Pocas películas generan tanto placer como las que involucran monstruos gigantes. Desde el cine mudo, en El Mundo Perdido, de 1925, dinosaurios y otras bestias enormes poblaron la pantalla grande, destrozando ciudades y aterrando a la muchedumbre. La obra maestra y piedra fundacional fue y sigue siendo King Kong, en 1933, pero pronto hubo una ola de criaturas destructoras. Sobre todo, en Japón. En 1954, producto de la radiación, Godzilla emergió de las profundidades y se llevó por delante no sólo edificios sino a toda la cultura pop.
Aunque era un actor disfrazado que pisaba maquetas, el desproporcionado reptil (una metáfora de las consecuencias de las bombas de Hiroshima y Nagasaki) pegó fuerte en el imaginario mundial y generó secuelas, copias, parodias; otros monstruos grandes y pintorescos, como Mothra y Gidhra —que terminaron de constituir el subgénero denominado kauji eiga, “películas de monstruos” — y hasta una fallida versión Hollywoodense, perpetrada por Roland Emmerich en 1998. El año próximo habrá revancha para Godzilla en Estados Unidos, en un film con Bryan Cranston y Juliette Binoche.
De los últimos años, es posible rescatar algunos y geniales exponentes, como la coreana The Host y la estadounidense Cloverfield, además de la excelente remake de King Kong a cargo de Peter Jackson. Pero estaba faltando un film kaiju eiga modelo siglo XXI, fresco, ambicioso, monumental. Titanes del Pacífico es todo eso y mucho, mucho más y mejor de lo que puedan imaginarse. El mundo que conocemos comienza a ser invadido por Kaijus —ahora ya saben de dónde viene el nombre—, unos monstruos provenientes de una grieta abierta en el océano Pacífico. Los Kaijus son tan grandes y de piel tan resistente, que los ejércitos son incapaces de frenarlos. Lejos de permitir el fin del mundo, las naciones se unen para construir armas a la altura de la amenaza: los Jaegers, robots gigantescos piloteados por dos valientes unidos por un puente neuronal. Durante años, a fuerza de puñetazos y armas incorporadas a su metálica anatomía, los Jaegers consiguen controlar a las bestias. Pero la aparición de Kaijus más resistentes y violentos pone a la humanidad entre la espada y la pared. La última esperanza son unos pocos Jaegers, dentro del que se destaca el legendario Gipsy Danger, comandado por el torturado Raleigh Becket (Charlie Hunnam) y la novata Mako (Rinko Kikuchi). De ellos depende que la Tierra no quede hecha un montón de escombros y cadáveres.
Nadie mejor que Guillermo del Toro para concretar esta superproducción que no sólo funciona como el gran homenaje a los kaiju eiga sino al manga y el animé. Los Jaegers remiten a Mazinger Z, un megarobot heroico tripulado por humanos, que ya tenía antecedentes en Gigantor y en Astroboy. También hay reminiscencias a Voltron y Ultraman, creado por Eiji Tsuburay, quien fuera responsable de los efectos especiales de Godzilla y de otros seres ciclópeos orientales. Pero el paralelo más fuerte es con Evangelion, donde también hay una organización que crea entidades biomecánicas para combatir contra terribles agresores. Lejos de ser una copia o un carnaval de citas explícitas, Titanes… absorbe de manera saludable la influencia de aquellos animés. Del Toro también usa como influencia otra de sus grandes pasiones: H.P. Lovecraft, prócer de la literatura de terror. En la obra de Lovecraft (sobre todo, en los mitos del Cthulu), criaturas de otra dimensión pretenden ingresar en nuestro mundo. Algo similar sucede en la película, ya que la grieta en el Pacífico es un portal a otro universo y los Kaijus, lejos de causar estragos por impulso, tienen sólidos planes de conquista.
Los logros del director mexicano no terminan ahí. Como en las películas de Hellboy, logra un exacto balance entre acción, espectacularidad, guión y personajes bien desarrollados, con dramas y anhelos, en una épica de aventuras y ciencia-ficción a la vieja usanza. Sí, hay FX a raudales, pero siempre usados en función de la historia, no de modo gratuito. El realizador también sigue demostrando que sabe manejar escenas intimistas, que suelen ser más comunes en sus films de habla hispana, como El Espinazo del Diablo. Una vez más, los monstruos son los personajes centrales, y más allá de que haya buenos y malos, se nota un respeto por Kaijus y Jaegers. Además, el nivel de verosimilitud y de detalle de ese mundo, nuestro mundo, al borde del Apocalipsis, da la sensación de que lo que sucede en la pantalla podría ocurrir en la vida real. Para hacer más creíble la película, Del Toro reunió a un elenco de actores —provenientes de la televisión, en muchos casos— que les dan cuerpo y alma a los personajes, cosa que hubiera resultado más difícil si eran superestrellas.
Charlie Hunnam interpreta a Raleigh Becket, un piloto joven aunque veterano, quien había dejado a los Jaegers luego de fracasar en una misión pero que es convocado para la batalla final. En su carrera, Hunnam demostró ser un actor versátil, convincente como adolescente gay en la versión inglesa de la serie Queer as Folk y como motoquero en Sons of Anarchy, además de roles variados en films como Nicholas Nickleby, Hooligans y Niños del Hombre. Sigue resultado extraño que a esta altura no se haya transformado en un astro de Hollywood… aunque a veces mejor no serlo tan pronto. Se rumorea que podría ser Flash en la esperada película de La Liga de la Justicia. Por lo pronto, lo veremos en Crimson’s Peak, la próxima de Del Toro. La japonesa Rinko Kikuchi continúa pisando fuerte en el cine occidental. La joven Mako perdió a su familia en medio de un ataque de los Kaijus y ahora, convertida en una guerrera, buscará venganza. Pero para subirse a Gipsy Danger deberá aprender a dominar sus sentimientos. Idris Elba reincide en el cine fantástico, otra vez con éxito. Aquí encarna a Stacker Pestecost, ex piloto de Jaeger y ahora líder de los nuevos combatientes. Otra prueba de que a este gran actor le sientan tan bien los roles físicos como los introspectivos.
Charlie Day, uno de los protagonistas de la serie It’s Always Sunny in Philadelphia, aporta los momentos graciosos, aunque sin jamás ser un comic relief. Su papel es el de un científico y nerd de los Kaijus, que pretende conectarse neuronalmente con el cerebro de uno de ellos para averiguar su verdadero propósito y punto débil. Day conforma una muy buena dupla con Burn Gorman, quien hace de Gottlieb, su colega de ciencias (¿El apellido Gottlieb vendrá por el guionista de Tiburón?). Y el que se come sus escenas es un fetiche del director: Ron Perlman, en el papel de un traficante de restos de Kaijus tan excéntrico como su actividad. Entre sus ayudantes aparece el español Santiago Segura, quien le sacará sonrisas y carcajadas a los entendidos. Tampoco hay que olvidar la excelente banda sonora, compuesta por Ramin Djawadi. Sin duda, un nuevo leit motiv de aventura y emoción. Titanes del Pacífico es la película de monstruos gigantes definitiva. Ni seria ni tonta, tiene actitud sin abusar del “canchereo”, y jamás renuncia a su carácter de entretenimiento glorioso.
Guillermo del Toro confirma que, en este momento, es no sólo el director sino el gran artista en general del género fantástico, ya que también incursiona en literatura y en los videojuegos. Y cada uno de sus trabajos denota un profundo amor por los mundos extraños, por las criaturas y, sobre todo, por contar una buena historia.
© Matías Orta, 2017 | [email protected] | @matiasorta