UN VOLCÁN URUGUAYO
El derrotero de muchos directores del Nuevo Cine Argentino de los 90 es variopinto. En el caso de Israel Adrián Caetano, siempre hubo una mirada sobre la marginalidad, sus personajes y su dinámica, que se mantuvo a pesar de su propia relación con otros formatos y una cercanía con el mainstream. La sensibilidad del uruguayo por el registro de lo popular es directamente proporcional al placer por los géneros, siendo el summum Crónica de una fuga, su obra más ambiciosa.
Togo es muchas cosas: desde la mirada del marketing, es la primera película uruguaya producida para la plataforma Netflix; es el primer protagónico en cine de Diego Alonso (más conocido como el Pollo de la miniserie Okupas) y, principalmente, es la primera vez que Caetano filma una ficción en su tierra natal. Más allá de la cuestión catastral, la historia de Togo es universal. Togo (Alonso) es un cuidacoches rengo que trabaja en la puerta de un hipermercado en Montevideo. A una cuadra de su territorio hay una pequeña banda de narcomenudeo que lo acecha. En medio de ese peligro latente aparece Mercedes (Catalina Arrillaga), una chica de clase media alta fugada de su casa, quien rápidamente encuentra en Togo una figura paternal ausente.
El western, como género cinematográfico por antonomasia, se hace presente en esta historia con algunas características que lo definen, principalmente la cuestión moral motora de un protagonista en la búsqueda de defender a un personaje vulnerable. Que Togo no sea un héroe de acción intocable lo humaniza y, además, lo adecua dentro de esta lógica del hombre menos indicado, pero sí el único capaz de enfrentarse a un villano, como en este caso un narco barrial. También hay, en el protagonista y en la subtrama de Mercedes, una puesta en crisis sobre los vínculos paternales que no son claros ni oscuros. En ambas historias de fondo se plantea ese tono gris más permeable, no en un sentido realista sino en el de una prosperidad narrativa.
En consonancia con el western, Diego Alonso compone ese rictus que poseen los hombres de pocas palabras, aunque de caudalosa humanidad socavada en el fondo. Es así que Togo y Mercedes aprenden a fraternizar, a encontrarse a mitad de camino de la distancia generacional y de clase social que, en apariencia, parece separarlos. Si bien Caetano logra imponer la marca de identidad de su cine y del contexto, hay un tamiz por el que la película pasa antes para transformarse en un producto de Netflix un tanto más amable.
Si la comparamos con su opus anterior (El otro hermano, de 2017) encontramos allí una diferencia abismal de tono. La pretensión de Caetano está transparentada, y era la de hacer una película más esperanzadora, mucho menos desencantada de lo que fue su transposición de la novela Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued. Es de esta forma que, en esa pasteurización de violencia y de personajes despreciables, Togo se convierte en una historia más amena y cercana para un público general. Además de separarse, también, del fenómeno de películas en las que un hombre apagado momentáneamente estalla, como si fuera un volcán latente y que hace erupción ante el mínimo roce que le retrotrae a una vida que creía extinta.
Guión y dirección: Israel Adrián Caetano. Elenco: Diego Alonso, Catalina Arrillaga, Néstor Prieto, Luis Alberto Acosta, Sabrina Valiente, Federico Morosini. Producción: Luis Ara, Ignacio Juansolo. Duración: 92 minutos.