A Sala Llena

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Tertulia

Tertulia

 ¡Qué lindo es Hugh Grant y qué lindas son las películas que lo involucran! Tengo que hacer un gran esfuerzo para recordar una cinta en la que él esté y que no me haya, como mínimo, divertido. El tipo siempre se mete en films profundamente disfrutables y creo que no son muchos los actores capaces de componer personajes tan cercanos, carnales y peculiares al mismo tiempo. Y, aunque el tipo no es un conglomerado de recursos, los que tiene sí los explota efectiva, inteligente y sensiblemente. Ahora bien, en esta peli de la que vamos a hablar hoy: The Rewrite, el muchacho está sorprendente. Simplemente, maravilloso.

 Hacía mucho tiempo que quería verla. Leí una crítica favorable en la página, y con cuatro o cinco quedé verdaderamente cebada. Pero, por hache o por be, al final no la vi en el cine y la dejé para más adelante. Sí se la recomendé fuertemente a Luján, mi amiga y compañera de aventuras inseparable. Y finalmente las dos la vimos la semana pasada y hoy nos juntamos a tomar unos mates y a desgajarla.

 Puse el agua a calentar y nos sentamos a hojear el Vogue y a ver colecciones en la red. Mate va, mate viene, decidí grabar la conversación para sacarle partido más tarde y plantear la columna de hoy como una especie de resumen de la tertulia.

 Mi amiga Luján es una de las personas más inteligentes que conozco. Es sabia emocional e intelectualmente, y tiene un ojo para la imagen y el diseño verdaderamente remarcable. Es madre, así que todo ese asunto del adorno es para ella una diversión y no un credo como suele ser toda la banalidad para las mujeres que nos pasamos la vida del amor a la lectura, de la lectura a la tv, de la tv al gimnasio y del gimnasio a la lobotomía de los zapatos y las carteras. Mi amiga es bella y, además, tiene una perspectiva bastante más sustanciosa que la mía con respecto de la vida y el canto. Y cuando ve cine, siempre me interesa saber qué piensa, sobre todo porque como espectadora es de esas personas a las que me gustaría llegar con lo que hago. Formada, sensible, sibarita, inteligente, espontánea, creativa, charlatana, muy bella y con los pies en la tierra o, por lo menos, con los pies en la tierra de la clase media que la pasa bastante bien.

 Así que, al encuentro de hoy, a la conversación y al intercambio de opiniones, le saqué verdadero provecho.

 Luján me decía que lo primero que la sorprendió de la cinta fue cómo no va por ninguno de los lugares esperados, aun cuando el personaje de Grant sí recorre un arco de transformación previsible. Y en eso coincidí bastante. El film encara una premisa archiconocida (guionista/profesor semiacabado que encuentra redención dando clase y aprendiendo de sus alumnos) y la desarrolla por lugares refrescantemente diferentes. Las dos pensamos que las cosas iban a tomar un cáliz que jamás tomaron: sospechamos que el personaje líder femenino interpretado por Marisa Tomei produciría un guión de batacazo que iba a partirle la cabeza al protagonista, y eso no sucedió. Pensamos que él mismo iba a robarle el guion a un alumno y ¡bam!, nada que ver. Asumimos que el hijo iba a aparecerse, y no. Creímos que iba a haber un luminoso beso final y, adivinen qué, los protagonistas JAMAS SE BESAN. Todo, todo muy elegante, sutil, inteligente, emocional y entretenido en el mejor sentido que puede otorgársele a esta palabra.

 A las dos nos encantó la autorreferencialidad de la cinta. No solo con gags maravillosos, sino también con películas adentro de la película. Marc Lawrence dirige con una gran vocación de homenaje y un gran sentido de la crítica hacia el cine, su industria derivada y esa especie de sub-religión que se ha creado en torno a los protagonistas. De hecho, se da el gusto de hacer decir a unos de los personajes que las celebridades son los “dioses de esta era”. Así, el film va constituyéndose en una casta nueva entre el reproche agridulce, cargado de ironía, la aceptación y la esperanza.

 Las dos nos descostillamos de risa con el chiste de las “mujeres que patean traseros en el cine”; no voy a revelarlo porque es verdaderamente jugoso. Y coincidimos en que, aunque es casi ofensivo lo que el tipo dice llevado por el vino, es realmente gracioso y hasta tiene algo de cierto. Es verdad que Hollywood encontró en las mujeres independientes y empoderadas un nuevo nicho comercial al que sacarle todo el jugo. Y es verdad también que ya hay demasiadas películas con esta dinámica que, por otra parte, no hace más que re estereotipar a la mujer y embutirla en un nuevo corsé. Y sí, ahí estuvimos dos horas meta hablar de los nuevos estereotipos a los que por estos días nos estamos sometiendo y le dimos largo y tendido a eso: que las formas nuevas del yugo, que la masculinización de las mujeres, que Moria Casán, su cara, y su aborrecible idea de que ser masculina es un piropo, que la depreciación del ama de casa y la figura materna, que el no permiso para envejecer dignamente, en fin… delicias de té con masitas y cosas por el estilo. Y aunque en mi casa no había a qué hincarle el diente, nos las arreglamos perfectamente para volver a la película y seguir comentándola, sin perder el conocimiento.

 En mi columna pasada, sobre El Agente de C.I.P.O.L, había dicho que Hugh Grant era un genio en eso de robarse las líneas jugosas. Pero hoy, mientras hablaba con mi amiga, me di cuenta de que el asunto es al revés y que hay que hacerle justicia a este muchacho: Hugh no se roba las líneas jugosas, convierte en jugosas todas las líneas que le dan. Y ese, amigos míos, es un talento verdaderamente extraño. Porque tiene que ver con un sentido dramático capas de emparentarse, tal vez, sólo con el oído musical absoluto. Hugh lo posee, y eso lo convierte en un actor refinado y bello.

 Luján disfrutó mucho las líneas de expresión en la cara de Grant, le encantó la organicidad del personaje, que estuviera un poco más gordo, que se permitiera emociones, por momentos, despojadas totalmente de mordacidad. Y yo le decía que me parecía brillante eso de haberlo rodeado de actores INMENSOS, mucho mejores que él. Allison Janney, J.K Simmons, Chris Elliot y Caroline Aaron (en el rol de su agente, BESTIAL), le imprimen a todo ese polvo de talento, calidad y arte que hace que la factura final de la película sea gloriosa.

 Por mi parte, adoré verlo enamorándose solo. Viendo a través de un vidrio, leyendo un guion, mirándola trabajar… realizando en solitario incluso la gestión de enamorarse. Porque si bien el intercambio entre Grant y Tomei es magnífico, nunca se convierte en la típica seducción de comedia romántica. La seducción se da en singular, reflexivamente.

 Después de que hablamos de esto, la conversación se fue desbandando. Series, Josesito Martínez Suarez (aprobame la peli), cómo están los audios que grabé la semana pasada, La Niña Elefante (formidable, TIENEN QUE VERLA). Discutimos la yerba que estaba en el mate, resucitamos zapatos fuera de estación, y después ahondamos en las plantas: que las mías están hermosas, que ella tiene algunas apestadas, que mi lavanda se está cayendo, que no importa porque es livianita, y que bla, bla, bla.

 Y lo más lindo de todo, es que mañana la vamos a seguir. En cuanto a Rewrite: NO SE LA PIERDAN.

 ¡Saludos mis chichipíos cara de provoleta napolitana! Y que siga el calor.

 

Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo

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