate Harbour, Tim Hands, Andy Nyman, Simon Greenall, Emma Tate, Jack Paulson. Producción: Paul Kewley y Julie Lockhart. Distribuidora: UIP. Duración: 85 minutos.
Rescate en la urbe.
Si bien la animación en stop motion es tan antigua como el cine mismo, recién en la década del 30 comenzó a ser utilizada con un cierto grado de complejidad técnica desde el contexto industrial norteamericano, obnubilando a los espectadores de todo el globo. En este primer y extenso período las figuras claves fueron Willis H. O’Brien, responsable de clásicos como El Mundo Perdido (The Lost World, 1925) y King Kong (1933), y el archiconocido Ray Harryhausen, artífice de La Bestia del Mar (It Came from Beneath the Sea, 1955), Jasón y los Argonautas (Jason and the Argonauts, 1963) y Furia de Titanes (Clash of the Titans, 1981), ejemplos icónicos del arte de fotografiar los micromovimientos de títeres austeros.
Con el advenimiento de los CGI y la fanfarria de un Hollywood mimetizado con una usina de productos de corto plazo, la tecnología perdió mucho peso a partir de los 90 y/ o fue reducida a un componente más del combo polimorfo de los efectos visuales. Aun así, durante los últimos lustros lograron destacarse Henry Selick, realizador de El Extraño Mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993), Jim y el Durazno Gigante (James and the Giant Peach, 1996) y Coraline y la Puerta Secreta (Coraline, 2009), y Nick Park, creador de Pollitos en Fuga (Chicken Run, 2000) y la saga de Wallace y Gromit, dentro de la cual sobresale el largo La Batalla de los Vegetales (The Curse of the Were-Rabbit, 2005).
Hoy tenemos ante nosotros el eslabón final de esta cadena de correlatividades: Shaun, el Cordero: La Película (Shaun the Sheep Movie, 2015) es la adaptación para la pantalla grande de la serie televisiva homónima, la cual a su vez fue un spin-off del universo de Wallace y Gromit, en donde pudimos conocer de manera algo tangencial al secundario que luego pasaría a protagonizar una de las franquicias más exitosas de Aardman Studios. En esencia hablamos de un personaje muy sencillo dirigido al sector infantil, sustentado en su temple silente, el entorno campestre y un humor ingenuo en sintonía con el slapstick de rasgos más tradicionales, aunque siempre atento a las ironías implícitas en cada situación.
La propuesta en cuestión explota con eficacia esa mixtura de picardía y candidez propia de Shaun, utilizando de punto de apoyo la fórmula del “campesino en la gran ciudad” para parodiar la vida metropolitana, la cultura de lo fútil, cierto sadismo en la imposición del orden público y en general la idiosincrasia británica, tan altiva e indolente como astuta y desconcertante (aquí otra de las travesuras del personaje desemboca en la pérdida de memoria del Granjero y la odisea de tener que “rescatarlo” en un inesperado viaje hacia la urbe). Simpática y extremadamente simple, la obra respeta el canon de los relatos de corazón tierno y ritmo apacible, ese que va a contramano de la banalidad de nuestros días…
Por Emiliano Fernández
Para los paladines del movimiento, de la militancia del laburo, de la producción constante (sea de un trabajo rutinario o de sus sueñitos mongoloides), tomarse un día libre es imposible, una cagada, es de débil vaguear; incluso lo piensa gente que suele estar en los bordes del hiperconsumo y por fuera de las ideas dominantes, pero que no escapa a la volteada masiva del liberalismo económico reinante a nivel global, al “time is money” del capitalismo salvaje, y no repara en la importancia del ocio, del no hacer nada. Shaun no, él ve una publicidad gráfica que lo incita a tomarse el día, a cortar con la producción, y ya fue, lo hace. Así arranca una de sus travesuras análogas a las que generaba en su serie inglesa, spin-off de los famosos Wallace & Gromit. A partir de la travesura genera -al igual que en Babe 2– que la granja se traslade a la gran ciudad. El granjero pierde la memoria y de casualidad -en una burlona visión de los héroes superficiales de nuestro entorno- se transforma en una celebridad menor mientras el grupo de ovejas, al mando de Shaun y el perro Bitzer, lo buscan tratando de zafar de la autoridad: un vigilante cazador, amo y señor de una cárcel para animales callejeros.
Explotada en detalles y colores, con una profunda textura de un fenomenal stop motion que tardó seis años en terminarse, y sin depender de la banca hollywoodense, Shaun, el Cordero: La Película es, ante todo, libre; un caso similar al de la perfecta Mary and Max del genio australiano Adam Elliot, otra stop motion que también venía de la periferia y que también superaba a muchas provenientes del núcleo duro de la industria de la animación, que este año tiene a la muy buena Intensamente como mascarón de proa. Lo determinante en Shaun es que propone un humor “buenas vibras” alejado de la acidez de la animación para adultos y de las canchereadas psicodélicas de la animación infantil actual; además de no pasarse de sensiblera ni molestarnos con lecciones morales sobre la familia o la superación de las dificultades, generando un producto verdaderamente ATP que no subestima la comprensión del imberbe ni incomoda a la genitalia canosa. La de Shaun es una historia directa (simple), muda (aprendan verborrágicos al pedo), con gags, slapstick, persecuciones, buena música (hasta hay chanchos bailando Primal Scream, compañeros) y el corazón más grandote del año.
Por Ernesto Gerez