Viernes 02 de septiembre
Soledad Villamil: voz / José Teixidó: arreglos, dirección musical y primera guitarra
Nicolás Perrone: bandoneón y acordeón/Augusto Argañaraz: batería y percusión/
Juan Tarsia: piano/Gerardo De Mónaco: contrabajo.
Soledad Villamil no necesita presentación. Nadie puede desconocer su trayectoria actoral, tanto en la pantalla chica, como en la grande y sobre las tablas, construyendo los más variados personajes. En esta oportunidad, sube al escenario para mostrar otras de sus facetas artísticas: las de cantante y coautora.
En 2007 editó su primer disco solista, anunciando en su título el desarrollo de esta nueva –pero no excluyente- veta artística: Soledad Villamil Canta el cual obtuvo al año siguiente, un premio Carlos Gardel como mejor álbum nuevo de tango. En esta obra, se destacan los géneros criollos, tangos y milongas de autores como Yupanqui, Zitarrosa, Canaro y Manzi por mencionar sólo algunos. En 2009 sale a la luz su segundo álbum solista, Morir de amor, de similares características que el anterior, aunque con mayor espacio para el bolero y las primeras intervenciones de Villamil como coautora.
En un año más que movido, donde cantó en el interior del país, Chile, Brasil, Italia y España, Soledad Villamil hace un alto y durante el mes de septiembre se despide –al menos los fines de semana- de los aeropuertos, para brindar este ciclo de presentaciones los días viernes y sábados en el Torquato Tasso.
Apenas pasadas las veintidós horas, en un Tasso repleto, atraviesa el salón y se instala en el escenario durante casi una hora y media para hacer un repaso por su discografía y presentar algún adelanto de su nuevo trabajo.
Un punto en el que generalmente no suelo reparar, pero en esta oportunidad llamó mi atención fue la impecable estética del espectáculo. Sin desmerecer su belleza natural: definitivamente es muy bonita, lucía un vestido hermoso, sobrio y elegante, que combinaba a la perfección con el atuendo de estricto color negro de los músicos. Visualmente diez puntos.
En el repertorio escogido, no faltaron “Morir de amor”, “La medida”, “Santa Rita” interpretada de una manera muy histriónica, donde el público acompañó con palmas y coreando el estribillo “Santa Rita, lo que se da no se quita”, “Volvé”; un tango que Villamil caracteriza como machista recalcitrante, de un machismo supino; los clásicos “Se dice de mí” y para cerrar, una versión de “Adiós Pampa mía” entre otras.
Es destacable la labor como arreglador del talentoso Teixidó, que sin perjuicio de la eterna popularidad de buena parte del repertorio, logra versiones muy interesantes, reinventando y reivindicando obras que fueron escritas cincuenta o sesenta años atrás. Excelente la percusión con cucharas en la ranchera.
Ella tiene una voz privilegiada, sin demasiados matices pero con potencia. Además es innegable su formación actoral, tiene una dicción perfecta, una magnífica claridad en el fraseo. Cuenta anécdotas, hace chistes, sin embargo no logra involucrarse con el público, lo participa pero sin dejar de sortear la distancia entre el espectador y el escenario. Por supuesto que esta es mi apreciación particular, no le falta talento, ni presencia, ni dominio escénico, más bien creo que es una cuestión de proximidad o de dejar de lado a la actriz para dejar fluir la voz desde el fondo del alma y transmitir el sentimiento en estado puro, sin dejarlo pasar por ningún tamiz. De hecho, el momento más destacable, fue promediando el show, donde realmente sentí que hubo ese despojo absoluto de las formas y logró un ambiente y una concentración únicos en la noche, cuando interpretó magistralmente “Maldigo del alto cielo” de Violeta Parra.
El ciclo va a repetirse durante el mes de febrero próximo, mismos días, mismo lugar. 
